Yo amaba las noches así como recordar que mi papá ya no se encontraba conmigo me dolía demasiado. A veces me entraba una desesperación fuerte por querer cerrar los ojos y permanecer así mientras en mi mente se reproducía una serie de imágenes junto con papá.
Mi habitación estaba a oscuras y la ventana abierta, quizás yo estaba esperando a un Ares Hidalgo que entrara a mi habitación o a lo mejor un Christopher Morgan. Quizás el segundo sería mejor, pero quitándole la parte donde casi me mata.
Se escuchaban los truenos y a veces se iluminaba la estancia con la luz de los rayos que se colaban por la ventana. Podría decirse que no entraba un Ares pero sí luz a través de mi ventana.
Y... más lluvia.
Extrañaba a mi padre, lo quería y en aquellos dos años se seguía sintiendo como el primer día que partió de este mundo, había aprendido a sobrellevarlo, pero seguía habiendo aquella espina que jamás se iría..
Agarré mi laptop para escribir un poco más en la plataforma, pero lo que me sorprendió fueron las notificaciones que tenía. ¡Eran más de quinientos! Entré leyendo cada comentario por el cual risotadas salieron de mi garganta, tenía nuevos seguidores y muchos pedían en mi buzón que actualizara la historia. Con una sonrisa genuina comencé a escribir motivada.
"...Eleanor sabía que Malcom comenzaba a verla diferente desde que sin querer el roce de sus labios hizo contacto en la cocina. Ella también tenía ojos diferentes para él, entre su corazón había estado buscando aquello que finalmente encontró; un enamoramiento." Terminé de leer el último párrafo del capítulo y me sentí satisfecha al darle publicar.
La noche del martes se hizo más oscura y vi la hora en mi celular, las 11:30 pm. Dejé mi laptop de lado y verifiqué que nadie anduviera merodeando por la casa, yo sabía que en aquella hora no había nadie despierto, pero nunca estaba de más revisar por cualquier inconveniente.
Me coloqué mis tenis y un suéter ya que hacía un poco de frío. Caminé hasta un cajón que estaba atestado con golosinas y tomé unas gomitas.
Caminé hasta mi ventana para salir de mi casa, con la cortina cubrí el que no estaba cerrado. Yo ya tenía una cuerda preparada para aquellas cosas, no era la primera vez que lo hacía. Tiré la cuerda y comencé a descender por esta mientras que con la boca sostenía las gomitas para que no se me cayeran en la oscuridad de la noche.
Agarré mi bicicleta qué se encontraba a un lado en el jardín delantero de la casa, me subí y comencé a pedalear entre las calles. El viento golpeaba fuerte mi rostro y sentía demasiada paz. Ojalá estar así toda la vida, sin ninguna preocupación.
Muchas veces decimos que los seres humanos al relacionarse con otros son felices, que se sienten plenos rodeados por otras personas. Creo que ellos no sabían el significado de la nictofilia, ya que no se necesita a alguien más para ser feliz, uno puede encontrar su felicidad en cosas que le dan un estado de plenitud. Como, por ejemplo, en aquel momento mientras iba de camino a la azotea.
Pasé la última cuadra después de seis para llegar al parque donde a unos metros más estaba una casa abandonada. No tenía ventanas, ni puertas y mucho menos estaba habitada. Solo eran los bloques de cemento puestos, era una construcción no terminada ya que la demanda de no talar los árboles para construir más viviendas fue aceptada.
Desde hace tres años la azotea era nuestro lugar.
Subí las escaleras metálicas hasta llegar a la azotea de la casa, en el borde, sentado, se encontraba Joseph. Junto a él dos latas de Coca-Cola.
—Hola Jo —lo saludé y él se dio la vuelta—. Vine tarde.
—Grace —su voz se escuchaba ronca y el vaho salió de sus labios cuando hablo—: la Coca-Cola aún está fría.
Me encantaba su acento de Bolton, me recordaba mucho a Ethan, el cantante de una de las bandas más famosas del mundo; BG.5.
—Y siempre estará fría —le respondí.
Era una especie de decir que siempre estaríamos uno para el otro, mientras la soda estuviese fría nuestra confianza en el otro estaría segura, porque sabíamos que ante todo nosotros seríamos los primeros en tratar de salvar al otro.
Si la Coca-Cola ya no estaba fría... Ni siquiera quería pensar en aquello.
Nosotros teníamos estos encuentros cuando el otro se necesitaba, porque quería dejar sentimientos atrás sobre cosas o personas, cuando simplemente se quería distraer de todo y soñar que estaba en una burbuja.
Lo hacíamos en la madrugada siempre, era más fácil. Siempre había tenido la convicción que la madrugada estaba diseñada para dejar las emociones, sentimientos y pensamientos atrás, ya que tal vez nos sentíamos más seguros que parte de nuestros conflictos internos no llegarían a más oídos, que solo no seríamos juzgados por los demás.
Él vivía a tres cuadras de mi casa en la misma calle donde Paige también vivía.
Joseph me había mandado un mensaje para simplemente permanecer en una burbuja por tiempo limitado. Nosotros éramos así, a los ojos de los demás actuábamos como los mejores amigos odiosos que éramos, pero cuando todo se reducía a nosotros dos, era como vivir una epifanía. Éramos amores de noche y ajenos de día.
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Editado: 14.07.2021