Beomgyu se encogió en su asiento cuando la mirada de su padre cayó sobre él. Era consciente de que, tras pasar dos noches fuera de casa sin siquiera haberlo consultado con sus padres antes, merecía ser reprendido, sobre todo tomando en cuenta que lo habían suspendido durante una semana y tenía que hacer servicio comunitario. Así que, por obviedad, esperaba que su padre también estuviera molesto con él, aún más al ser el único con quien no había hablado de su altercado. Sin embargo, la mirada del hombre estaba lejos de contener molestia alguna y eso hacía que el castaño se sintiera intranquilo.
¿Qué estaba pasando por la mente de su padre?
- Beomgyu. - Por fin rompió el silencio, haciendo que el pequeño se tensara con sólo escuchar su nombre. - ¿Estás bien? - Y esas palabras se sintieron justamente como un balde de agua fría cayendo sobre él.
Sus ojos, grandes y asustadizos, buscaron de inmediato la expresión de su padre en ese momento, terminando por sorprenderse por la expresión de tristeza que expresaba este. No había reproche, no había decepción, el rostro de ese hombre era la más sincera muestra de preocupación. Si antes sus palabras habían resultado inesperadas, la expresión que las acompañaba lo era aún más.
- Lo-lo estoy. - Balbuceó, una mueca plantada en sus labios.
- Te has peleado con tres chicos, Beomgyu, ellos claramente te ganan en número. - Suspiró, pasando sus manos por su rostro para luego mirarle aturdido. - ¿Estás seguro de que estás bien? ¿No hay nada que te duela? Si hay algo, dímelo, te llevaré al hospital.
El castaño presionó sus labios, sintiendo sus ojos escocer ante el repentino deseo de llorar. Su padre estaba siendo el mismo hombre comprensivo y amable de siempre, y su corazón se sentía cálido, envuelto por un manto en un intento de impedir que terminara por romperse. Le gustaría decirle que sí, que la había pasado mal y había dolido como el infierno, pero que ya había ido al hospital y los hematomas desaparecerían con el tiempo. No obstante, tal y como siempre, el cansancio estaba reflejado en el rostro del noble hombre y no quería preocuparlo.
Beomgyu jamás quería preocuparlo.
- Estoy bien. - Sonrió dulcemente. - Ellos no han sido tan duros conmigo. - El hombre se recostó contra el respaldo, viendo fijamente a su hijo menor.
- Así que... por defender a un amigo, ¿no? - Las mejillas del joven se tiñeron de un leve rubor. - No creo que sea la forma, pero, Beomgyu...
- ¿Sí, papá?
- Debes querer mucho a ese Kai Kamal Huening, ¿cierto? - Sonrió, inclinándose hacia el menor para acariciar su cabeza. - Y por lo que veo, él también te debe querer mucho.
- Papá...
- Conserva tus buenos amigos, ¿sí? - El menor asintió, sonriendo felizmente. - Por cierto, ¿ya cenaste?
- He cenado en casa de Huening Kai.
- Bien, eso está bien... - Asintió vagamente. - Ya puedes irte a descansar, Beomgyu. Mañana temprano empieza tu servicio comunitario, así que no quiero que te quedes dormido.
- Me levantaré temprano, lo prometo. - Se levantó, repentinamente recordando algo. - Por cierto, papá...
- ¿Sí?
- Sé que no es un buen momento para preguntar esto, pero... ¿podríamos adoptar un perro? - Su padre lo miró sin comprender. - Quizás no merezco tener una mascota después de lo que he hecho, pero...
- Beomgyu. - Lo interrumpió, su voz demasiado suave. - ¿Recuerdas cuando a los 13 llegaste con un cachorro que encontraste en la calle? - El castaño presionó sus labios, recordando perfectamente ese suceso. - A tu madre realmente no le gustan los animales.
- Pero si tú... - El hombre negó con la cabeza, agotado. Beomgyu sabía que con su madre de por medio simplemente no había opción.
- Lo siento, Beomgyu.
- No te preocupes, papá, lo entiendo. - Sonrió, caminando hacia la puerta. - Buenas noches.
- Buenas noches, hijo.
El hombre vio cómo el más joven de sus hijos se retiraba del despacho. Otro suspiro volvió a escapar de su boca y cerró los ojos, sintiéndose culpable. Le hubiese gustado ser él quien hablara hace unos días con su director, pero su trabajo no se lo permitía. Por otro lado, podía imaginarse las palabras que había usado su mujer tras todo ese incidente. Porque de haber sido comprensiva, ¿su hijo habría tenido la necesidad de pasar todo el fin de semana fuera de casa?
También le hubiese gustado apoyarlo con la idea de tener una mascota, pero hace tiempo su voz había perdido todo valor y él definitivamente no quería volver a ver al castañito llorando en la entrada de casa abrazando a un perro mientras decía que su madre le había echado y tenía que buscarle un hogar.
Llevó sus dedos al puente de su nariz, sintiendo cómo su cabeza comenzaba a doler.
Probablemente él tampoco era un buen padre.
Beomgyu encendió las luces de su habitación, viendo todo exactamente igual a como lo dejó. Suspirando, se dejó caer en su cama mientras buscaba su celular, buscando el número de su mejor amigo. No podía evitar sentirse inquieto por el hecho de que aún tenían que buscarle hogar a un cachorro. Se había pasado todo el fin de semana tocando puertas para conseguir que alguien adoptara el animalito, pero los resultados no habían sido más que nefastos. Al parecer, ya nadie quería tener responsabilidades extras como lo era el tener una mascota. Y, por sobre todo, parecía que las personas preferían un perro de raza a uno mestizo. Beomgyu quería llorar de rabia de tan sólo pensar en esto último.
Sinceramente, ¿las personas necesitaban hacer diferencias incluso entre los animales?
- Hyuka. - Llamó al rubio, formando un puchero en sus labios aunque este no era capaz de verle. - No puedo adoptarlo, Kai. - Un suspiro se escuchó a través de la línea.
- Tranquilo, hyung, ya encontraremos una solución.
- Pero Hyuka... - Rodó por su cama. - Los padres de Ryujin ya dieron un tiempo. A este paso tendremos que llevarlo a un refugio para animales y, siendo sinceros, ¿cuáles son las posibilidades de que sea adoptado? Todos sabemos cómo terminan finalmente...