Nochebuena

El verdadero mesías

Calista comenzó a sentirse todavía peor, con más razón maldecía a cualquier deidad que pudiera haber. No podía creer que tuviera que recurrir a quitar la vida a un animal inocente para intercambiar por su vida.

―Si ustedes existieran y fueran buenos como dicen las religiones ―musitó entre lágrimas―, no habría necesidad de nada de esto.

Había oscurecido cuando todo quedó listo para iniciar. Los chamanes iniciaron consumiendo el peyote y lanzando una serie de conjuros, seguido de eso, tres tetragramatones aparecieron entre la arena del desierto, cada uno de ellos fue colocado en el centro de esos pentáculos. Con pesar, don Gerardo sacrificó a los tres animales, juntó su sangre y con ella bañó a los tres.

―Los portales se han abierto ―exclamó―, las entidades espirituales llegarán, traten de no pensar en nada que no sea en lo que está pasando, piensen en el por qué, piensen en el cuándo y no quieran adelantarse al mañana, concéntrense en el ahora.

Calista vio su cuerpo chorreando con la sangre aún tibia, la rabia la inundaba cada vez más, si esas entidades realmente aparecían, quería interrogarlas, exigirles que le explicaran por qué pasó todo eso. Entonces Salomón le hizo una seña y apuntó con su dedo hacia una nopalera. Entre los nopales de color morado estaba una figura humanoide: cabeza, torso, brazos, pero sin rostro y sin piernas y todo formado como si fuera hecho del mismo cactus. No fue sino hasta ese momento en que puso atención a los alrededores, había algunos arbustos y cactáceas, pero todas de colores extraños y en cada una se iban formando esas figuras humanoides, algunos de las flores de los nopales, otras de los arbustos, otras de los cactus en sí, todos inmóviles. Pero no fueron los únicos, poco a poco emergieron criaturas, eran parecidas a ratas, tortugas o aves, pero con más de dos ojos, más de una cabeza y todas observándolos con curiosidad.

―Las entidades de han manifestado ―dijo don Gerardo―, es momento de que vean.

Los tres chamanes se acercaron, cada uno a una de las víctimas. Fue don Gerardo quien se acercó a Calista, colocó sus manos en la frente de la joven y de repente ella sólo sintió una presión fuerte que hizo tronar su cráneo.

Todo se volvió irreal, era el mismo desierto, pero diferente a la vez, ahora podía ver la flora y la fauna con más claridad en la oscuridad, las estrellas se hacían tan enormes que podía ver la forma de los soles y planetas que conformaban el manto celeste, centenares de naves volaban alrededor de ellos, partiendo o regresando de los portales que ahora ella veía abiertos, como agujeros a otros universos. Entonces sus piernas languidecieron, frente a ella estaba esa luz que ella percibía como la muerte, pero no estaba sola, a un lado estaba una criatura horrenda, ni siquiera podía describirla, y era difícil sostener la mirada, su piel llena de pústulas causaba tripofobia y su rostro semihumano tenía un gesto que sólo podía percibirse como maldad pura. Calista bajó la mirada, jadeando, mientras escuchaba al chamán.

―La sangre que les prometieron fue entregada, vida por vida, acepta la ofrenda ―la voz de don Gerardo se descomponía mientras hablaba, era evidente que también temía, pero no dejaba de hablar―. No puedes truncar la vida de quien no ha terminado su misión.

El tiempo pasaba lento, no parecía que fuera a terminar nunca, de algún modo, sabía que esa criatura se resistía a dejarla. Llegó un momento en que su miedo se transformó en ira, si pensar en deidades que no ayudaban en nada le causaba rabia, saber que existían entidades tan malignas como esa la llenaban de tanta ira que sentía que su pecho ardía. Tomó todo el valor que pudo y al fin levantó la mirada.

―¡Yo no te llamé! ―gritó―. ¡Vete! ¡Regresa con los que te invocaron!

―No me invocaste ―dijo la criatura con voz gutural―, pero niegas a aquellos que son mis contrarios. Tu alma es más mía que de ellos.

―Yo cargo con mi propia alma, ¡por eso es mía y de nadie más! ¡Vete!

―¿No renegabas de ellos? ¿No decías que son inútiles?

―Y lo sigo creyendo, pero no eres tú quien me debe dar explicaciones, sino él ―Calista señaló a la figura de un niño dios que apareció a sus pies―, y yo tampoco te debo explicaciones a ti, sino a él. Así que vete y deja que sea él quien me hable.

Se escuchó un estallido y todo desapareció, Calista se veía rodeada de montones de escenas, lugares diferentes, tiempos diferentes, pero en todos había algo en común, una misma persona, con diferentes rostros, incluso de diferente sexo, pero de algún modo sabía que se trataba de una sola persona, alguien que vivió desde antes de los sumerios, a veces como un pastor, en otras como un brujo o incluso como un rey, teniendo aciertos y errores como cualquier ser humano, terminando una vida para recomenzar en otra, volviéndose cada vez más sabio, cometiendo cada vez menos errores y encaminándose a un solo objetivo: derrotar a entidades malignas como la que Calista recién había visto. Su última vida la tuvo en el medio oriente, nacido de una pareja humilde, no en un pesebre como contaba la historia, sino en una casa abandonada. Fue alguien que creció como cualquier niño, con su familia, sus hermanos y amigos, pero con algo diferente: conforme crecía, él recordaba sus vidas anteriores, en donde se volvió sabio y en donde decidió que pasaría de una vida a otra, evolucionando para convertirse en un maestro elevado. Esa sería su última vida, en donde vería al mal de frente, retomó sus conocimientos de cuando fue bruja, su elocuencia de cuando fue rey y su amor de cuando fue madre. Con esa sabiduría él fue en esa última vida sanando enfermos, combatiendo brujos oscuros y despertando a aquellos que dormían en los enfermizos dogmas que les imponían sus líderes religiosos.



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En el texto hay: brujeria, polémica, guias espirituales

Editado: 22.12.2023

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