La risa de mi dúo dinámico es algo que siempre me ha gustado escuchar, desde que provoqué sus primeras carcajadas cuando apenas eran unos bebés, supe que sería uno de mis sonidos favoritos, incluso si éstas llegan a cambiar de tono a medida que crezcan. Ver la felicidad en sus rostros es algo que me reconforta, quiero recrear en ellos la felicidad que no tuve cuando infante.
Mis hermanos corretean alegremente por la habitación, saltando de cama en cama y de sofá en sofá intentando alcanzar las pompas de agua que hago flotar por el aire, de haber sabido que este poder que maldigo cada día los haría tan felices, lo habría practicado desde que era una niña para perfeccionar mi control y haberlos hecho reír más seguido cuando vivía en el Mancillar.
Desvío la vista a un lado para observar al resto de mi familia, Diana lleva aproximadamente una hora acariciando el cobertor afelpado de la cama, como si de verdad se tratara de un animal, Lavitz ya ha ojeado algunos libros del exhibidor que está a un lado de la puerta del baño, mientras que Steve se encuentra en el balcón de la habitación, cubierto por una larga capa con capucha para proteger su identidad.
Pensé que se indignarían al saber que el rey los dejaría permanecer en su castillo como si fueran unos prófugos de la justicia, o en un caso peor, como si estuvieran en cuarentena, como si fuesen portadores de una temible enfermedad contagiosa, cuando en realidad son ellos lo que poseen lo que yo consideraría la enfermedad de los nobles, la soberbia.
Unos toques en la puerta nos obligan a todos a dirigir la vista hacia ésta, deshago las aquoesferas y me dirijo hacia ésta para abrirla, encontrándome con Cynara y Raissa, quienes traen consigo un carrito con una gran variedad de platos repletos de comida, los primeros en saltar a éste es mi dúo dinámico, importándoles un rábano los modales, lo que provoca las risas en mis doncellas.
—Familia, ellas son Cynara y Raissa, mis doncellas —Las presento.
—Un placer conoceros —pronuncia simultáneamente mis doncellas mientras hacen una pequeña reverencia.
—¿Por qué hacen eso con nosotros? —pregunta Lavitz con curiosidad.
—Sois los familiares de lady Adara, por lo que os merecéis todo nuestro respeto —responde Raissa con amabilidad.
—Pero no somos nobles, así que sería inapropiado que nos hagan reverencias, es más, deberíamos ser nosotros quienes les hagan reverencias a ustedes, incluso si son unas simples mucamas...
—¡Steve! —interrumpo a mi padre con un bramido para que guarde silencio.
—¡¿Qué!? Es la verdad, siempre ha sido así, nosotros somos quienes debemos bajar la cabeza como los perros obedientes que siempre hemos sido. ¿No es así como debe marchar Midgadriel? Entonces no me jodan con esto de que ahora los nobles nos hacen reverencia por haber criado a un adefesio… o… perdón, a una damisela perdida de Aqueser, incluso, Adara, ¿deberíamos hacerte una reverencia? ¿Te agradaría que te recibiésemos así cada vez que atravieses esa puerta o de otra manera? Dinos, lady Adara.
Muerdo mi labio con fuerza, siento como los ojos comienzan a picarme, bajo la cabeza antes de que éstos comiencen a cristalizarse. No puedo creer que después de que le he brindado algo de ayuda, Steve siga menospreciándome de esa manera, sin embargo, no puedo permitir que me siga insultando, ya ha sido suficiente, siempre me he mostrado tan benevolente con él, tan sumisa ante él para luego ser víctima de sus atropellos y todo porque no podía rebelarme contra mi padre adoptivo, ya que me había salvado la vida, me había dado un diminuto espacio en su hogar para no morir en la intemperie, una migaja de pan para que mi estómago no se devorase a sí mismo. Pero, ya no vivo en su antigua vivienda, ya no dependo de él y aunque me duela decirlo, ellos no son mi familia, lo que hago, es una simple muestra de gratitud por la ayuda que me brindaron y si Steve es tan ingrato como para no saberla apreciar, lo mejor será que se marche y que la persona que anda amenazando su vida se encargue de darle un fin. Yo ya cumplí con darles seguridad y si su vida no quiere salvaguardar, entonces mi consciencia afectada no se verá.
—¿Queréis estar aquí o en el Mancillar esperando a ser asesinado? —inquiero entrecortadamente.
—Si algo nos sucede allá, será por tu culpa —contraataca.
—Y yo ya he cumplido con brindaros un lugar seguro, es vuestra decisión si exponéis a vuestra familia por seguir primero tu orgullo machista. Si mueren... —observo a mi dúo dinámico antes de culminar lo que tengo pensado decir, tiene que ser así, si luego quieren aceptar mis disculpas, me quitaré un gran peso de encima, pero de ser lo contrario, tendré que aprender a vivir con ello—. Creedme cuando te digo que no me importará en lo absoluto, mi consciencia no se verá manchada por vuestras muertes.
Les doy la espalda para marcharme cuanto antes de su habitación, no puedo soportar un segundo más estar en esa discusión. Cualquiera diría que fui la ganadora, pero me siento como la perdedora, dejé a Steve en su lugar, pero no puedo evitar sentirme como una escoria por haber dicho esas palabras tan crueles a aquellos que me salvaron, quise reclamarle a Steve de ser un ingrato, cuando yo también quedé parada bajo la misma imagen, y sobre todo como una cruel hermana mayor al decir que no me importaba mi dúo dinámico, cuando todo lo que hago es pensando en ellos.
El portazo ha de sentirse en todo el castillo, lo primero que hago al entrar a mi habitación, es arrojarme a la cama y gritar sobre el cobertor, mientras que las calientes lágrimas lo humedecen, oscureciendo el patrón floreado que lo decora. Todo en mi vida ha sido oscuro, nunca he tenido un destello de luz cálido que me brinde felicidad, tal vez tengo lo que se necesita para ser un noble, un alma solitaria y fría, pero no la he trabajado lo suficiente, ese lado oscuro y despiadado que debo desarrollar para evitar ser herida por los demás, y sobre todo por aquellos en quienes creí confiar y que terminaron traicionándome.