Apenas escuché la orden apuré al caballo y salimos galopando hacia el paso, recordaba bien esas montañas, conocía cada centímetro del camino, solo esperaba que Ratko no se perdiera en las escarpadas cumbres y terribles precipicios. El miedo funciona de forma muy curiosa, tiene la capacidad de revelarte las cosas que en verdad te importan, lo unico que no tolerarías perder aun en tu momento de mayor oscuridad. Ví de reojo al caballo del general, al menos mi tío seguía cerca. Miré alrededor, no lograba vislumbrar nada, solo escuchaba los cascos de mi caballo al galopar , el paso del viento a mi alrededor y mi entrecortada respiración.
Por un instante temí lo peor, entonces el General se detuvo unos metros adelante de mí.
- Creo que los perdimos.- Dijo mirando los alrededores con la misma atención que un halcón.
-¿ Dónde está el príncipe Ratko?- Pregunté, un millón de temores acumulandose en mi mente.
-Debió atrasarse un poco, esperaremos unos minutos. Si no llega iré a buscarlo y tu puedes adelantarte hacia la frontera, ahí deberás avisarle al Capitán que necesitamos ayuda.
Asentí, esa era la sensación más fea que había experimentado, el saber que cualquier cosa pudo suceder y que no hice nada para impedirlo, mi esposo estaba perdido en alguna parte del inmenso bosque y posiblemente fue capturado por los desconocidos. Mil horribles escenarios se arremolinaban ante mis ojos, el silencio que se extendió sobre la impenetrable noche no revelaba nada, despues de un rato el General regresó por el camino, buscando al príncipe perdido. Yo me quedé quieta por un segundo, podía obedecer a mi tío y buscar ayuda que tardaría varios minutos e incluso horas en llegar, o podía armarme de valor, buscarlo yo misma y esperar que no necesitáramos más apoyo
- No puedo abandonarte, Ratko.- Susurré, dando la vuelta . Me aterraba pensar lo que significaba eso, mi disposición a arriesgarme por él, al mismo tiempo, sabía que enamorarme del apuesto príncipe era sencillo, lo dificil era vivir con su rechazo, lo dificil sería vivir sabiendo que no hice todo lo posible por ayudar.
Encontré a mi tío en el camino, había desmontado y revisaba el suelo como un cazador experto, comunicandose con la tierra y el entorno.
- Te dije que fueras a la frontera.- Dijo sin levantar la mirada, aun así no me ordenó que me fuera, su caballo resopló.
Lo ignoré a favor de mirar los alrededores, el bosque estaba perfectamente pacífico, como si nunca hubiera sucedido nada malo en él, las estrellas brillaban apenas iluminando parte del camino. En algun lugar, en esa oscuridad, estaba Ratko, al igual que nuestros perseguidores. Bajé de mi caballo, el aire helado me hizo aferrarme con fuerza a mi gruesa capa negra. El General se levantó.
- Se fue por aquí.- Señaló un camino que llevaba hacia el sur, nadie lo usaba pues era muy escarpado y quien se atreviera a transitarlo se arriesgaba a caer de altos acantilados. Era el camino más directo al sur, pero tambien el más peligroso.
Amarramos a los caballos a un árbol, ellos no se atreverían a tomar el camino sur y solo nos atrasaríamos si intentabamos forzarlos. Todo niño en el Norte había escuchado cuentos de terror sobre ese camino, donde quienes logran atravesarlo son afortunados y quies perecen en el intento nunca son encontrados. Los niños dicen que hay trolls ocultos en la montaña, los adultos saben que la niebla combinada con abruptos acantilados son los verdaderos males que se ocultan enmedio de la espeza neblina.
El General avanzó primero, su espada desenvainada y listo para atacar. Los primeros metros ascendimos de manera gradual, entonces nos envolvió la niebla, grisasea a esa hora de la noche, ocultaba todo, yo tomé la mano libre de mi tío, separarnos no era una opción, tardaríamos una eternidad en volver a encontrarnos.
- ¿Escuchas algo?- Me preguntó, apenas podía verlo en la espesa manta de oscuridad.
- Algo...- Me concentré en escuchar, a lo lejos oía los arboles movidos por el viento, pasos y... y un sollozo ahogado.- Si, creo que no estamos solos.
- ¿Príncipe Ratko?
- Aquí...
- Siga hablando, trataremos de encontrarlo...
-Intenté seguirlos, pero uno de ellos me derribó del caballo, corrí lo más rápido que pude y cuando me dí cuenta estaba perdido en esta infernal niebla.
La voz sonaba cercana ,aún si estuviera a dos metros de distancia no lograríamos verlo, necesitabamos acercarnos más. A cada paso se oía más cerca, era dificil decir a ciencia cierta de qué dirección, aun así mi tío siguió moviendose, dando pasos cuidadosos hacia adelante.
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Editado: 08.12.2020