Liezl Fox
Me despierto sobre el hombro de alguien. Por unos segundos pienso que es Miles, pero luego el inolvidable olor de la loción de Andy se esparce por el aire.
Me incorporo inmediatamente. No debería estar acercándome tanto a él. No después de todo por lo que hemos pasado.
-Buenas tardes, dormilona- me dice con cariño, y mi estómago pega un bote. Le respondo con una sonrisa forzada. Sus oscuros ojos verdes brillan un poco al encontrarse con los míos. Creo que nunca me había fijado en lo largas que son sus pestañas. Sonríe de medio lado.
Aparto la mirada.
Llega una azafata de cabello grasoso, sonriéndole descaradamente al chico a mi lado. Apoyo mi frente en mi mano. Por suerte estoy al lado de la ventana, así que decido mirar las nubes de afuera.
De pequeña pensaba que las nubes serían como algodón, algo tocable. Pero ahora grande, noto que son simplemente pequeñas gotas de agua condensadas que hacen parte de un proceso bioquímico. No se pueden tocar o sostener. Son solo aire y agua.
No todo es lo que parece.
Andy y la azafata conversan por un buen rato, irritándome. Me levanto y voy al baño. Faltan como seis horas aún para llegar a Chile. Le escribo a Alice preguntando cómo van.
Ella dice “Estamos bien, Alan está bien. Aún no podemos creer lo de Miles, ¿por qué lo habrá hecho? Hemos llorado mucho por él.”
Sonrío al leer la actuación. Lo más probable es que nos revisen los móviles a todos cuando volvamos, así que debemos hacer un buen papel. Ya estarán investigando datos en la universidad, en las casas. No importa. Todo lo que ellos quieren saber se encuentra en el teléfono desechable que posee Andy.
Y por suerte, ese teléfono ya está en el fondo del mar. No tiene cómo ser rastreado.
La información que quieren no la van a obtener.
Hasta donde sabemos, Andy y yo estábamos esperando a Miles para ir a Chile, pero él nunca volvió. No sabemos si tenía alguna conexión con Rob Hastings.
Cuando vuelvo a mi puesto, Andy ha desaparecido. No me importa. Me vuelvo a dormir, con el anillo de matrimonio entre mis dedos.
El anillo que Miles me puso en el dedo anular una noche, mientras nos reíamos emocionados.
Extraño a mi novio.
Andy Lincoln
Cuando me despierto, el calor de Liezl me hace sentir seguro. Está dormida en mi hombro, como cuando éramos adolescentes.
Me río en silencio al recordar todas las locuras que hacíamos.
Ella se despierta, y otra vez la frialdad nos separa. Llega una azafata con un puesto de comida, y empieza a flirtear conmigo. A mi lado oigo a Liezl suspirar, y me alegra un poco saber que aún le irrita verme con otras chicas.
-¿estás seguro que es buena idea?- me preguntó, mordiéndose el labio como hacía cuando se angustiaba por algo.
Asentí, con el cabello revoloteándome en la cara. Liezl se veía aterrada, los ojos bien abiertos y una expresión de temor. Estábamos a punto de lanzarnos de un avión a trescientos metros del suelo.
-¿confías en mi?- le pregunté, por encima del viento
Ella asintió, pasando saliva. Me agarró de la mano, clavándome las uñas en la palma. Me dolió resto, pero no dije nada.
-Entonces, ¿Cuál es el problema? - le pregunté. Ella no supo qué responder.
Saltamos, agarrados de la mano. Ambos gritábamos. Yo de la emoción, ella del terror. Los demás ya estaban en el aire, formando un circulo agarrados de las manos. Wes parecía a punto de vomitar, Nate estaba riéndose histérico, Alice estaba concentrada, y Miles estaba…. Feliz.
La bonita azafata me trae de nuevo a la realidad, preguntándome si quiero un tour por la cabina. Qué rayos.
Miro a mi lado, esperando que a Liezl no le moleste, sin embargo, ella ya no está. Me alarmo inmediatamente.
-Tu amiga se fue al baño- me anuncia la azafata, sonriendo atrevidamente.
Si Liezl se ha ido, no creo que le moleste que yo me vaya también.
Cuando vuelvo, Liezl se ríe, burlona. Debe ser porque tengo la camisa a medio abotonar, los labios hinchados y el cuerpo cansado. La azafata está loca, literalmente se me lanzó encima tan pronto nos encerramos.
Debo admitir que no estuvo nada mal, pero aún así me siento culpable por dos chicas: Liezl y Maggie, mi novia.
Hace dos días que no nos vemos, y cuando le conté vagamente que me iba a ir del país por unos días, simplemente dijo “Ok. Te amo”. Ni siquiera le expliqué porqué o cuando volvería, y aún así ella tiene la suficiente confianza en mí como para no preguntar nada.
Ella se merece algo mejor.
Me muerdo el interior de la mejilla al pensar en ella, con sus pequeños ojitos cafés y su sonrisa tímida. La conocí en el primer semestre de la universidad, y hemos estado juntos desde entonces. Cuando dije que estábamos pensando en mudarnos, lo dije enserio. Es lo mínimo que puedo hacer por ella.
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Editado: 11.09.2020