La noche anterior cené solo en aquella mesa de roble, sé que los daiyokai pueden aguantar mucho tiempo sin alimentarse, por lo tanto no me extrañó no verlo a la hora de la cena. Sin embargo, al día siguiente —después de haber dormido sin mucha dificultad—, lo vi a la hora del desayuno, ¡estaba sentado frente a mí! Tenía puesto una camisa de mangas largas y de color blanco, unos pantalones negros que no eran ni anchos ni muy ceñidos y su cabello estaba sujeto; es raro ver a una criatura del folclor japonés usando un estilo de ropa muy inglés, ya que los yokai suelen apegarse mucho a sus orígenes.
La comida que está servida a la mesa son: tostadas, huevos y tocino; a pesar de estar acostumbrado a desayunar bolas de arroz rellenas, el desayuno me pareció un poco agradable. «Parece que debo acostumbrar mi estómago para las comidas que no conozco, ya que la cena de ayer me agarró de sorpresa».
Sesshomaru permaneció callado, no comía con mucho entusiasmo y era extraño que fijara su mirada en mí, las pocas veces que lo hace siento que me está juzgando en su mente por mi manera de comer —ya que no sé si le molesta en que haga ruido—; no entiendo lo que pasa por su cabeza, ya que no le conozco.
Terminé de comer primero, así que esperé a que terminara para poder charlar un poco con él. Pareció saber mi intención, ya que no se retiró cuando terminó de alimentarse.
—Antes de iniciar con todo, ¿me deja ver su documento de abstinencia? —pregunté.
—¿Cuál de los tres? —Levantó una ceja.
¿Qué?, ¿tres? Es decir, entiendo que al ser un daiyokai se le otorguen máximo dos documentos de abstinencia, pero ¿tres?
—Pues... Los tres —afirmé con un poco de duda.
Sesshomaru asintió y se levantó de la silla, por el momento no veo algo tan alarmante en su comportamiento, pero siento que el que está siendo evaluado soy yo.
—Espero que haya disfrutado su desayuno, joven Kiryuu —dijo Nanako mientras recogía todo lo que está en la mesa.
—Estuvo muy bien, gracias.
En el momento en que agradecí, Sesshomaru volvió a un paso tan ligero que era casi imperceptible; me entregó una carpeta con sus tres documentos de abstinencia: el de evitar derramamiento de sangre innecesaria, el de no probar carne humana —algo que me sigue poniendo la piel de gallina— y el de reproducción.
—¿Por qué tienes un documento de abstinencia para reproducción?
—Les aterra en que nos multipliquemos —me dijo con un tono que no puedo identificar, por un momento siento como si fuera rencor en sus palabras.
Diría que esto es una exageración, pero...
—¿Has pensado en hacerlo?
—No soporto a los niños. No me importó en que la colocaran en mi reporte.
Bueno, ha estado soltero y su única compañía es Nanako quien apenas le dirige la palabra, «tendré que anotar todo después».
Reviso un poco más los documentos, la abstinencia número dos se ha mantenido intacta por unos once años y la primera en una década, supongo que es un avance y me da mucha curiosidad lo que pasó antes de que le asignaran esas órdenes.
—¿Hubo algún inconveniente con las dos primeras órdenes de abstinencia? Puedo ver que su registro está limpio desde hace más de diez años.
—Para nada, como comida humana formulada.
—Ya veo...
La comida formulada era algo normal en el consumo de un yokai antropófago, así reemplazaría los nutrientes que le proveen la carne humana y no tienen la necesidad de alimentarse de seres humanos, aunque se han visto casos en que no a todos los yokai les hace efecto y eso dificulta un poco las cosas.
Lo miro a los ojos para poder charlar, pero se me hace un poco complicado, me enseñaron a mantener la mirada porque es parte de la educación, sin embargo, su mirada es muy afilada, tanto que temía cortarme con ella.
—Bien, no veo problemas. Tu registro está limpio, veo que no presentas dificultad en comunicarte, lo único es que no te relacionas mucho con los humanos.
—¿Es un problema?
—Para nada, es normal que muchos yokais habilitados no se sientan cómodos al relacionarse con seres humanos. —Cierro la carpeta y se la entrego.
Parece detallar cada movimiento que hago y eso me incomoda un poco, como si estuviera esperando a que me equivocara en algo, o tal vez su mente está en alerta, ya que soy un humano.
Nanako sale del lugar por un momento, parece que se va a dirigir a la entrada. Traté de tragarme mi cobardía y aparentar estar calmado con la situación.
—¿Qué nivel usará? —inquirió.
Bueno, yo no sé cómo reacciona ante el acercamiento de otros humanos, pero si actúa un poco como lo fue conmigo, no habría mucho problema.
Existían tres niveles de evaluación: el nivel uno, se usaba el dialogo amigable y racional; el nivel dos, se usaban las reprimendas constantes ante una diminuta equivocación; y el nivel tres, se usaban máquinas de aturdimiento físico (lo cual, se sugiere no usarlo en exceso).
—Usaré el nivel uno.
Sesshomaru abrió la boca para comunicar algo, pero Nanako llegó con una carta en la mano.
—Disculpe por interrumpirle, amo Sesshomaru. Llegó una carta para usted.
El sobre poseía un extraño sello de cera verde. Sesshomaru no necesitó un abrecartas ya que sus garras son efectivas en ello —bueno, a mí me parecería irónico si no las ocupara para un trabajo sencillo como ese—; la leyó detenidamente y se disculpó conmigo, ya que iba a estar ausente por un corto plazo del día.
[...]
Traté de tomar un baño en aquella tina que parece una piscina de niños, ya que sentí que necesitaba un baño —por mucho frío que esté haciendo, ya que esa es mi lógica de vida—, tengo suerte en que haya un calentador de agua.
Sesshomaru iba a estar ausente ese día, así que no sé exactamente qué hacer, supongo que me tengo que comunicar con su supervisor personal para ver si de verdad mi paciente es honesto.