Novia desafortunada

¡Hey, hola! ¿Fortuna?

Rafaela

Y ahí estoy, en medio de todo el barullo, entre todos los invitados que se han puesto de pie sin creer lo que ha pasado, y yo en medio. Con mi vestido de novia por el cual me endeude por meses, con mi ramo de flores aún en las manos, y tan anonadada que no reacciono ni siquiera a las palabras de mis padres.

—¡Martín, ha huido! —me grita mi madre sacudiéndome.

Pero no salgo de mi mutismo. Es como si en este momento estuviera viviendo una pesadilla, es como si nada de lo que está pasando ahora sea real, y espero escuchar la voz de mi novio despertándome.

Sin embargo, esto es real ¡Es mi realidad! Y Martín acaba de huir en medio de la boda tomando de la mano a quien es o más bien dicho era mi mejor amiga, y se han ido en un auto, huyendo como si fuese una película romántica. ¿Es que acaso yo soy la malvada antagonista que iba a casarse a la fuerza con el amor de la protagonista?

—¿Di algo? —me dice mi madre desesperada por mi silencio mientras mi padre intenta calmarla—. ¡No puedes perder a ese hombre!

Y la miro por un segundo intentando entenderla. ¿Querrá que corra detrás del vehículo en que acaban de huir al igual que una película futurista como si fuera un androide loco que persigue a los protagonistas? ¿O que al estilo de comedia romance me suba a una moto y los siga como si aquel hombre que acaba de decirme en la cara que soy un error y no me ama fuera a recibirme con los brazos abiertos?

—¿Dónde está la limusina? —sí, la que yo también pague. Le preguntó lánguidamente a mi padre.

—Afuera, ¿Quieres que volvamos a casa? —me responde preocupado.

—No, padre, voy a ir al hotel a usar la habitación que pague —le digo, hablando de esa suite de clase alta por la que gasté buena parte de mis ahorros, no pienso perder ese dinero porque la boda no se ha realizado.

—¿Qué estás diciendo? —me interroga mi mamá como si me hubiese vuelto loca.

No le respondo. Salgo a paso rápido al auto dándome cuenta de que todos siguen mis pasos, si esperan verme llorar y gritar el nombre del hombre que acaba de abandonarme en el altar, que se olviden de eso. Me subo al auto ante la expresión confundida del chófer.

—Vamos al hotel —le digo y por unos minutos espera que diga algo más, pero ante mi silencio solo gira tomando el volante y haciendo andar el auto mientras mi madre molesta golpea el vidrio de mi lado gritándome que debo bajar.

No lo haré… no lo haré…

Y la limusina parte dejando a todos los invitados atrás mientras el nudo en mi cuello se desata y al fin puedo llorar con amargura.

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Leonardo

Bebo un vaso de whisky con pocas ganas, de verdad debería estar trabajando en vez de perder el tiempo en el bar. Me pongo de pie quisquilloso por la compañía. Daniel me mira condescendiente, sabe que no me gustan los grupos de personas, ni las fiestas, me acercó a la barra y pido un jugo, lo que menos quiero es que el alcohol se me suba a la cabeza.

En eso escucho murmullos alrededor y veo en el fondo a una mujer vestida de novia que no deja de beber ante la atención de los presentes. Carraspeó ante lo que veo ¿Acaso esa mujer no siente vergüenza alguna? Luce triste, aunque por momentos parece que quisiera matar con la mirada a quien está en frente suyo, que es solo la pared vacía.

—Pobre mujer —exclama Daniel sentándose a mi lado—, por cómo se ve y por ese vestido debieron haberla abandonado en la boda.

Suelto un bufido molesto, un hotel como este, con esta categoría no debería estar en presencia de algo tan patético. ¿Ahogarse en alcohol por ser abandonado en la boda? ¡Qué estupidez! Me pongo de pie dejando mi vaso con molestia en el mesón.

—¿A dónde vas? —Daniel me detiene mirándome preocupado.

—A decirle a esa mujer que se vaya a llorar a solas a otro lugar ¿No se da cuenta de que todos la miran? —exclamé perdiendo la paciencia.

Mi amigo movió la cabeza a ambos lados.

—Deja a esa pobre novia en paz, está sufriendo, déjala desahogarse de la forma que quiera —me indicó compasivo.

Pero no quise escucharlo. No puedo evitar sentir rechazo al ver a alguien llorando por quien no vale la pena. Una escena que no debería estar a la vista de todos, siquiera por pudor de quien está haciendo este show ¿No tiene amor propio? Además, con ese vestido de novia, con ese maquillaje ya corrido, y con ese ramo de flores que no ha soltado de sus manos, ¿Qué busca? ¿Qué todos alrededor nos sintamos conmovidos por su situación? Se supone que nuestros hoteles siempre se han mantenido fuera de situaciones como estas y justo hoy que me veo obligado a venir aquí en espera de uno de los socios importantes de mi padre, nos encontramos con esto.

—Disculpe, señorita —le hablé con cortesía, pero sin fingir que me siento conmovido por su situación. Al contrario, verla así me molesta—. ¿Podría irse a ahogarse en su pena a otro lugar, molesta al resto de los comensales?

La mujer pestañeó como si no me entendiera, y luego me miró de pie a cabeza en forma agría.

—¿Quién mierda eres tú? —me preguntó ante mi estupor por su falta de educación.

Cerré los ojos buscando una paciencia que no tengo.

—Debería sentir vergüenza por venir a beber con ese vestido para que todos nos demos cuenta de que la han dejado botada en el altar, en vez de estar aquí dándonos un patético espectáculo ¿Por qué no se va mejor a llorar a su habitación? Recoja lo que le queda de orgullo, si es que le queda algo —y dicho esto arrugué el ceño molesto.

Se puso de pie, sin soltar su vaso, parece que ha funcionado, pero de la nada, la muy hija de su madre me tiró en la cara el contenido de su vaso, y sin decir más palabras salió del bar, dejándome tan estupefacto que no reaccioné hasta que las risas alrededor llegaron a mis oídos. Daniel llegó a mi lado ofreciéndome un pañuelo.




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