El amanecer llegó muy pronto, al igual que los eventos temidos parecía apresurarse, sin importarle lo mucho que temía su llegada. No tenía sentido esperar que las cosas cambiaran por arte de magia, ver los carruajes aproximarse y ser llenados con baules y valijas le dio un sensacion de realismo al asunto, el destino estaba sellado. Entre susurros y lágimas ocultas me despedí de mis padres, el General aun no llegaba, pretendía alcanzarnos en la frontera, ahorrarse el viaje a la capital pues odiaba los asuntos de la corte.
¿Lo que más temía? Compartir un carruaje y alojamientos con el principe Ratko durante las dos semanas que tomaría el viaje. La cercanía sería insoportable, apenas habíamos intercambiado unas pocas palabras y nos odiabamos como si nos conocieramos de toda la vida. Desayunamos con los reyes en un silencio glacial, interrumpido ocacionalmente por ambos reyes en sus intentos de entablar conversación, la reina del Oeste, Esmeralda estaba muy anisosa por el viaje, mientras que Ratko solo se veía aburrido. Al partir subimos juntos la carruaje, manteniendo un respetuoso espacio entre ambos, él se sentó junto a una ventanilla y yo del otro lado, así no tendríamos que mirarnos o hablar.
Miré cómo las calles conocidas pasaban ante mis ojos, despidiendome de cada una de ellas, adios a la plaza y a las vieja panadería, adios a los establos y la escuela, adios a mi hogar... Sentí una lágrima rodar por mi mejilla, no creí que partir fuera tan dificil.
- No llores, no es propio de una princesa.- Dijo Ratko resoplando.- Tú querias ser reina, ¿No?
- ¿ Acaso eso crees? ¿Que nos casamos porque quería ser reina?
-Así es. ¿No es lo que todas quieren? Es obvio que tu hermano heredaría el trono en unos años, dejandote como una especie de princesa solterona y amargada. Casarte con un príncipe era tu única oportunidad de avanzar...
- Bien, aclaremos esto de una vez por todas, no me caso por una corona. Me casé porque tenemos una guerra avecinandose sobre nosotros y mi pueblo necesitaba un aliado fuerte, como el reino Oeste.
Ratko se volteó, mirando por la ventana con demasiado interés. Esperaba aclarar la situación, ahora el silencio se volvió mil veces más incómodo, roto solo por nuestras respiraciones y el constante sonido de los caballos avanzando por el camino empedrado que salía de la capital. Algunas personas se detenían a saludar, era insusual ver extranjeros en el lugar .El Norte se encontraba alejado de los demás reinos, separado por una cadena montañosa y un caudaloso río, no cualquiera se atrevía a realizar el viaje.
Pronto las calles y edificios fueron reemplazados por amplios campos y granjas. Los caballos y animales de ganado se volvieron una vista usual, vacas y borregos pastaban apaciblemente cerca del camino, apenas levantando la mirada al vernos pasar. El tiempo parecía arrastrarse, sólo el avance del Sol indicaba su avance, cuando por fin llegó al cenit la caravana hizo una parada, colocaron una tienda de tela en la campiña y los reyes bajaron de su carruaje mientras su pequeño ejercito de sirvientes corría a preparar la comida.
- Deberíamos bajar, ya no siento mis piernas.- Dijo Ratko abriendo el carruaje y saltando al suelo con una expresión de profunda preocupación. - ¿Es la primera vez que vas al Oeste?
- Si, nunca había dejado el Norte.
- Lamento haber pensado que.. que hacías todo esto por razones distintas a las mías. Los dos buscamos lo mejor para nuestros reinos, puedo respetar eso.
- Gracias.
- Vamos, mis padres esperan.
Efectivamente, la reina Esmeralda y el rey Arnold esperaban sentados a una mesa de madera cubierta por un mantel bordado con delicadas flores doradas. Saludamos a los reyes con una respetuosa inclinación de la cabeza antes de sentarnos en las dos sillas restantes. Hacía un día esplendoroso, sin nubes en el cielo y el escaso viento llevaba a nuestros oidos el dulce trino de las aves.
-Confío en que el viaje te ha resultado agradable, Tharu.- Dijo la reina, sirviendome una taza de té de menta.- Tu madre comentó que este sería tu primer viaje al exterior...
-Así es, el viaje es agradable, aunque no tanto como la compañía.- Respondí, me negaba a dejar que mi suegra supiera de mis problemas matrimoniales.- Estoy segura de que pronto consideraré el Oeste mi hogar.
-Es un lugar hermoso, además las fiestas en la corte siempre son todo un evento. Nos visitan damas del Este y daremos una gran despedida a los soldados. Ratko va a viajar al Frente con el General, debemos darle una despedida adecuada, ¿No lo crees? - Asentí.
La reina era una mujer hermosa, con los mismos ojos que su hijo y cabello dorado como el oro sólido. Tenía un aura de tranquilidad capaz de calmar a cualquiera con su presencia, cuando el rey y el príncipe se fueran a la guerra nos quedaríamos juntas en el castillo, quería agradarle, odiaría caerle mal a la única persona que estaría conmigo en un reino desconocido.
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Editado: 08.12.2020