Suspiré, me sentí pesado, aún sigo cansado, no quiero abrir los ojos, sin embargo, una humedad que se apodera de mis labios hace que abra los ojos con vacilación, todo sigue oscuro y borroso hasta que me acostumbro un poco a esos ojos que brillan frente a mí, se encuentra encima de mi cuerpo, me quedé atónito y creo que Sesshomaru quedó igual, nos vimos uno al otro en silencio.
Intenté sentarme y espantar un poco el sueño, incluso encendí la linterna nocturna. El rostro de Sesshomaru y su piyama se pintaban del amarillo de la lámpara, siempre parece una pintura o como una estatua en la oscuridad siendo iluminada por una vela.
―Sesshomaru, ¿qué ocurre? ―inquirí posando una mano por su mejilla, está caliente.
―No lo sé ―jadeó como si mi tacto doliera.
Tragué grueso e hice que se sentara y respirara profundo, su pecho subía y bajaba como si les faltara aire a los pulmones. Su temperatura está elevada, me levanté, busqué entre mis cosas personales una toalla pequeña, me dirigí al baño y lo humedecí con aquella agua tan fría que casi me entumece las manos. Salí de prisa.
―Recuéstate ―le dije y me obedeció.
Pasé el paño por su rostro, le subí la camisa del piyama, humedecí el duro abdomen, el pectoral; en cambio, el paño dejó de estar frío, calar el cuerpo con agua fría no funcionó, empecé a canturrear con un poco de preocupación, insistí en bajarle la temperatura con agua fría; Sesshomaru parece quemarme con su mirada.
Reviso la hora de mi celular, es media noche, no puedo contactar al señor Horikoshi para que me ayude, debe estar dormido. Mis ojos se detienen fijos en la notable erección que tiene Sesshomaru.
―Estás en celo ―digo en voz baja.
―Eso no puede ser. ―Apoya sus manos en la cabeza y la inclina un poco hacia atrás―. No puede estar pasando, debería de ser capaz de suprimir esto, es muy extraño ―dice en voz ronca y casi ahogada.
Detesto que mis malos presentimientos se cumplan, Sesshomaru se nota tenso, sin duda no le gusta esta situación.
Suspiro con resignación, no me gusta verlo asustado por una reacción biológica. Empiezo a buscar entre mi bolso de cosas personales, saco la botella de lubricante, destapo el paquete de condones y saco tres, los guardo en mi bolsillo, si de verdad los daiyokai tienen tres eyaculaciones, no quiero ensuciar esta posada.
Me acerco a Sesshomaru e intento que deje de cubrir su rostro, sus ojos son intensos y eso me fascina, lo beso para intentar calmarlo un poco, fue un beso corto, pero cargado de sentimientos sinceros.
―No te preocupes, tarde o temprano esto iba a suceder ―. Él me besa esta vez, con urgencia, el beso es húmedo por sus lamidas sobre mis labios, su boca es caliente y su legua parece una llama ardiente. Me separo de sus labios―. Quítate la camisa ―. Su mirada parece insegura, le sonrío y acaricio su mejilla, si quiero que esté calmado, tengo que pretender estarlo―. Confía en mí.
Vacila por un buen momento, mirando el piso, pero pudo retirarse la camisa del piyama, dejándome ver nuevamente ese torso que me parece tan bello. Toco la zona en dónde se encuentra el corazón, sus latidos son fuertes y acelerados, mis manos deben estar frías por haber entrado en contacto con el agua de este lugar, la piel de Sesshomaru no es tan pálida como la mía, la luz de la linterna hace que su tez tuviese brillos naranjas y luciera perlado.
Sesshomaru me mira a los ojos, sujeta mi muñeca sin ejercer presión, mueve mi mano despacio por su torso, aún puedo sentir la tensión de su abdomen y lo lisa que es esa piel. El claroscuro de la habitación transforma esta escena como las que suelen pasar en las películas. Sesshomaru con sus trajes es todo un dandy, por otro lado, esta situación le hacía verse compungido, sé que sabe lo que ocurrirá y tiene miedo de esas nuevas sensaciones, sabe que su especie es más intensa en este tipo de cosas y yo soy un ser humano mucho más sensible por mi condición.
Me acerco a su pecho y lo beso, esta acción le hace tensarse.
―Zero ―dice mi nombre con un suspiro―. Tu mano está fría.
Yo le sonrío.
―Es por el agua.
Afloja su agarre hasta soltarme, aprovecho la libertad de mi mano para colarla debajo del pantalón de piyama, acariciando el bulto entre sus piernas. Sesshomaru reacciona casi con brusquedad, logra sentarse e intenta posar su mano sobre la mía.
―Ze-Zero ―tartamudeó.
Vi sus intenciones de apartar mi mano y la moví por su erección cubierta por la tela de su ropa interior, ejerciendo poca presión, pero fue suficiente para que dejara escapar un gemido.
―¿No te gusta? ―Sigo dando masajes haciendo que escapen suaves gemidos. Con mi otra mano libre sostengo su barbilla, uno mis labios con los de él por un corto plazo―. ¿Quieres que me detenga?
Sus ojos dorados brillan de deseo, su respiración fuerte impacta en mi rostro, vuelve a gemir por mi toque.
―No. Sigue.
Me aparto de él para sostener en los extremos su pantalón y deslizarlos por sus piernas hasta sacarlos por completo, puedo sentir su mirada, su ligero temblar que no lo notaría si no le pusiese atención. Deslizo las puntas de mis dedos por las piernas, su piel se eriza por el contacto y me detengo cuando llego más arriba del muslo; colé mis manos al interior del bóxer gris, sintiendo la textura del vello púbico y de su erección. Escucho un ronco gemido.
―¿Se siente bien?
Él asiente mordiendo el labio inferior, sus gestos me parecen tan eróticos.
Estiro el elástico de la ropa interior y las deslizo por sus piernas hasta sacarlos. Mi mano masajea la entrepierna, escuchando jadeos; del bolsillo de mi piyama saco un condón sin dejar que la otra mano detenga su labor, rompo la envoltura con mis dientes, sé que aún falta para que se corra, pero quiero estar preparado para que no salpique el colchón.
Estoy excitado, ver el rostro de Sesshomaru con sus mejillas y orejas coloradas, su ceño ligeramente fruncido, intentando contener sus gemidos y sin ninguna prenda cubriéndolo es algo emocionante.