No soy una falla

Capítulo 8

Luego de atarme una venda que Colin me había dado para parar el sangrado de mi brazo, nos dedicamos a pasear por cada base aérea, para poder estudiar las técnicas de cada persona perteneciente al cuarto A.

Sofi acababa de ser derrotada por Mila, quien clavó dos puñales en sus manos, hasta el fondo. Esperé un grito agudo de su parte, pero la peliazul no gritaba, más bien aullaba. Su aullido se distorsionó cuando Mila retiró los puñales de un tirón, para que su sufrimiento no aumentara. Bajó de un salto y aterrizó rodando. Se revolcaba en el césped y parecía morderse la lengua para no llorar.

La ayudé a ponerse de pie, junto con Mila, quien no paraba de disculparse por haberla dañado. Debían de estar acostumbrados, puesto a que Sofía no parecía enojada con ella. Realmente las admiraba por tener tanto control sobre sus emociones. De haberme clavado dos puñales a mí, ya estaría buscando revancha.

—¿Por qué no usas tu poder y te curas? Acaso no puedes por tener las manos lastimadas. — Intenté distraerla de su dolor, haciendo que me respondiera. No pudo evitarlo y empezó a soltar gritos ahogados. Le temblaban las piernas y las manos.

—No, los de ojos celestes no necesitamos tocar la lastimadura. Nuestro cuerpo sana por sí solo apenas sentimos dolor. En el caso de las hinchazones o moretones, tarda un poco menos que el promedio. —El flujo de sangre constante que caía por sus manos había parado, pero aún se veían los cortes provocados por los puñales—. Sanarán, pero no automáticamente. —Suspiró, intentando calmarse—. Dependiendo cuál sea la gravedad, más tiempo hay que esperar.

Pensando en su explicación, desenrollé la cinta blanca, que cubría mis nudillos. Era la misma con la que Ares había asegurado mis cortes y ya no encontré ni un índice de daño. Estaban como nuevos.

—¿Y cuánto crees que tardarán tus manos? —Seguí con el tema.

—En más o menos dos minutos, ya estarán bien. También depende de la zona.

Entonces, era probable que mis nudillos hubieran sanado mientras dormía. Desde que desperté en la mañana, no había pensado en esas pequeñas heridas provocadas por el espejo y ya entendía el por qué. El dolor era totalmente nulo.

—¿Y cuánto tiempo estimarías a un corte horizontal en la mejilla? —Recordé cuando Arden arrastró la hoja de su catana por mi piel. Reviví, nuevamente, el ardor que sentí durante unos cortos segundos hasta que cesó y ya no quedaban rastros de algún daño en mi cara.

Con un corte como ese, cualquier persona normal, hubiera requerido de atención médica urgente. De tener que ir a la clínica, me habrían hecho, para mi fortuna, diez puntos.

—Menos de cinco minutos. —Revisó sus manos. Cada vez tenían mejor pinta—. ¿Por qué? ¿Te hiciste algo en la cara, necesitas ayuda?

Negué con la cabeza y le sonreí para demostrar mi buen estado.

—Tú pareces haber salido ilesa, excepto por esa venda en tu brazo. —Me miró con el ceño fruncido mientras me inspeccionaba de pies a cabeza. No pareció haber creído mi sonrisa inocente—. Estoy enterada de que peleaste con Arden y es una de las más hábiles en el cuarto A.

—Veo que aquí cada uno conoce las técnicas y puntos débiles del resto. —Cambié de tema.

—Sí, claro. Tenemos una tabla de posiciones que se va renovando cada día. Es probable que al final del entrenamiento la proyecten en la gran pantalla, aunque los diez puestos más altos están siempre ocupados por los mismos.

Estaba tentada en preguntarle qué puesto ocupaba ella, pero preferí callarme. Acababa de perder una pelea con Mila y no parecía tener el físico de una luchadora. Sofía parecía una persona que te daría ganas de abrazar, no de matar.

—¿En qué destreza destacas? —Intenté cambiar la pregunta para que la respuesta anterior fuese omitida.

—En cualquiera que no incluya correr y golpear. Con mi altura es fácil escabullirme, por ejemplo, en Caza al Seleccionado. Una vez que me escondo, no me encuentran hasta el final del juego.

—Que increíble, Sofi.

—Ahora déjame verte ese brazo —insistió interrumpiéndome. La dejé quitarme la venda y ambas nos llevamos una enorme sorpresa al verlo.— Parece que tienes rápida recuperación.

—Te juro que acabo de vendármelo hace dos minutos, Sofi. Esto se está poniendo raro.

Ella le restó importancia y me dijo que no le diera tantas vueltas al asunto, que era afortunada de sanar tan veloz.

Seguimos juntas y fuimos a ver qué sucedía allí donde estaba reunida un gran grupo de gente. Todos estaban reunidos alrededor de la plataforma flotante en donde Ares y un chico rubio de su tamaño luchaban. Por lo que parecía, era una pelea cuerpo a cuerpo. Los cuchillos que, al parecer, habían usado apenas empezó la pelea, terminaron por caer al césped lejos de su alcance.

Ares tenía al chico montado sobre su torso. Intentaba cubrirse la cara con el antebrazo para neutralizar algunos golpes que el rubio lanzaba.

—Gabe Wyden es uno de los más rudos en el cuarto A —comentó Jayden, quien espectaba la pelea—. Se rumorea que antes de ser traído al laboratorio, participaba en peleas clandestinas en Nueva York. Lo enviaron a prisión durante tres años por matar a un tipo que le debía dinero. Lo peor fue que lo mató a golpes, dejándolo irreconocible.

—¿Crees que Ares tiene oportunidad con él? —Estaba esperanzada en que pudiera zafarse del agarre de Gabe. Él tenía ojos rojos y su fuerza bruta parecía aumentar con su ayuda. Ni hablar de que su torso era el doble que el de Ares, y eso que el morocho no era ningún flacucho.

—Dudo que pueda ganarle. —Parecía disfrutar los gruñidos que Ares emitía, cada vez que recibía un golpe devastador—. Pero reconozco que hizo un muy buen trabajo, lastimándolo con el cuchillo. Cada uno de sus cortes fueron precisos, como si supiese despellejar a un animal.

De un momento a otro, Gabe parecía demostrar cansancio y palidez, luego de haber perdido mucha sangre al principio del combate, culpa de los cortes que llevaba en el abdomen, espalda y piernas. Se tambaleaba, intentando recuperar sus fuerzas. Por suerte Ares aún parecía tener un poco de energía. Su figura estaba destrozada, y totalmente amoratada, con una gran porción de su cara hinchada. A pesar de los daños superficiales, parecía querer seguir peleando hasta que uno de ellos pudiera vencer. Logró ponerse de pie, y quedó frente a su adversario. Lo agarró por el cuello y clavó la rodilla en su estómago. Gabe lanzó uno que otro golpe al aire, sin obtener resultados.



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En el texto hay: accion, amor, lgbt+

Editado: 18.03.2023

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