–Bien a la cuenta de tres – se dijo Saya –si no estoy mal esto será suficiente– se lamió sus dedos embarrados de salsa.
El plan de Saya consistía en llamar la atención de las mascotas que había dentro de la terminal, mascotas que primero no deberían estar ahí, pero por la tormenta se les permitió el ingreso, segundo que no han comido en horas y los perros siempre quieren comer o siempre comen aun cuando no tengan hambre, una de las dos era. Y tercera, quien diría no a unas alitas y algo de carne asada, aunque esto le costó el dinero que traía, todo era válido a estas alturas. Sus manos estaban pegajosas, había desmenuzado todas las alitas y arrancado la carne del hueso, ahora un leve olor a barbacoa inundaba su pequeño espacio atrayendo la atención de varias personas y de un par de mascotas que descansaban a lo lejos.
Esparció un poco de comida a un lado de las gradas.
Uno a uno los cachorros se acercaron sin miedo alguno corriendo de lado a lado buscando el origen de aquel aroma, pasaron por las piernas de todos, varias quejas se escucharon mientras los ánimos subían de tono, cuando los perros terminasen de comer aquí correrían atrás donde estaba la parte sobrante así no habría peleas y mucho menos problemas.
‘O eso espero’ pensó mientras su travesura acababa de comenzar.
Los pequeños cachorros se alejaron de sus dueños siguiendo el aroma de la carne desperdigada por el piso, alguno salió corriendo mientras otros ladraban al final todos se reunieron en la base de las gradas eléctricas mientras sus dueños intentaban atraparlos, entre juegos y ladridos un pequeño conflicto nació provocando que no solo los guardias ayudaran en la tarea de alejarlos, sino de retirarlos de ahí.
Saya aprovechó ese breve instante de confusión y subió las gradas a toda la velocidad que podía, mientras agachaba su cabeza y la cubría con su capucha.
Al llegar noto que la segunda planta era amplia y espaciosa, había gente en ciertas zonas, pero tenían un poco más de soltura de las que tenían las personas que esperaban en el primer piso, todo el lugar estaba ordenado y repartido con gente de toda clase acomodándose para pasar la noche. Recorrió todos los lugares que podía, miraba y observaba atento a no llamar la atención de nadie, abajo el bullicio perdía intensidad la situación al parecer se había controlado.
Saya sintió un alivio de no haber creado una guerra con sus travesuras.
Mientras tanto Ela miraba aquel chico cuyas travesuras podrían causar que el aeropuerto se volviera un campo de batalla, admiraba la osadía, pero temía de las consecuencias, era una chica que apenas conocía del mundo o lo que este podía mostrarle, pero le pareció grandiosa y graciosa la hazaña que acababa de observar.
Su mirada lo siguió por todos los rincones del segundo piso, Ela sabía donde quedaba cada cosa, salía a explorar un poco o bueno lo que podía hasta que su madre se la llevaba enojada de ahí, porque no debía alejarse jamás.