No Temas Perderme

Capítulo 23

Mi encuentro con Dylan, en las escaleras del instituto, me hizo darme cuenta de que tardaría mucho tiempo en superar lo que me hizo

Mi encuentro con Dylan, en las escaleras del instituto, me hizo darme cuenta de que tardaría mucho tiempo en superar lo que me hizo. ¿Alguna vez podría volver a mirarle a la cara sin sentir rencor hacia él?

Mi madre me enseñó de pequeña que todas las personas, al menos una vez en la vida, cometíamos un error y que era importante disculparse si sentíamos que habíamos hecho daño a esa persona.

Según ella, Dylan cometió un gran error al dejarme y puede que tuviera razón, porque yo también lo sentía así.

—Ahí está la tardona —dijo Erika, sacándome de mis pensamientos.

Harper entró a toda prisa en la cafetería, pero no iba sola: a su lado se encontraba James. Mi amiga parecía intentar evitar la conversación que él quería mantener con ella, aunque James no se daba por vencido.

—¿Puedes dejarme respirar? —dijo Harper en voz baja y con calma, para que todo el instituto no fuera partícipe de su conversación. Nosotras pudimos escuchar todo perfectamente, porque se encontraban a nuestro lado.

—Fue una estupidez, escúchame por favor —dijo James suplicándole.

—No. Vete, que es lo único que sabes hacer.

James dio un paso hacia atrás al escuchar aquello, estaba claro que no se esperaba esa respuesta de su parte.

—Está bien —dijo dolido.

James nos dio la espalda, sin decir nada más. Las tres lo seguimos con la mirada y observamos cómo se reunía con sus amigos en la misma mesa de siempre, al fondo de la cafetería.

Se podría decir que esa era la mejor mesa de la cafetería, pero nadie se atrevía a sentarse en ella por miedo a sufrir represalias. El equipo de fútbol americano se tomaba muy en serio el término de propiedad.

—Eh... ¿Nos hemos perdido algo? —dije una vez que mi amiga se sentó a la mesa.

Sacó una bolsa de su mochila y dejó encima de la mesa una manzana, una bolsa de patatas fritas y un refresco.

—¿Tengo que hablar de eso ahora? —dijo poniéndose la mano en la mejilla, tapando su boca, por si alguien intentaba leerle los labios.

Erika y yo asentimos a la vez.

—De acuerdo. —Suspiró—. ¿Os conté que James me había pedido una cita?

—Sí. ¿Y?

—Pues la cita fue un completo desastre. Al principio todo fue genial, estuvimos conociéndonos y conversamos sobre muchas cosas mientras nos servían la cena. —Hizo una pausa para llevarse la manzana a la boca y morderla con fuerza—. Sigo sin entender todavía lo que pasó, pero en mitad de la conversación, cogió su chaqueta, dejó dinero sobre la mesa y se marchó sin decirme nada. Me dejó sola en la mesa.

—¿Si no sabes qué pasó por qué no le has dejado explicarse? Parecía arrepentido.

—No quiero escucharle. Se marchó dejándome sola y hasta hoy, no ha intentado darme una explicación. Los teléfonos existen por algo.

—Intenta hablar con él —insistí para que mi amiga entrara en razón.

—No —dijo, dando por finalizada nuestra conversación.

A Harper le empezó a gustar James mucho antes de que yo saliera con Dylan, y no por su físico de jugador de fútbol americano, sino por su carácter y su personalidad. Puede parecer un chico duro e insensible, pero según nos confirmó ella, era mucho más que eso.

Harper sabía dónde se metía cuando aceptó quedar con él. Todo el mundo conocía la fama de aquel chico de pelo moreno y ojos oscuros, que hacía suspirar a todas las chicas que se cruzaban en su camino, y aun así, decidió implicarse con James consiguiendo un resultado que no esperaba.

—Por cierto, voy con Dylan a clase de Historia —dijo Erika captando toda mi atención.

No levanté la mirada de mi bandeja porque sabía que su comentario iba dirigido a mí. Hice como que no la había escuchado y retomé lo que estaba haciendo.

Busqué con la mirada a mi compañero de escena, con el que tendría que ensayar después del almuerzo, pero me rendí cuando mi amiga decidió no abandonar el tema.

—Madison, ¿me has oído?

La miré directamente a los ojos y por mi mirada descifró que sí la había escuchado.

Haber visto a Dylan aquella mañana, había provocado en mí una extraña sensación que me quitó el apetito por completo. Aun así, me compré un delicioso almuerzo, simplemente por obligarme a comer algo.

Últimamente no estaba comiendo muy bien en casa y el almuerzo del instituto era la única comida decente a la que tenía acceso. Mi madre se encargaba de comprar la comida en casa y la nevera llevaba vacía desde hacía unos días. Estaba viviendo a base de comida a domicilio porque mi madre se había aficionado a las citas y ya no cocinaba como lo hacía antes.

—¿Y qué opinas?

—¿Te puedo ser sincera? Me da igual.

Erika asintió y bebió un trago de refresco antes de retomar la conversación.

—Juro que como un día intente sacarme información sobre ti, lo mataré. —Levanté la mirada sorprendida por su comentario—. Sí, no me mires así, por ti lo haría.

Le respondí con una sonrisa a la que ella contestó con un beso en el aire.

El ambiente estaba un poco tenso tras nuestra conversación. Las tres comimos en silencio, por miedo a meter la pata, hasta que Álex apareció por sorpresa y se sentó a mi lado.

—¿Cómo estáis, chicas? —preguntó pasando su mirada por nosotras.

—Bien —respondí al ver que mis amigas no lo hacían.

Alex era una persona muy dulce y caía bien a todo el mundo, a mis amigas también, pero ninguna de las dos estaba teniendo un buen día.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.