Noches de sombras

Una nueva mañana.

Aquel tren había partido de la estación Santa Esperanza de manera puntual, como lo marcaba el horario establecido el mismo había salido desde el andén número cuatro a las seis de la mañana con rumbo a la ciudad de Eridia, una ciudad localizada al sur de la región que era conocida como un centro turístico de gran belleza natural y que albergaba el tan peculiar festival de las cuatro rosas. Viajando por las vías a una velocidad de ciento cincuenta kilómetros por hora, no tardaría más de dos horas en llegar a su destino.

Dentro del tren, un hombre joven se encontraba sentado en el tercer vagón detrás de la locomotora, estaba vestido con un elegante traje que consistía de zapatos negros bien lustrados y brillantes, una camisa blanca de manga larga con botones negros que en el cuello mostraba una corbata azul rey, chaleco también de color negro que cubría la camisa y sobre toda aquella ropa un largo abrigo negro que hacía notar que aquel hombre era una persona de gustos refinados. Pero, aquel hombre moreno de cabello negro no estaba sentado como cualquier hombre ilustre, su postura era similar a la de cualquier persona que se hubiera quedado dormida en el transporte ya que sus brazos estaban cruzados, sus piernas estiradas por debajo del asiento de enfrente, el torso relajado y recargado sobre su lado derecho mientras que la cabeza estaba sobre el vidrio de la ventana en la que tenía la mirada perdida.

Lo único que él hacía era mirar al exterior, desde que se había entrado al vagón y después de sentarse solo estuvo mirando hacia afuera, donde lo que se podía apreciar eran los arboles pasando rápidamente, algunos campos de cultivos y las montañas en la distancia pasando a una gran velocidad. Todo aquel paisaje estaba bañado por una tenue luz azul propia de los últimos momentos de la noche antes de dar paso al amanecer. Aquel hombre no hacia otra cosa más que estar mirando por la ventana, de la cual se apartó momentáneamente en cuanto vio que el vapor producido por su respiración empañaba el cristal. El llevó su mano al bolsillo izquierdo de su abrigo para sacar del mismo un pañuelo blanco de tela para limpiar el cristal, tranquilamente acercó el pañuelo y tras hacer dos círculos sobre el área empañada, el vidrio había quedado limpio nuevamente para que tras ello volviera a guardar el pañuelo en el bolsillo.

-Buenos días, caballero. Me permito ofrecerle una bebida caliente de cortesía-

La voz de una mujer se hizo escuchar desde el pasillo del vagón al lado izquierdo del hombre quien más pronto que tarde voltearía su mirada serena hacia la persona que le había dirigido la palabra. Él pudo ver a una mujer joven de cabello rubio, vestía una falda negra en conjunto a una blusa blanca de manga corta que estaba debajo de un chaleco negro que se ajustaba a la figura de aquella mujer quien sostenía una charola metálica con algunas tasas de porcelana que tenían dentro de sí un líquido que manaba vapor.

-Muchas gracias señorita-

Aquel hombre estiro ambas manos para tomar de la charola una de las tazas, con delicadeza la tomó con su mano derecha del aza mientras que con la izquierda la sostenía de la parte baja y la acercaba a su boca para dar un ligero soplido en un intento de reducir un poco la temperatura del líquido antes de tomar un sorbo y comprobar que el contenido era un delicioso café. Regresando la vista aquella camarera, él le hizo una pregunta que resultaba ser bastante común.

-Disculpe la molestia señorita ¿sabe usted cuanto tardaremos en llegar a nuestro destino?-

Aquella mujer muy tranquila y con una sonrisa en su rostro contesto a la cuestión previa de aquel caballero.

-Calculo estaremos llegando en aproximadamente una hora, usualmente el trayecto no dura más de dos horas y ya estamos a mitad del camino. ¿Hay algo más en lo que le pueda servir?-

-No señorita, seria todo por el momento, muchas gracias… Espere, de hecho si tengo una duda mas ¿Dónde puedo pasar a dejar la taza una vez termine de beber?-

Aquella mujer vio la segunda pregunta como si fuese una broma, pero comprendió era algo serio para aquel hombre quien no había cambiado su expresión seria desde el inicio de la charla, por lo que con calma y amabilidad replicó a la pregunta.

-No se preocupe por la taza, tome libremente de su contenido que pasare a recogerla antes de que lleguemos a nuestro destino. Disfrute del resto del camino, con permiso-

Ella se retiró posterior a dar una sonrisa amable al pasajero y se fue tranquilamente por la puerta del vagón por la que había entrado. Él hizo lo propio y sonrió a la camarera como muestra de gratitud por la atención para inmediatamente componer su postura recogiendo sus piernas para con ellas levantarse ligeramente, acomodar su cuerpo en una posición recta y quedar propiamente sentado en su asiento. Tras unos segundos de mirar nuevamente hacia afuera por aquella ventana y dar un par de sorbos a su café, cambio la mano en la que sostenía la taza quedando ahora en su mano izquierda mientras que la derecha la llevaba hacia su bolsillo derecho. No tardó mucho hasta que se topó con lo que buscaba, tranquilamente retiró del bolsillo las hojas de papel que se encontraban dobladas en cuatro partes para extenderlas con cuidado, su vista se enfocó en leer la última parte del contenido una vez más.



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En el texto hay: misterio, fantasmas, terror

Editado: 14.02.2019

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