Nosotros

CAPÍTULO VII

Luisa se miró al espejo.

La doncella que la asistía había hecho un trabajo hermoso con su cabello castaño semirojizo, con el colorete en las mejillas se veía radiante.

Estaba sola, la doncella acaba de irse para terminar el arcón para la luna de miel. Luisa trato de sonreír, pero enseguida los ojos se le llenaron de lágrimas. Unos golpecitos en la puerta de la habitación la sacaron de su aura triste, Amelia entró a verla y la abrazó con fuerza, tratando de hacerle sentir su solidaridad por la situación a la que se veía sometida. Luisa la apartó de sí con delicadeza, con una expresión determinada en el rostro y los ojos brillantes por las lagrimas contenidas.

Ambas se miraron una a la otra y asintieron levemente, mientras Amelia colocaba el velo blanco de exquisita confección sobre su rostro. Le apretó la mano con fuerza, para después hacerle salir al pasillo, bajar las escaleras y subir al carruaje que la llevaría a la iglesia.

Al ser una de las familias antiguamente más ricas de la ciudad, la iglesia estaba atestada, tanto por curiosos, como por los parientes a los que le costaba trabajo recordar con claridad.

Cuando León entregó a su hijastra en la mano de José Cailleros sintió una enorme punzada de remordimiento, pero Luisa simplemente estoica tomo la mano del que sería su esposo regalándole una sonrisa enigmática a su padrastro, para después concentrarse en interpretar a la perfección su papel de novia expectante, fresca e inocente. José Cailleros estaba fascinado con ella, estaba completamente satisfecho de haber conseguido la mano de aquella mujer, quien encajaría de manera muy conveniente en su vida, ya que no estaba bien visto que un hombre en su posición continuara soltero, así que no cuestionó lo más mínimo la mascarada de su ella durante toda la ceremonia. El único detalle relevante fue en el momento que el cura preguntó, si alguien tenía alguna objeción al matrimonio, porque la mirada de ella paseó con rapidez por el atrio de la iglesia, para enseguida regresar al frente y quedarse fija en él. Sin embargo el leve temblor de sus manos al hacer aquel gesto no le pasó desapercibido a Cailleros quien simplemente lo atribuyó a los nervios de su novia de que alguien se atreviera a arrebatarle aquel momento de absoluta felicidad.

Lo que él nunca entendió es que Luisa guardaba la esperanza de que contra todo pronóstico Nicolás interrumpiera aquella sentencia, pero sabía perfectamente que León intuyendo que aquello podría pasar lo había enviado muy lejos para que no obstruyera ninguna parte del plan. Así que a Luisa no le quedó más remedio que resignarse a interpretar su papel hasta el final, ocultando su dolor y decepción tras una máscara férrea de complacencia y sumisión.

Cuando Nicolás volvió, Luisa era la Señora Cailleros y estaba viajando por Europa de luna de miel con su flamante esposo que estaba orgulloso de su inteligencia y sus buenos modales.

No mucho tiempo después de haber regresado le tocó el turno a Nicolás de contraer nupcias con Isidora Sala, con la misma convencida resignación de estar cumpliendo con un deber, tenía la esperanza a pesar de todo de que con la convivencia pudiera llegar a amar a Isidora quien era considerada toda una belleza y una excelente candidata a esposa.

Así que durante casi un año no coincidieron, tal cuál León había planeado de manera anticipada, mientras el mismo continuaba su romance con Amelia lejos de las miradas curiosidad y ajeno a las habladurías que comenzaban a crecer como la espuma respecto a que el hermano de Isidora: Carlos Sala estaba irremediablemente encaprichado a exigir que Amelia se convirtiera en su esposa, ya que a pesar de no tener una cuantiosa fortuna, su parentesco, buen nombre y excelente educación la convertían en una mujer valiosísima para él.

Mientras tanto la obsesión de Carlos Sala por tenerla a toda costa, crecía a la par del amor que Amelia sentía por León.

ESMERALDA

Estaba orgullosa de sí misma, acabar una novela antes del deadline era un motivo más que suficiente para estarlo. Ahora el turno era de Graciela y la editorial por completo, en un mes mas o menos le tocaría promocionar su segunda novela en el marco de varios festivales literarios y aunque no quisiera admitirlo aquello la llenaba de tal ansiedad que había empezado a fumar de nuevo, a escondidas claro... oficialmente llevaba sin probar un cigarrillo casi tres años.

El clima era lo suficientemente agradable como para dar una relajante caminata que con algo de suerte le traería la próxima idea para la siguiente novela. Con gesto decidido se cruzó la correa de la bolsa sobre el pecho y empezó a andar a paso tranquilo para cruzar el parquecillo.

El aroma a tierra húmeda le indicó que no tardaría demasiado en llover, pero aún tenía un poco de tiempo antes de que eso pasar al pasar por un puesto de periódicos algo pareció susurrar en su oído “voltea” así que lo hizo echo un vistazo rápido sobre las revistas, pero ninguna llamó su atención. Comenzó a avanzar alejándose, pero antes de que el puesto desapareciera de su campo de visión le sobrevino un escalofrío que la congeló en su sitio. Allí en el puesto de periódicos estaba parado un hombre, era alto, no distinguía bien sus rasgos pero... algo no estaba bien del todo con aquel hombre, tal vez era el sombrero que llevaba en la cabeza o el bastón ... o todo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.