Nobody's listening

Prefacio

Prefacio

 

 

 

 

 

 

 

      — ¿Y papá? ¿Cuál es la noticia que quieres darnos?

      Dimitri tomó entre sus dedos la copa de cristal y se la llevó a la boca. Bebió con parsimonia, saboreando cada gota del vino tinto. Luego de un largo sorbo, volvió a dejar la copa sobre la mesa y apoyó su espalda en el respaldo de la silla de madera oscura, esperando una respuesta.

      «Quiero irme de este lugar», Camille repetía una y otra vez en su cabeza mientras se removía en su asiento y observaba la vista de Edmonton que tenía a su izquierda. El restaurante en el que se encontraba la hastiaba; odiaba los lugares demasiado ostentosos. Solía preferir más cenar en casa o ir a la cafetería que quedaba a una cuadra de su casa.

      El restaurante se encontraba en el centro de la ciudad, en el décimo piso de uno de los edificios más importantes. La mesa donde se encontraba la familia Allsopp estaba en el balcón y la noche era realmente ideal para pasarlo ahí: eran fines de julio por lo que era cálida y sin una pisca de viento. El cielo estaba despejado, dejando ver algunas estrellas y a la brillante luna.

      —Nos iremos a Noruega.

      La voz decidida y profunda de Marcus, padre de los hermanos, resonó por todo el lugar. Ambos hijos lo miraron sorprendidos y desentendidos, pero ninguno emitió una palabra por unos momentos, tratando de procesar la información.

      Marcus, por su parte, estaba nervioso pero al mismo tiempo, tranquilo; por lo menos no habían causado un escándalo tal como se había imaginado semanas atrás hasta hacía unos segundos.

      — ¿Quieres decir que nos iremos de vacaciones allí? —tartamudeó su hija, esperando a que se refiera a eso y no a lo que realmente pensaba. Soltó una pequeña risa nerviosa y agregó—: Pero si eso ya lo hacemos, papá.

      Su padre solo suspiró profundamente. Sabía que su hija actuaría de aquella manera; sabía que odiaba los cambios tan bruscos como estos pero también sabía que iba a ser lo mejor para ellos.

      «Toda una vida aquí y ahora quiere que nos mudemos», rechistó Cam en su interior pensando en las amistades y relaciones que había construido aquí y que probablemente se esfumarían cuando ella cruzara el charco.

      —Papá quiere decir que nos mudaremos a Noruega —aclaró Dimitri enfocando su vista primero en Marcus y luego en su hermana menor.

      Dimitri, sin embargo, no se lo había tomado tan mal. Fue una sorpresa, sí, pero de todas formas ya lo intuía; su padre no reservaba un mes antes un lugar así de lujoso solo porque sí, debía tener una razón bastante importante como para hacerlo. Este cambio iba a servirle para cambiar de aire, conocer otras personas y otros lugares.

      Marcus asintió dándole la razón y se enderezó en el asiento.

      —He hablado con su madre y hemos decidido esto —retomó la palabra luego de unos minutos de silencio y rápidamente agregó—: No estaremos en la misma ciudad pero nos ahorraremos horas de viaje y podremos visitarla más seguido.

      —No me jodas —esta vez la hija menor no se esforzó por reprimir la maldición y apoyó su espalda en el respaldo de la silla y se cruzó de brazos mientras posaba su mirada en el paisaje como gesto de fastidio. Luego de unos segundos, volvió a mirar a su padre y, seguido de un mohín, añadió—: Así que todo esto es gracias a ella. De verdad que no lo puedo creer.

      Camille tenía un cierto resentimiento a su madre desde que ella decidió desaparecer de su vida, luego de la separación con su padre, cuando ella apenas era una niña.

      Ya de adolescentes, su madre volvió a aparecer y ahí fue cuando se enteraron de que vivía en Noruega, en Tromsø, para ser más exactos. Mediante la justicia, ella logró que ambos pasaran los tres meses de vacaciones junto a ella. Esos veranos sí que eran un caos: Cam se la pasaba discutiendo con su madre por cada cosa mínima que siempre terminaba en un reclamo hacia su madre mientras que Dimitri se refugiaba en su cuarto ignorando completamente el exterior.

      Dimitri, en esos años, compartía el mismo resentimiento con su hermana, pero ahora todo era diferente. Sí, tal vez no muchas veces no podía quitarse la imagen de su madre cruzando y cerrando la puerta de su casa, pero entendió que odiarla era darle importancia, así que se comprometió a perdonarla. Sin embargo, sabía claramente que nunca estaría dispuesto a volver a tener una relación con ella. El perdón simplemente era para dejar ir todo ese odio que lo consumió por años no para volver a tener una buena relación con ella.




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