Noche Oscura

CAPÍTULO 10

Matthew tamborileaba sus dedos en la mesa mientras perdía la poca paciencia que le restaba. Se subió los lentes a la cabeza y se frotó los ojos. Se arrepentía de no haber descansado por intentar unir todos los cabos sueltos de su investigación. Puso lo lentes de vuelta en la nariz tan pronto escuchó la puerta abrirse.

—Buenos días, Hopkins —saludó el comisario entrando a la oficina dejando unas llaves en una pequeña mesita al paso—. Lamento la demora, aún estamos bastante ocupados investigando un extraño asesinato —se sentó en su silla frente a él con el escritorio entre ambos.

—Según escuché, ya había sido resuelto —comentó.

—Aparentemente lo estaba, pero la autopsia revela algo inusual en el cadáver de la víctima.

—¿Inusual? Me interesaría ver eso, si no le molesta —enderezó su postura y recargo los brazos en el borde del escritorio.

—Por supuesto que puede, tengo entendido que por largo tiempo trabajó como investigador privado.

—Así es. Dejando de lado el pasado —le entregó una carpeta—. Al parecer estaré un tiempo considerable por aquí.

Abrió la carpeta que estaba en el escritorio y comenzó a revisar los expedientes.

—Siéntase con total libertad de actuar con respecto al personal —cerró la carpeta y la guardó en un cajón de su escritorio bajo llave—. Espero pronto tener resultados favorables.

—Y yo espero con ansias saber más con respecto a ese inusual cadáver —comentó levantándose de su asiento.

—Si tiene tiempo, le puedo mostrar en este momento —dijo tomando unas llaves que anteriormente había dejado—. Nos serviría mucho que alguien con su experiencia lo examinara.

—Lo sigo, entonces.

Ambos salieron de la oficina para ir a la morgue de los forenses a mostrarle el cuerpo de la víctima y los expedientes del mismo.

Antes de entrar a la morgue fue necesario que ambos se pusieran una bata y guantes de látex.

Dentro de la habitación, el cuerpo estaba cubierto con una simple sábana blanca sobre una plancha al lado de otros dos cuerpos enfundados en bolsas especiales.

—¿Quiere revisarlo o ver primero el expediente? —preguntó el joven a cargo del área.

—El expediente —demandó acercándose al muerto.

El joven asintió y fue a sacar los documentos de un archivero cercano. Matthew cogió el expediente y tras darle una rápida ojeada sin encontrar algo relevante, le devolvió la carpeta posando su atención en el muerto.

Levantó la sábana para encontrarse con un hombre corpulento, con un par de tatuajes en los brazos, totalmente despedazado del tórax por lo que a simple vista parecía ser un ataque animal.

—¿Qué es lo que descubrieron para decir que tiene algo inusual? —preguntó mirando al sargento y al joven a su lado.

El joven le dio una mirada rápida al policía en busca de su aprobación para hablar y cuando la tuvo, habló:

—Se pensó que el ataque era causa de un animal, pero uno de los forenses encontró una herida anormal que un animal no sería capaz de hacer —se acercó al cuerpo seguido del comisario y entre ambos lo giraron a un costado para mostrar el hueco que tenía en la espalda—. Tiene un hoyo demasiado extraño para ser causado por un animal y bastante grande para que un arma blanca lo haya hecho.

Matthew comenzó a mirar con detenimiento el orificio que tenía en la espalda media, por un lado, de la columna vertebral. Tocó la superficie de la herida y descubrió que su mano cabía dentro de la herida con un poco de dificultad. Habló sacando la mano:

—El hombre fue encontrado en el bosque a las afueras de la ciudad y su expediente delata que él era un delincuente bastante buscado pues se cree que tenía relación con los Bonventre —ambos hombres asintieron—. Probablemente fue asesinado por meterse donde no debía. Las personas que están dentro del bajo mundo nunca tienen un buen final. Es muy normal que mueran de formas extrañas o incluso que nunca aparezcan sus cadáveres.

—Independientemente del historial de vida que haya llevado, el problema aquí es saber que lo mató y asegurarnos que él sea su primer y única víctima —argumentó el comisario con los brazos en jarra y en ceño fruncido.

—Me disculpo, he venido a dar mi opinión sobre la causa no sobre la víctima —miró el cadáver en silencio un momento y después volvió a hablar: —La herida claramente no fue hecha por un humano. En mi experiencia, algunos animales suelen dejar heridas que parecen no ser obra de ellos, pero solo basta con echar un vistazo a la hora del ataque para desvelar la forma en la que se hizo.

—¿Está seguro de que es obra de un animal? —cuestionó escudriñandolo.

—Se lo puedo asegurar. No habrá otro asesinato igual, a menos que alguien vuelva a toparse con el mismo animal. Y estarán de acuerdo en que no hay ley para castigar algo así —señaló el cadáver.




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