Rafaela
Creo que no solo yo, también el gerente, sabe que no podemos confiar en esa mujer. Noté la mirada de reojo que me dio, pero en ese momento su madre se atravesó entre ambos cortando nuestro contacto visual como si se diera cuenta de lo que pensábamos.
—¿No eres tú quien está detrás de esto? —le preguntó con seriedad.
Al escucharlo nos miró a ambos de forma divertida, con una sonrisa de malicia en su rostro que no sé cómo interpretarlo, para luego reírse con suavidad.
—Si hubiese sido yo no sería una simple foto, sino además un video y hubiera sido transmitido por todos los programas de farándula, “al fin el codiciado heredero ha vuelto a enamorarse” —y dijo esto extendiendo sus manos hacia arriba.
—No me parece gracioso —la interrumpió el gerente con brusquedad.
Su semblante luce dolido y molesto, de una forma como nunca lo había visto. Pero su madre, sin dejar de sonreír, se alzó de hombros.
—Eres igual a tu padre, no saben divertirse —señaló y cambiando el tema ante la fija mirada de su hijo, revisó su cartera sacando mi billetera y mis documentos—. Toma, querida, vine a devolverte esto.
Las tomé sin saber qué decir, no puedo darle las gracias porque ella misma fue quien las robó, además el gerente ahora mira la pantalla de su computador ignorándonos a ambas, estoy en una situación incómoda.
—Ahora necesito trabajar, después hablamos —indicó, aunque es claro que le sigue doliendo lo que su madre le dijo antes.
—Si no haces algo pronto, esa foto del beso puede llegar a tu padre y ya sabes cómo es él —le dijo la mujer mientras tomaba sus cosas para salir.
—No me interesa en estos momentos —masculló con fastidio.
Aquella solo se alzó de hombros y me hizo una seña para que la siguiera y aunque no quisiera, tampoco puedo quedarme aquí, es claro que el gerente no quiere a nadie cerca. Suspiré desanimada, debo tener cuidado de no caer en otra trampa. Pero al abrir la puerta nos encontramos de frente con el dueño de los hoteles, el esposo de la mujer a mi lado, que ante la sorpresa sonríe con triunfo y maldad, y el padre de quien impávido se ha levantado de su asiento.
—Tenemos que hablar —indicó con una seriedad abismante, tomando asiento frente a su hijo, sin siquiera saludar.
El gerente tensó su rostro y volvió a tomar asiento, no sin antes fijar sus ojos en su madre que no deja de sonreír con fingida dulzura.
—Vi las fotos —empezó el hombre mayor arrugando el ceño, siendo capaz de que su mirada luciera más fría y amenazante de lo usual.
—Puedo explicarlo —replicó ante su padre intentando mantener sus ojos fijos en él.
—No se verá bien que mi hijo haya besado a una mujer, así como así, no te educamos para que te comportes, de esa manera —le interrumpió con severidad.
—No nos besamos, esa foto muestra algo que no pasó —intentó mantener la calma, pero luce alterado.
Su padre se puso de pie.
—Beso o no, la foto dice que sí lo hubo, y no vengo aquí a comprobarlo, solo a buscar una salida del lío en que te has metido —señaló con un tono de voz que silencio hasta el susurrar del aire acondicionado.
—¿Y qué propones entonces? —endureció su mirada como si supiera lo que dirá su padre, a diferencia de mí, que ni siquiera puedo imaginarlo.
—Dirás a los medios que no besaste a una chica humilde de la nada, porque ambos están comprometidos —dijo como si estuviera dándole una orden.
Y su cara reflejó tal estupor que creo que solo se comparó con la mía que acabo de hacer una mueca sin saber si está haciéndome una broma o esto es real ¿Qué tengo que ver yo en todo caso con esta familia? Debería estar en mi puesto, siendo una tranquila y humilde subordinada, pensando solo en qué serie veré hoy al volver del trabajo, y no que todos crean, que el gerente y yo nos besamos, más cuando ¡Ni siquiera hubo un maldito beso para compensar todo este lío!
—¡¿Qué está diciendo?! Yo no puedo mentir de esa forma —y el gerente golpeó su escritorio como jamás lo había visto.
Sin embargo, eso no alteró la fría expresión de su padre, ni la sonrisa de maldad de su progenitora, quien se acercó a su lado.
—Hijo, tranquilo —su madre lo abrazó por la espalda—. En tu fiesta de cumpleaños ambos dirán que rompieron.
—Así es, solo dirás que se dieron cuenta de que ambos son incompatibles, que sus mundos son distintos y asunto arreglado —agregó su padre antes de darle la espalda.
Caminó hacia la salida, sin intenciones de seguir la conversación con su hijo, y abrió la puerta.
—Señorita Torres, acompáñeme —dijo girando a mi dirección ante mi estupor ¿Qué yo lo acompañé?
Tragué saliva antes de que mi cuerpo reaccionara. Pensará amenazarme creyendo que de verdad estoy detrás de su hijo.
—Leonardo a veces puede ser muy estúpido —indicó mientras caminamos al ascensor.
Lo contemplo en silencio sin entender por qué ofende a su propio hijo de esa forma.
—No solo permitió que su novia anterior lo dejase botado por su hermano, quedando como el hazmerreír de todos, sino que, además, se ha metido en líos involucrándose con una muchacha como usted.
—¿Acaso me considera inferior por ser de familia humilde? —exclamé apretando los dientes.
Pero ante su fría mirada, como si fuese un tigre frente a mis ojos, desvié mi atención de inmediato.
—No, no me malinterprete. He averiguado sobre usted y su familia y no hay nada sucio. Sin embargo, le recomiendo que por ahora no vuelva a su hogar, los periodistas buscaran hasta lo más recóndito de su pasado para hablar mal de usted. Una chica humilde que de la nada se besa con el hijo de una de las familias más poderosas, es claro que llama la atención y muy probable que la acusaran de ser una escaladora. Pero si lo fuera de verdad, yo no permitiría que se acercase a mi hijo, y si él fuera lo suficientemente listó se daría cuenta de lo que pienso.
Volví a fijar mis ojos en él.