Estaba en Bogotá, terminando de empacar mis cosas, para al fin volver a mi cali. Había venido a estudiar diseño grafico, y por fin habían llegado las vacaciones de verano. "Que aburrida es la capital". Me fui con ese pensamiento. Cuando llegué me quedé dónde mis tías, en el barrio obrero. El mejor barrio de cali; lector, no miento, es el mejor. Ya verá usted, el por qué de mis palabras. Ninguna de mis tías se había casado, ni hijos, pero bueno, yo cumplía con ese papel.eran solteras de la vida alegre. Tenían sus amoríos y sus único que otro amigo que les haga el "favorcito". Nunca pregunté del ¿Porque? De esa decisión. Las amo tal cual son. Yo soy su hijo, con eso bastaba. Mi madre había muerto en un accidente. No hablo de eso.
Tuve que llegar por mi cuenta. Pensé que Lulú me recogería, pero no. Después de unas horas de viaje en bus, apretado como una lata de sardinas, soportando malos olores. A alguien se le pareció buena idea quitarse los zapatos, soltando, tal vez, y a mi criterio, lo que debería ser considerado el peor olor del mundo. Tres personas vomitaron, yo incluído. El bus se detuvo en ese instante.
— el de la pecueca se me baja. — dijo el chófer, que se contenía por no vomitar.
Que fiestón era el que me esperaba, una vez llegará a casa de mis tías. Lucía o Lulú, como era conocida por su parecido a la pequeña Lulú (personaje de historieta estadounidense) de 54 año, mulata, rumbera de pura sepa. Así se describe así misma. "Una negra hermosa." Mujer que se deja llevar por sus pasiones y placeres. Y hoy, ella era la protagonista de esta noche, como en todas las noches de rumba. Me enseñó a bailar de todo. Apreciar la buena música. Y se quejaba de la música y las preferencias de los jóvenes hoy en día.
— ya nada es como antes, — decía — todo va para peor.
A mis 22 años era todo un fiestero empedernido. El tipo de persona que gastaba toda la rumba si la noche lo ameritaba; Recibía dinero de Lulú, así que, para mi no era problema gastar una noche de juerga. Eso sí, sin drogas. No me gustan. Msi vicios son otros. Me encantan las mujeres, pero, para sorpresa de muchos, yo, el hijo y sobrino de las negras más hermosas del barrio, nací feo. Demasiado feo y tímido como para tener una conversación con una mujer. Ni los consejos de mi tía Lulú me ayudaron, nada.
Las putas. Si señor, las mujeres de la vida fácil eran mi vicio. Como Diego aspirando coca; yo aspiraba la cuca.
La noche que cumplí 18 años, salí con Lulú q dar una vuelta.
— acompáñame sobrino. — dijo — hoy te vas hacer hombre.
Mi tía Martica, de quién hablaré de ella en su momento, no paraba de reír. Sabiendo yo, que Lulú, le había dicho de mi virginidad. Otro factor a mi contra era el no haber llevado nunca a un amiga a la casa.
— nos salió marica el muchacho — decía, Martica con cara de lamento.
No era que me gustarán los hombres, para nada. Era mi fealdad. Mi rostro que fácilmente podría confundirse con "nosferatu". Usted sabrá, lector, si gusta de las películas clásicas, a qué me refiero. Soy un vampiro. Mounstro de la noche. De hecho ese era mi apodo entre mis amigos: "nosferatu, el salsero de cali."