“Hubo una vez silencio.
El silencio es parte de la vida y la creación, es el origen de todo. Se dice que en un principio no había nada, solo silencio; un silencio eterno e infinito, tan largo como el horizonte, tan lejano como la última estrella en el firmamento. Pero en el principio de todo no había estrellas, porque todo no era más que un espacio vacío, de modo que el silencio era aún más grande, más inmenso e incomprensible.
No había nada.
Luego, hubo una explosión, una detonación causada por algo que no es posible comprender. Simplemente, de pronto, dos partículas colisionaron entre ellas, y al hacerlo, se produjo el primer sonido.
Pero todo eso sólo pasó en el interior; no había nada que explicar ni comprender, porque no existía el entendimiento, ni el conocimiento de las cosas. Aún seguía sin haber más que silencio, con la diferencia de que, a partir de ese momento, el silencio era algo que se podía entender. El silencio es parte de la vida, pero no es toda la vida.
¿Qué hay ahí afuera?
Cuando comenzó, cuando el silencio absoluto se convirtió en el silencio interior, y existió una forma de entender que lo que pasaba ahí, no era más que una parte de la vida, una parte muy pequeña. Pero dentro de ese sitio, seguía habiendo silencio.
En determinado momento comprendió que el silencio no era bueno si era absoluto, porque las cosas absolutas aplastan cualquier otra posibilidad, destruyendo alternativas; el silencio es parte de la vida, es algo natural, pero la ausencia de algo que reemplace al silencio también es parte de toda existencia ¿Cómo se llama lo que se opone al silencio?
Poco a poco el tiempo pasaba, de forma inexorable, pero al mismo tiempo, era como si no estuviera sucediendo nada. Silencio y tiempo alrededor ¿Qué era el tiempo? ¿Cómo sabía que existía el tiempo si en ese sitio sólo había silencio? Las cosas debían explicarse de alguna forma, pero esta no existía, sólo el silencio, pero este también comenzó a tener una apariencia; algo que era posible definir. Ahí, en ese sitio, el silencio era todo, era la ausencia de algo más, la forma de entender que debía haber una oposición, pero que esta no tenía cabida porque el silencio selló todas las opciones; aquella cosa estaba en todas partes, pero no era todo.
¿Qué es, de dónde viene?
El silencio era algo, que estaba ahí y al mismo tiempo estaba en otros sitios. Existían otros sitios, existían lugares donde todo no era sólo esa monotonía y simpleza, y existía también una forma de saberlo; la comprensión del medio llegó poco a poco, y así como el silencio fue comprendido como algo que llenaba el sitio, también fue entendido el tiempo, que era más poderoso y más grande que el silencio, pero no por ello su enemigo. El tiempo estaba en todas partes y en todas las cosas, se transmitía a sí mismo en cada cosa que tocaba, y era lo único que no tenía oposición, porque el tiempo se impregnaba de las cosas y las impregnaba a ellas. Al final, sin importar quién, cómo o dónde, todos volvían al tiempo, todos vuelven al tiempo, a formar parte de él y de su paso incesante, más extenso y más fuerte que todo.
El silencio y el tiempo.
No eran enemigos, el tiempo estaba ahí desde antes del silencio, y le dejó espacio para que pudiera hacerse cargo de llenar ese vacío.
Vacío.
El vacío era el depositario de todas las cosas. Antes de todo, cuando sólo existía el tiempo, este creó al vacío, y el vacío se extendió hasta el infinito, porque sólo así quedaría completa su labor; el tiempo no tenía lugar, de modo que podía estar en todas partes del vacío, en donde debían comenzar a existir también otras cosas. Así fue como apareció el silencio, que es el reflejo del vacío, la forma física de la ausencia de casi todo en todo lugar; pero luego del tiempo, el vacío y el silencio, comenzó a existir lo que, por definición, debía existir en todo sitio, y de este modo se originó el Ser y el Lugar, el Ser porque representaba la unidad única, irrepetible pero replicable, y el Lugar, porque permitía que el Ser estuviera.
El Ser está en el Lugar, que ocupa una parte del vacío, y crea la oposición al silencio, mientras transcurre el tiempo.
El tiempo decidió que nada podía ser más eterno que él, de forma que creó la vida, y la envió a ocupar un sitio en cada lugar, y a vivir dentro de cada ser, por lo que desde entonces, cada ser vive en un lugar, hasta que el tiempo decide que ha pasado suficiente, y el silencio viene a reclamar el espacio que fue ocupado.
El tiempo es generoso, el silencio es calmo, la vida es buena. Pero el tiempo nunca olvida quién es, por lo que se opone a que las cosas puedan ser más longevas que él; el silencio no hace daño, no hiere ni lastima, pero siempre está ahí, y escoge un momento para llegar y recuperar, porque jamás pierde nada. La vida es buena, pero no es eterna, porque si existiera una vida eterna, esta vida podría ser enemiga del tiempo, y de ocurrir esto, todo lo que ha sido puesto en el manto del silencio y a través del tiempo, desaparecería por completo. De esta forma, la vida creó a su par, usando un espejo proporcionado por el tiempo, y así fue como surgió la muerte, la hermana de la vida, y ambas dejaron su manto a través de todo, existiendo ambas en el mismo sitio, pero jamás juntas; una de ellas daba, mientras la otra quitaba, y ambas sabían en qué momento hacerlo, guiadas por un lenguaje propio, que nadie más podía escuchar.
Editado: 03.11.2020