Yvalar se dirigía a su casa en la ciudad de Dracmere, en el país imperial de Ardebrion, después de un arduo día de trabajo como aprendiz de molinero. A medida que se acercaba, veía que fuera de su casa había varios guardias hablando con su hermana menor, Elysia.Mientras pensaba para sí mismo, sintió una mezcla de irritación y preocupación: "¿Qué querrán ahora estos imbéciles?"
El capitán Jarom, con el aliento apestando a alcohol rancio, arrastraba las palabras mientras se dirigía a Elysia. Su figura tambaleante y ojos vidriosos revelaban su embriaguez.
—Niña —hipó, mientras una mueca grotesca deformaba su rostro—, y dile a tu hermano que pague los impuestos —eructó ruidosamente.
Los guardias que lo acompañaban se reían a carcajadas, también claramente embriagados. El olor a sudor y alcohol impregnaba el aire, haciendo que Elysia frunciera el ceño en disgusto.
Elysia, nerviosa y haciendo una mueca de asco ante el repugnante olor, respondió:
-Ya les pagamos lo de este mes, no tenemos más dinero...
El capitán Jarom la miró con ojos maliciosos ,sus dientes amarillentos destellaron en una sonrisa torcida.
—Bueno, si no puedes pagar dinero —arrastró las palabras mientras pasaba un dedo sucio por el hombro de la joven—, podrías... podrías pagar de otra forma...
Elysia tragó grueso, sintiendo un escalofrío de miedo recorrer su cuerpo. En ese momento, Yvalar apareció y agarró firmemente el brazo del capitán, mirándolo con seriedad.
-¿Qué haces? -espetó el capitán, tambaleándose ligeramente- ¿Acaso quieres que te azote, molinero? ¿O peor aún, que los esclavice.
Los otros dos guardias, entre risas y burlas, empezaron a sacar sus espadas, listos para intervenir. Yvalar, sin embargo, le dio vuelta al brazo del capitán y depositó dinero en su palma, esbozando una sonrisa forzada.
-¿Algo más, capitán? -preguntó con falsa cortesía.
El capitán comenzó a contar las monedas mientras farfullaba entre dientes:
-Estúpidos campesinos... buenos para nada... con una casa que apesta a podrido...
Los guardias se relajaron y guardaron sus espadas, siguiendo al capitán que se tambaleaba hacia la taberna, riéndose y burlándose. Yvalar murmuró por lo bajo:
-Pedazo de mierda.
Se dio vuelta hacia su hermana y le preguntó con preocupación:
-¿Estás bien, Elysia? ¿No te hicieron nada?
Elysia tragó grueso y respondió:
-Estoy bien, gracias hermano -le abrazó el brazo mientras entraban a la casa,el contacto familiar le ofrecía consuelo.
-¿Qué querían? -inquirió Yvalar sus ojos escudriñando el rostro de su hermana en busca de respuestas.
-Querían cobrar otra vez impuestos...
Yvalar la miró de reojo, sospechando que no le estaba contando todo. En ese momento, percibió una leve brisa que traía consigo un olor a putrefacción, impregnando el aire con una pesadez que le oprimía el estómago. El hedor parecía provenir del patio trasero de la casa.
Yvalar, intrigado por el extraño olor, miró de reojo a su hermana de forma inquisitiva, buscando respuestas.
-¿Qué es ese olor? -preguntó con suspicacia.
Elysia, haciéndose la desentendida, respondió:
-¿Qué olor?
Yvalar se dirigió hacia el patio de la casa, con su hermana siguiéndolo de cerca. Lo que vio a continuación habría aterrado a cualquiera, pero Yvalar estaba ya acostumbrado de cierta manera.
Un perro yacía amarrado a un poste de madera, claramente muerto desde hacía días. Su cuerpo estaba cubierto de heridas, y en su cráneo se podía ver el cerebro expuesto. Sus ojos emitían un brillo verdoso sobrenatural ,El hedor a carne podrida era casi insoportable, y el aire se sentía denso y nauseabundo.
Elysia se acercó al perro, y para sorpresa de Yvalar, el animal comenzó a mover la cola y ladrar como si estuviera vivo. La joven se agachó para hacerle cariño, mientras Yvalar, de brazos cruzados, se apoyaba en la pared.
-¿Qué te dije sobre esto, Elysia? -preguntó con seriedad, su voz grave y cargada de preocupación
Elysia, mientras acariciaba al perro, respondió con tristeza:
-Es el perro del mercado... Me saludaba todos los días -una lágrima rodó por su mejilla-. Unos guardias tontos lo golpearon hasta matarlo.
Yvalar suspiró, consciente del peligro que esto representaba para ellos.
-Elysia, sabes que eso es peligroso para nosotros. No puedes hacer eso aquí.
La joven se levantó y se acercó a su hermano, con la voz temblorosa.
-Pe... pero...
Yvalar le secó la lágrima de la mejilla con ternura.
-Démosle una sepultura digna.
Elysia asintió y se acercó al perro. Posó su mano sobre la cabeza del animal, y el brillo verdoso desapareció de sus ojos. El perro cayó muerto una vez más, esta vez de forma
atmósfera se llenó de un silencio pesado, roto solo por el susurro del viento y el murmullo de la naturaleza que rodeaba el pequeño patio.
Días después...
Yvalar se encontraba en su casa, sumido en sus pensamientos mientras pelaba distraídamente una manzana con un cuchillo. La situación en el imperio de Ardebrion era tensa, con la guerra contra Frondeva en el norte y los impuestos abusivos que amenazaban a todos los habitantes, incluyendo a los de la ciudad de Dracmere. Muchos nobles y oportunistas aprovechaban la situación para enriquecerse, mientras que aquellos que no podían pagar los impuestos eran condenados a la esclavitud en el mejor de los casos.
Elysia, la hermana menor de Yvalar, se encontraba leyendo un libro que su hermano le había regalado, mientras tejía y cosía unas ropas con habilidad. Notando que su hermano estaba pensativo, decidió preguntarle con un tono preocupado y juguetón:
-¿Pasa algo, hermanito lindo?
Pero Yvalar, sumido en sus pensamientos, no se percató de las palabras de su hermana. Elysia se acercó y se puso frente a él, insistiendo:
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Editado: 12.06.2024