El aeropuerto se abarrotó de gente que entraba y salía, algunas empujaban mientras la mayoría se abría camino para entrar y resguardarse del fuerte vendaval que se desataba fuera.
–Con permiso, por... fa...por favor– dijo la madre de Ela mientras se abría paso entre la multitud –permiso– dijo amablemente a un hombretón que cubría casi en su totalidad la entrada.
La madre empujaba con sus manos a la gente que tapaba su camino, debía llegar rápido al andén, aún faltaba la revisión de las maletas, de los boletos, de los pasajeros y pertenencias y demás.
–Ela– dijo regresando la mirada para conectar sus ojos a los de su hija, que en toda esta travesía no la había soltado –no me sueltes por nada– dijo casi inaudible reafirmando con la mirada a sus manos entrelazadas.
–Con…– trato de decir algo incómoda por el apretón de gente en el que había entrado –con permiso– aquello era en vano, nadie la escuchaba y el movimiento había parado.
La madre tomó a Ela por los hombros para después levantarla en un asiento con el que había chocado. Un ademán acompañó las indicaciones de buscar el número del andén con el que coincidía en sus boletos.
Ela levanto la mirada buscando entre la multitud el mismo número, era algo difícil y complicado, la gente era alta y a pesar de estar subida en el espaldar de la banca apenas podía notar algo a los lejos.
Un movimiento brusco, unos brazos alzados al aire, el forcejeo cuál reo habían llamado su atención, aquel chico trataba de soltarse de lo que parecía los hombros de una persona mayor parecido a él. La escena era muy graciosa, una pelea entre padre e hijo.
Ela sintió el tirón en su brazo, bajo la mirada notando el gesto de disgusto de su madre, la impaciencia por no encontrar el andén. Rápidamente busco por todos lados levantándose en puntillas unos centímetros más y la fila de número se notaba a duras penas. Un rápido vistazo tomando en cuenta el punto por donde empezó hasta que por fin con los pocos rastros logro identificar el número.
–A mis hombros– se dijo a sí mismo la madre, en cuestión de dos movimientos coordinados, Ela estaba sobre los hombros de su madre, la fortuna de no llevar nada en las manos apenas un bolso con pocas pertenencias y el ligero peso de Ela hacían que la búsqueda del andén fuera efectiva.