Nuestra última primavera

Capítulo Ocho

*Nota:    Este capítulo en especial va para un amigo muy importante para mi, que me ha acompañado en todas las historias que he escrito y en muchos momentos de mi vida. Este nuevo personaje es tuyo. Feliz cumpleaños, Mate  ღ*

 

Nathan Fox

Sonrío al ver a mi hermana caminando preocupada hacia mí. La nariz me sigue goteando, y Wesley me agarra con fuerza de los brazos. Alice revolotea de un lado a otro, estresada y molesta.

Me fijo en que detrás de mi hermana le sigue Andy, con la camisa mal abotonada.

Huh.

-¿No te puedo dejar dos segundos solo, cierto?- me pregunta mi hermana apretando los dientes de la furia.

Niego con la cabeza como un niño pequeño. Si todos están dispuestos a hacerme pasar por la mascota del grupo, pues bien. Tiene sus ventajas. No debo explicarle nada a nadie. Nadie escuchará igualmente.

-Vámonos- anuncia Liezl al ver a Alan caminando hacia nosotros.

-¿Estás bien?- pregunta una chica que reconozco porque la vi irse con Andy hace poco a una habitación. Tiene el maquillaje corrido y el cuello del vestido doblado mal.

¿Qué nadie se puede vestir bien después de desnudarse?

-él está bien, gracias- replica mi hermana en español antes de que yo pueda siquiera respirar. Me rasco la nariz, ensuciándome toda la cara y el traje con sangre.

Mala decisión.

-Creo que enserio deberíamos irnos- anuncia Wesley silenciosamente, mirando de reojo a las demás personas alrededor nuestro.

Todos empezamos a caminar hacia las habitaciones. Alice, a mi lado, se aleja un poco para encender un cigarrillo, y la sorprende Andy desde atrás, arrebatándole el cigarrillo y dándole una calada. Luego se lo devuelve sin decir nada.

-No lo puedo creer- dice alguien a nuestra espalda. Alice se saca el cigarrillo de los labios y empieza a excusarnos.

-Alan…

-¡No, Alicia! No más. Váyanse a sus habitaciones, y no salgan sino hasta la hora a la que deban irse. No entienden el riesgo en el que se ponen- añade por lo bajo, mirándome directamente a mí.

Paso saliva.

Le hacemos caso como si fuéramos sus hijos, y mientras Wesley y yo nos encerramos en la habitación, me pregunto dónde estarán la forense y el que la acompaña. ¿Habrán visto lo que pasó? Ojalá hayan visto.

Así sabrán que no fui yo el que empezó la pelea.

Wesley se sienta en su cama y saca uno de sus libros de medicina. Se pone a estudiar inmediatamente. Resoplo y me voy al baño a quitarme toda la sangre de la cara.

Me miro al espejo.

Todos estos años… La gente me ha desvalorizado, y justo cuando tengo la oportunidad de dar cara, no es el momento adecuado. Sonrío con desdén frente al reflejo.

A veces me pregunto quién será el adoptado, si Lee o yo.

Recuerdo perfectamente a mamá diciendo “uno di voi non ha il nostro sangue, Nathan”

Uno de ustedes no tiene nuestra sangre.

¿Qué rayos habrá querido decir? Ni idea.

Alguien toca la puerta del baño

-Pase- murmuro. La puerta se abre con un estruendo y las cosas frente al espejo tiemblan. Miro por el reflejo a ver de quién se trata.

Nadie que yo conozca, así que hago un ejercicio de lógica.

No lo conozco, somos sospechosos de asesinar a un político corrupto, y debe haber más de un bando buscándonos.

Para cuando me giro, es demasiado tarde. La persona me tiene contra la pared y con la boca tapada.

Lo único que logro ver son ojos verdes con café, cabello oscuro y un poco crespo. ¿Qué diablos pasa? ¿Wesley dónde estaba?

En ese momento recuerdo algunas cosas que Liezl me alcanzó a enseñar en la preparatoria.

Le muerdo la mano con la que me tiene tapada la boca. La persona gruñe y me suelta por unos segundos. Me agacho y salgo de su agarre, pero es rápido.

Me vuelve a cubrir la boca con la mano, empujándome hasta otra pared.

-Dónde me vuelvas a morder, te juro que te lanzo por el balcón- me amenaza con una voz profunda que me hace dar un respingo, pero no me dejo intimidar.

Lo vuelvo a morder.

-Gracias a dios estamos a pocos metros- comento, alejándome de él y agarrando lo primero que encuentro, una revista.

Ok, no es mucho, pero servirá. La enrollo y apunto al hombre con ella. Este ríe, y yo igual. Aunque esté demasiado cerca, le pego con la revista en la garganta, atragantándolo. Luego le pego otra vez en la sien, pero él coge la revista con las manos, y me fijo que ambas tienen sangre. Sonrío satisfecho antes de que con mi propia revista enrollada me pegue en la nariz.

Naturalmente, mi pobre nariz vuelve a sangrar.

-Ya me la habían reventado, no había necesidad de repetirlo- me quejo, tocándome la sangre que empieza a fluir. Aprovechando el desconcierto del hombre, agarro una botellita de vidrio con sabrádiosqué dentro, y la exploto contra su cabeza. No es mucho, pero sirve. El estruendo es inmediato.




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