Layla miro con saña al hombre en su jardín, se veía completamente diferente a lo que conocía. Claus lucia como un hombre feliz, sonreía y hacia muecas graciosas para la pequeña Davida.
—Dioses… tú y Sr. Hades son iguales —se burló alguien a sus espaldas, miro un momento al gato que miraba con desdén y odio a las personas afuera de la casa.
El gato había estado huyéndole a Claus como la peste misma, desde hace tres días que estaba aquí.
—compartimos un mismo sentimiento —la mujer se rio acercándose a mirar por la ventana de la cocina al hombre jugar no solo con Davida, Tabitha estaba allí riendo y compartiendo con su amiga.
—si no lo quieres… —Layla bufo ¿lo quería? Muy en el fondo sí, pero no podía dejar de pensar en el futuro de Layla.
Antes lo había echo por supervivencia, ahora…
—alma… te lo daría… pero no es mi decisión —la mujer de cabellos rojos solto un suspiro, ella lo sabía, vio al hombre como miraba a Layla desde que llego, incluso su pequeña hija le dijo como se comportaba alrededor de Davida.
—tienes suerte —afirmo, pero Layla sin despegar la vista de la ventana respondió a brazos cruzados.
—mala suerte —su amiga se rio y negó varias veces.
—yo lo llamo suerte —acaricio la cabeza del gato para luego cargarlo.
Layla no se sentía afortunada, todas sus desgracias recaían en gran parte en Claus, la otra mitad en ella.
En todas las sesiones siempre mantenía la fe en que si jamás se hubiera metido con Niccolo no hubiera muerto, pero ¿Quién podía predecir eso?
Como en las últimas tres noches Layla obligaba a su vecina y su hija en comer todos en casa, no quería permanecer demasiado tiempo a solas con Claus.
—bueno…debemos ir a casa, ¿no es cierto Taby? —su amiga estaba empujando a su hija hacia la salida y Davida por una vez la despidió desde lejos con la mano.
Layla solo le hacía señas con los ojos muy abiertos a la mujer que salía por la puerta apresurada.
—buenas noches!! —grito desde afuera luego de cerrar la puerta.
—bueno, Dav, debo irme —la pequeña se le colgó de una pierna del hombre negando repetidas veces.
—no, no, no, quédate papi!! —esa fue la primera vez que la pequeña lo decía en voz alta y ambos adultos se miraron con ojos abiertos.
—Davi--
—¡NO! Yo quiero que se quede, no voy a dormir —Layla suspiro cansada, esta vez no podía correrlo.
—Dormirá en el sofá. —Claus solo asintió, Davida con emoción se soltó de la pierna de Claus tomándole los dedos a Claus.
—¡ven!, cuéntame un cuento! —el hombre se dejó dócilmente guiar escaleras arriba por la pequeña.
—debes lavarte los dientes!!... y ponerte el pijama!! —le grito desde abajo Layla viendo que solo Claus volteaba a mirarla.
—si mami!! —respondió la niña, Layla regreso a la cocina acomodando los platos mirando cada minuto la cámara de su celular, no tenía por qué usar el monitor de bebé desde que Davida aprendió a dormir con ella casi todas las noches, pero ahora con Claus, solo miro al hombre ayudar a la pequeña a limpiar la habitación y luego acostarse en la cama.
Layla detestaba el rosa, pero en su hija se veía bien, además que desde que la hizo aprender a elegir lo que le gustaba la niña se veía atraída por el color.
Layla no hizo más que complacerla y enseñarle cuando no podía darle las cosas, no quería criarla como una niña mimada pero las líneas nunca eran claras del todo, pero le gustaba ver a su hija feliz.
—cuéntame cómo conociste a mi mami —Claus miro a la pequeña acomodarse en la cama y abrazar ese peluche del personaje que su padre interpreto.
—bueno… en realidad ella me encontró —la pequeña la miro confundida, Layla frunció el ceño.
Claus se rio recordando la cara inocente de Layla en el aeropuerto.
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Editado: 20.08.2024