El primer día de último curso me desperté con la sensación de que había empezado como otro día cualquiera, pero me equivocaba. En cuanto me levanté de la cama, los nervios se apoderaron de mi cuerpo.
Era el último año de instituto y nos tocaba demostrar que todo el trabajo de estos años había servido para algo, que tenía los conocimientos y capacidades suficientes para entrar en la universidad que yo quería.
Mi meta era Columbia, quería estudiar medicina en la mejor universidad de Nueva York, aunque para estudiar allí tendría que sacar buenos resultados porque solo aceptaban a los mejores.
Me di una ducha rápida y me vestí con un top blanco que dejaba al descubierto mis hombros, una falda vaquera y unas sandalias blancas. Me dejé el pelo suelto y me eché un poco de perfume antes de salir de mi habitación.
Caminé por el pasillo y entré directamente en la cocina donde me encontré a mi madre desayunando. En mi sitio había un plato con tortitas cubiertas de caramelo y parecían bastante deliciosas, pero no tenía mucha hambre.
Me senté en el taburete y al menos intenté probarlo para que mi madre no me regañara por tirar la comida.
—¿Por qué desayunas tan rápido? ¿Tienes prisa?
Asentí con la cabeza y le enseñé mi reloj.
—Llego tarde, el autobús llega en diez minutos.
Dejé el plato vacío en el fregadero y me acerqué a ella para darle un beso en la mejilla.
—Pasa un buen primer día de clase.
Cogí la mochila del suelo y salí directa hacia la parada del autobús, que llegó bastante puntual. Cuando subí, me senté en mi sitio habitual y el recorrido hasta el instituto lo amenicé con un poco de música.
—¡Madison! —gritó Harper en la puerta cuando me vio bajar del autobús.
Me acerqué a ella y la saludé con un abrazo.
Dentro, en el salón de actos, nos encontramos con Erika y nos sentamos a su lado. Nos habían citado a todos allí para informarnos de las clases y hablarnos un poco de cómo iba a funcionar este curso.
—No coincidimos en ninguna clase —dijo Harper, molesta al comprobar que mi horario era distinto al suyo.
—No te preocupes, en los descansos nos veremos.
La directora nos dio vía libre para dirigirnos a nuestra primera clase de la mañana. Me separé de mis amigas y me dirigí al segundo piso, al aula de Matemáticas.
Conseguí superar las primeras clases, gracias a que los profesores lo único que hicieron fue presentarse y preguntarnos qué tal había ido nuestro verano.
El timbre sonó interrumpiendo a uno de mis compañeros, que nos estaba contando que había ido con su familia de viaje a Londres.
—Hoy os habéis librado, pero mañana comenzamos con la clase —dijo el profesor Davis desde su mesa.
Recogí mis cosas de la mesa y salí al pasillo. La cafetería se encontraba en la última planta del instituto así que bajé las escaleras y caminé directa hacia allí.
Una vez dentro, me puse en la cola para comprarme el desayuno y con la bandeja en la mano, me dirigí a la mesa donde se encontraban mis amigas.
—¿De verdad te vas a comer eso? —dijo Harper haciendo una mueca de asco.
La comida de nuestra cafetería era famosa por ser insípida y poco deliciosa. Seguramente me estaba jugando la vida, pero se me había olvidado el almuerzo en casa y era mi única alternativa para no morirme de hambre.
Por ser el primer día de clase, la cocinera nos había puesto un poco de todo. En mi bandeja había un burrito de pollo, una ensalada, un refresco y una manzana.
—Me arriesgaré —dije antes de darle un mordisco al burrito y saborearlo con detenimiento para poder darles mi veredicto final—. No sé si han cambiado a la cocinera, pero está buenísimo.
—No te creo, déjame probar. —Harper tiró de mi mano para acercarse el burrito a la boca y probarlo ella.
Abrió los ojos sorprendida y le dio otro mordisco.
—¡Es mi comida! —Aparté inmediatamente el burrito de ella y lo protegí tapándolo con la otra mano.
Devoré con rapidez el burrito y la ensalada, por si acaso a Harper se le ocurría probarla también. Podía parecer egoísta, pero la conocía muy bien. Ella ya se había tomado su almuerzo y como aún tenía hambre, quería robarme el mío.
—Mañana me voy a pedir uno de esos —dijo relamiéndose los labios—. Por cierto, ¿vas a ir a la fiesta con Alex?
—Sí, ¿cómo lo sabes?
—Me lo ha dicho cuando he ido a pedírselo. Gracias, Madison, ahora tendré que buscarme a otra pareja.