No te amaré #2

Capítulo 29

Día de la fiesta

  — ¿Dónde están Charles y Ally? —  preguntó a Ben cuando bajó a través de la escalera a la taberna. 

El hombre negó con la cabeza sin saber dónde estaban..

—  No les he visto en todo el día —  frunció el ceño intuyendo que podrían haberse metido un lío.

— No es normal en ellos ausentarse tanto tiempo— murmuró para sí mismo.

Volvió a la casa de Ben y fue a buscar una cosa en la bolsa. Le vino a la mente la imagen de un sobre. Entrecerró los ojos y rebuscó con más ansiedad. No estaba; le era extraño que no que apareciese la invitación para la fiesta de la mascarada.  Matthew y Cassie habían sido generosos que le habían entregado una invitación por si quería invitar a un amigo más a la fiesta, claro que él era de la familia y no la necesitaba. Sin embargo, el hecho que no estuviese allí le alarmaba bastante. Se fijó que le faltaba unas cuantas prendas de vestir. 

Su mente encajó unas piezas con otras. La ausencia de Charles y Ally, la desaparición de la invitación y sus ropas. ¡No podía ser! Se habían llevado la invitación y algunas prendas. ¡Serán unos diablillos! No tardó en bajar y decirle a Ben que iba a buscar a los chicos.

  — Está loco, no ve que la herida aún no se ha cerrado. ¡Ya regresarán! —  no lo entendía.

  —  No lo creo. Me temo que estos se van a meter un buen lío si no los encuentro a tiempo —  ese comentario hizo que el grandullón se preocupara por los muchachos. 

Diablos, ¿en qué estarían pensando?

La respuesta que le vino a la mente le hizo que las campanillas de alerta sonaran en su cabeza como un mal augurio. Deseó y esperó equivocarse. No le gustaría tener al duque Werrington pidiendo la cabeza de alguno de ellos.  

 — ¿Tienes un antifaz? —  Ben abrió la boca como un pez, extrañado por su pregunta.

 —  No, ¿por qué lo preguntas?

***

En la entrada de la mansión, el duque Werrington, disfrazado de corsario, recibía a los invitados con una inusitada paciencia cuando realmente los quería echar a todos de su casa. Su hermana Cassandra le había dejado, mejor dicho, abandonado completamente solo ante esa jauría. No le gustaba tener tanta gente en su casa. Antes podía decir que le encantaba ir de una fiesta a otra, pero ahora no. No se había imaginado Cassie, que a raíz de los rumores, la gente estaba ansiosa por ir a esa fiesta. No iba expresamente a donar dinero, sino a regodearse del cotilleo. Le daba rabia. No sabía si había hecho bien en pedirle a Diane que fuera allí. 

Después que ella le aclarase respecto a sus sentimientos, él había estado dolido con su decisión. No había sido fácil cuando decidió ir a esa cafetería del hotel, donde su doncella y ella se alojaban. Tuvo que ejercer un control sobre él mismo para no abrazarla o besarla cuando la vio sentada en esa mesa.

 Aunque tenía que aceptar que ella amaba otro, aún no podía. Todavía su corazón se agitaba con solo evocarla en su mente. ¡Era un egoísta de lo peor! Sabiendo que la situación era crítica para ella, le había pedido que viniese. Estaba dudando si iba a venir o no cuando el mayordomo le dio paso a su hermanastra. 

¡Iba preciosa! Se quedó sin aire y sus ojos bebieron con descaro su belleza delicada. 

  — Me complaces que hayas venido — le dio un sutil beso en la mano.

Diane, que llevaba un antifaz o mejor dicho la cara adornada con pequeñas perlitas y pintura plateada, no compartió el mismo sentimiento.

  —  No he venido por diversión, Julian. Sabes que estoy aquí para demostrarles que entre tú y yo no tenemos nada. Somos hermanos, estaré acompañándote como tal.

Tenía la estúpida esperanza de encontrar allí a Dante. Su doncella le había convencido de ir aunque pensaba que era una locura asistir a la fiesta organizada por el propio duque. Era remover las heridas de nuevo. Si daba la casualidad que Dante estuviera allí, no estaría muy contento de verla con él. Pero era eso o quedarse en el hotel, subiéndose por las paredes. Esbozó una sonrisa falsa con la cual recibía  a los invitados. Se notaban que querían "carne fresca" para remover más la basura. Si ellos estuvieran en sus pieles, no serían tan "buitres" en recrearse y burlarse del ajeno.

  — De todas formas, te agradezco que hayas venido. Iba ser una fiesta infernal sin alguien me acompañara.

— ¿Cassandra y Matthew? —  aún su primo no le había contestado.

—  En Brighton, disfrutando de su segunda luna de miel.

Diane asintió con cierta envidia pellizcándole el corazón. Si lo pensaba realmente, con su marido no había tenido una segunda luna de miel. Lamentaba con profundidad que su matrimonio se hubiera abocado al fracaso. Por su indecisión había acabado así.




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