7:30 a.m
Beomgyu salió del cuarto de baño luego de haber secado su cabello. Posó su mirada un instante en el espejo, mas rápido la apartó al ver su aspecto demacrado. Tomó su mochila, guardando una muda de ropa y su cepillo de dientes. Asegurándose al menos de salir abrigado y ponerse un cubreboca, tomó la bolsa de regalo y caminó hasta la puerta de su cuarto, mirándole una última vez. Su mirada se posó en su cámara que descansaba sobre su escritorio y sus dedos cosquillearon, una vocecita en su mente incitándolo a tomarla, llevarla consigo, porque no era posible que él saliera de casa dejándola ahí abandonada. Ciertamente, no tenía ganas de sacar fotografías, por primera vez ni siquiera deseaba observar aquellas tomas que contenían un trocito de su alma, pero la costumbre y aquella voz eran tan poderosas, que terminó tomando finalmente la cámara para luego abandonar su habitación.
Salió para saludar a Jjanggu, brindándole suaves caricias mientras le dejaba un plato lleno de comida, disculpándose en voz débil por abandonarle en plena víspera de año nuevo, no obstante, era difícil para él continuar encerrado ahí cuando su familia en sólo unas horas más pensaba dejarle para irse a una fiesta. Sobre todo, no podía olvidar la mirada cargada de culpa que le había dirigido su hermano mayor y como mínimo deseaba aligerar esa carga.
Soobin no tenía la culpa de que las cosas salieran mal.
Y sin siquiera avisar o despedirse, terminó por salir de su casa por primera vez luego de más de 3 semanas. Tomó un autobús, la mañana antes de año nuevo demasiado calmada, carente de jóvenes pues por donde sea que mirara, sólo había adultos a su alrededor. Revisó en su celular la dirección anotada, inhalando y exhalando nerviosamente, presionando con fuerza la bolsa mientras miraba por la ventanilla. Llegaría tarde, pero al menos llegaría.
Bajó del bus y caminó el trecho faltante, sus ojos buscando los dígitos que correspondían a la dirección previamente dada. El sector no era desconocido, pues había caminado por las mismas calles cuando una vez visitó la casa de Kang Taehyun y sonrió con pena ante el recuerdo. Una linda, amplia y vistosa casa capturó su atención y deshechó rápidamente los pensamientos negativos, caminó hasta la puerta mientras estudiaba su alrededor.
La casa de Kim Yeonjun.
Observó el timbre con atención, demasiado pensativo. Era consciente de que era demasiado temprano y que no debería molestar a esa hora. Por otro lado, también era consciente de que él, Choi Beomgyu, no se suponía que debiera de aparecerse ahí con un regalo cuando se suponía que aquello correspondía al chico de los mensajes, por lo que finalmente desistió de tocar y dejó la bolsa frente a la puerta, largándose de ahí antes de que alguien notara su presencia. Se escondió detrás de unos árboles, cerciorándose de que nadie fuera capaz de descubrirlo. Vigilaría por una hora en caso de que alguien se animara a salir. De no ser así, ya le mandaría un mensaje a Yeonjun, sólo después de estar bastante lejos de aquella casa.
9:08 a.m
- Yeonjun. - Taehyun tiró del brazo de su amigo, quien aún se encontraba enrollado entre las cobijas. - ¡Hyung, tu madre dice que si no vas a comprar el pan para el desayuno hoy, te hará ir por él el resto de la semana! - Le amenazó, pero el peliazul seguía quieto como una estatua. - ¡Hey! - Enfurruñado, se sentó a su lado en la cama, cruzándose de brazos mientras inflaba sus mejillas. ¿Cómo era posible que incluso sus hermanos y primos ya estuviesen de pie correteando por la casa y él aún se encontrara durmiendo, dejándole abandonado?
Suspiró, viendo la fecha, el ruido de la planta de abajo llegando perfectamente hasta el cuarto, haciéndole sentir una extraña presión en el pecho. No estaba acostumbrado a eso. Él sólo quería que su amigo despertara, tomar desayuno junto a él y luego inventar una excusa para marcharse porque, aunque amaba a la familia de ese chico, era extraño esperar medianoche y aceptar los numerosos buenos deseos de personas con las que has interactuado, pero no tienes un lazo más fuerte, era difícil dejar de sentirse fuera de lugar.
Quizás se había acostumbrado demasiado a su propia soledad. O quizás, sólo quizás, se sentía triste al ver cómo su mejor amigo siempre estaba rodeado de mucha gente que le amaba mientras él sólo tenía a su padre, quien nunca estaba en casa.
- Hmm... - El peliazul abrió los ojos, viendo atentamente al de cabello ceniza de expresión indescifrable. - ¿Qué haces, Tae? - Preguntó con voz ronca, rodeándolo con su brazo por el torso para tirar de él, invitándole a recostarse a su lado. - Ven, duerme conmigo, aún es temprano.
- Son más de las 9, tu madre dice que deberíamos tomar desayuno, será un día movido para ti.
- Para los dos, ¿no? - Se sentó en su cama, estirándose y bostezando.
- Sí, sobre eso, hyung... - Aclaró su garganta, preparando su mentira. - La verdad es que yo...
- Oh, tengo un mensaje. - Taehyun entornó los ojos ante la falta de atención de su mejor amigo, quien ahora revisaba su celular. - Bebé...
- ¿Qué sucede? - El de cabello ceniza intentó ver la pantalla, pero Yeonjun rápidamente la apagó y se sentó de un salto. - ¿Hyung?
- No puede ser... - Y sin decir más, salió corriendo del cuarto.
Taehyun también se levantó, siguiendo a su amigo que prácticamente se precipitó por las escaleras para correr hacia la puerta principal. Uno que otro familiar le daban una mirada curiosa, preguntándose qué se traía entre manos y, sobre todo, por qué aún estando en pijama corría hacia el exterior, como si olvidara que las temperaturas estaban bajo los 0°.
- ¡Yeonjun, ponte algo de ropa, no salgas así! - Le reprochó su madre, pero era demasiado tarde, porque el peliazul ya había abierto la puerta, encontrándose una linda bolsa de regalo para luego mirar desesperado hacia todas las direcciones.