Normal vida

Capítulo V: Café-Helado

Dante era un hombre muy decidido con lo que deseaba, pero yo nunca me deje intimidar por él. Su mirada, su voz, su postura cuando me dirigía la palabra, nunca he visto nada igual en otro hombre, tan seguro de sí mismo. A veces cuando yo tenía problemas en casa, cuando vivía los abusos y problemas familiares, mi mente siempre traía al recuerdo aquel hombre, con valentía y tanta personalidad, que me inspiraba y me daba la fuerza necesaria para secar las lágrimas de mi rostro y seguir el camino.

-Dante, ¿qué quieres de mí? – le pregunté otra vez luego de ver que se había quedado pensando un lapso de segundo. -

-Bueno Pascal, mira tranquila no te haré nada. Si quieres lo dejamos hasta aquí -Me mira con cara frustrada y yo a la vez siento un verdadero temor con lo que me estaba diciendo- ¿Por qué siempre tan a la defensiva? Lo único que he hecho ha sido esperarte aquí como dos horas. Además, ya me di cuenta de que tienes el mismo interés en mí que yo por ti. -Me guiñe un ojo coquetamente.

En ese minuto la vergüenza me subió hasta más arriba de lo que yo pudiera disimular. Estaba roja, peor que tomate y un calor me inundó la cara, el cuerpo, etc.  Y sí, era vergüenza, porque me había delatado sola. ¿Cómo tan tonta? pensé. En menos de dos minutos un intercambio de palabras y dejé ver lo que él había logrado en mí. << ¡Trágame tierra! >>

Lo que tragué fue mi dignidad y el disimulo, acomodé mi garganta con un suave “Hummrr” y salió de mí un suave:

-Bueno, entonces…

-Pascal, no nos compliquemos. -Me interrumpe- No quiero ser tu amigo, pero es lo que te ofrezco. ¿Te parece?

Me extiende la mano al igual que cuando nos conocimos y yo le sigo el acto, afirmando lo que seríamos de ahí en adelante.

Aquella tarde, no tomamos ninguna micro hasta después de como 3 horas. Me llevó a un café-helado que había en esos tiempos y nos sentamos en una pequeña mesa junto a la ventana que tenía el local. Empezó a contarme de su vida. Era un hombre ocupado por su trabajo, estaba encargado de la administración de los locales Dos en Uno de la zona céntrica del país, eran alrededor de cuatro instalaciones. Su oficina en sí quedaba a unas cuantas calles de donde yo trabajaba, pero generalmente no se mantenía ahí.

___

Mi madre hace una pausa en la historia y me mira fijamente.

-Ale, ¿Tú crees en el destino? -me pregunta, saliéndose de la historia.

-Obvio que sí mamá, ¿por qué?  -le respondo.

-Porque yo quizás nunca hubiera conocido a ese hombre. Dante tenía una camioneta y dos días atrás (antes de conocernos), la tuvo que llevar al taller debido a una falla del motor. Así que por esos días estaba aprendiendo la ruta en bus hasta su casa, hasta que subió a la bendita micro y comenzó nuestra historia. –se le escapa un pequeño suspiro al hacer su conclusión.

- ¡Uy mamá! por cómo me lo cuentas es como nunca lo hubieras superado. ¿Aún lo amas?

Mamá baja la mirada a la vez que dejó su taza de té en la mesa, sonríe y me mira.

-Les he dicho que nunca más probé el café-helado. -termina por decirnos. A mi y a la nona, quienes seguíamos en la mesa.




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