Así que nos fuimos de vuelta a casa y aunque sólo fue un día el que estuve en el hospital, todo se veía distinto.
Las calles, las personas, las casas. Todo tenía un aire nuevo para mí.
Quizás el haberme desmayado me hizo dar una forma de mirar más peculiar o no sé.
Debo estar loco, pero no le tomo asunto serio.
Ahora solamente quisiera saber de Gabriel.
Espero no haberle dado un susto de muerte.
—Mamá ¿Gabriel no le ha llamado?
—¿Y quién es Gabriel?
—¡Ay! Pero mamá, si te dije que era un amigo que conocí en el colegio.
—Ah, no sé.
—Mamá, tienes mala memoria, bueno que ya estás bien viejita.
—¡Ya vai’ a ver cabro de mierda nomás!
—¡ay! Mamá, si era una bromita nomás, no se me enoje que se le va a subir el azúcar.
—¡Ah! ¿Y vas a seguir?
—No, mami, no, no.
Editado: 06.08.2019