Adán llevó a Hellen hasta la estación Victoria, hubo un cambio de horario en el viaje que tomaría a Leeds por cuestiones laborales, su equipaje indicaba que permanecería allá durante varios días, desee que fuese para siempre. Los hermanos Fitzgerald eran bastante unidos, quizá demasiado pese a ser adultos, incluso planeaba esperar a que ella abordara y partiera, me dijo que sería rápido, seguido de eso podríamos ir a tomar un desayuno acorde a mi tabla nutricional, algo que yo poco respetaba y secretamente le confesé que acababa de comer una croqueta canina.
La razón del por qué pasó a traerme se debió a un asunto importante del cual quería hablar conmigo, la incógnita a penas me dejó dormir tranquila durante la noche, me puse muy nerviosa, le supliqué hablar más del misterioso tema, así logrando solo una breve pista "No es nada malo, relájate" A veces la torturante inquietud se manifestaba a través de alergias, diminutas ronchas rojizas rellenas de líquido transparente, por suerte en dicho momento nada más tenía una poco visible fastidiando mi palma.
Utilizamos las mesas exteriores del Starbucks para esperar. Hellen realizaba un molesto golpeteo impaciente con la base del envase de su Frappuccino sobre la madera y yo no quitaba la vista de Adán, el chico no soltaba el celular.
—¿Con quién hablas? —cuestioné sin pena
—Es esa tipa, —contestó de inmediato su hermana —¿Cómo se llama?
—¡Emma! —añadí despreciable —¿No?
—Aja, fea y mosca muerta, muy parecida a ti —refunfuñó bufona —O... quizá no, no es tan fea, tú lo eres más, sé reconocerlo
—¡Oye, no digas esas cosas! —intervino ofendido él —No traje a Debb para que la insultes, tampoco hables mal de Emma, ella no puede defenderse ahora
—Debiste decirme que Hellen vendría, en ese caso mejor hubiera tomado el autobús, se suponía que seríamos nosotros dos, ¡dos! Yo no debería estar aquí —expresé molesta
—Si, es cierto —apoyó la gruñona —Y si tengo suerte tal vez te marches ahora
—Si tienes suerte quizá te arrollé el tren
Hellen me hastiaba y volvíamos a tener diecisiete cuando discutíamos, era una chica mala, colérica e insultante, nunca fue parte de mis amigos ya que no conocía la definición de tal palabra, Adán era el único motivo de nuestra agria convivencia desde los tiempos escolares
—No me iré, si eso te fastidia —condené rascando desesperada la comezón de mi mano
—Bien, me importa un demonio, solo no te me acerques con esa roña —puntualizó —Saque...
—¿Has conseguido amigos en el CICRU! —Adán habló fuerte e interrumpió para que Hellen guardara silencio
—No —contesté indiferente, molesta, con el mentón alzado otorgando toda mi atención a las anchas banderas inglesas colgando del techo
—¿Motivo?
—No es la escuela, voy a trabajar, no a socializar
—Que tontería, existe algo llamado compañerismo laboral, algunos juran que amistad también, no eres buena empleada si no lo prácticas —otra vez se entrometió ella
—Apuesto a que tú sabes mucho, ¿no? Estoy segura que eres la persona más adorable de la empresa —repuse sarcástica
—No se trata de eso, pero si, sé mucho, recuerda que trabajo para recursos humanos y ahora también organizó eventos sociales ¡Jaque mate, perdedora! —se jactó orgullosa, la fulminé con desprecio. Ansiaba demasiado que su tren saliera pronto. —Yo jamás daría un aval para que te contrataran, no eres buena
—Tu ni siquiera conoces el CICRU, cierra la boca
—Conozco a la directora, Wanda Doyle o debería decir "¿Tía?"
—¡Por última vez, ya! —se sobresaltó Adán, tuvo el impulso de lanzar el móvil —¿Por qué siempre quieres pelear? ¡Me avergüenzas y muchas veces tampoco te soporto! —reprendió usando sólidas frases —No volveré a llevarte a ningún lado ¿Entiendes! ¡Nunca! Y si no te callas, Deborah y yo nos largaremos ahorita mismo
Reí sorprendida, el chico no acostumbraba exaltarse o aumentar el tono de voz como lo estaba haciendo, aunque no debí burlarme, sus cejas curvadas contra mí lo indicaron "Ihg, lo siento" Pronuncié. Adán lograba apaciguar un alto porcentaje del mar bravío que era Hellen.
—¿Qué pasa contigo? ¿Cuál es tu problema?
—No hay ningún problema —contestó succionando con rabia desde la pajilla —Esta soy yo, odio a los animales, a los niños, los aviones, el color verde y a tus mujerzuelas
—¡Estas enferma!
—Creo que necesitas visitar un psicólogo, puedo darte el número de Mrs. Quentin o Mrs. Boole, es la psiquiatra, demasiada ira no es normal —exclamé convencida
—¡Deborah, tu entras en la categoría animales! —siseó venenosa
—Ah —gemí —¡Mira, tu viaje saldrá! —Apunté alegre a la gran cartelera.
Nuestra conversación terminó y nos acercamos a las puertas oscilantes, los Fitzgerald hablaron y se abrazaron todavía emitiendo uno que otro reclamo, Hellen desapareció tras los portones del armatoste metálico
—¿Cuándo regresará? —inquirí caminando, Adán colocó su brazo alrededor de mi hombro
—El fin de semana, le darán un ascenso, por eso se reunirá con sus jefes en la central de Leeds
—Increíble, sería fantástico que la enviaran a África
—No creo que tengas tanta suerte, no hay cede en África, no hay en ningún otro país, a lo mucho, Hellen dice que quizá pronto se expandan por todo el Reino Unido
—Deberías llevarla al psicólogo, es enserio —nos detuvimos en el largo graderío que guiaba a la salida —Su temperamento no es normal
—Nunca lo ha sido
—Estoy de acuerdo. —Insinuante acomodé el cuello triangular de su chaqueta —Por cierto, ¿me dirás que es ese tema importante?
Aguardó un breve instante y de repente haló mi brazo hacia la pared.
—Debbie, se trata de un objeto en mi bolsillo. —confesó y palpó el lado derecho del gabán —Si te gusta, estaré demasiado complacido
—¿Qué dices? ¿Gustarme? —cuestioné curiosa. Sacó un cofrecito blanco con ornamentos vintage —¿Qué es eso?
—Algo muy especial, fue difícil comprar el que pensé sería el correcto y espero no haberme equivocado. —Abrió la caja, mostró ante mí un plateado collar relicario, tenía forma de corazón con diminutas piedrecillas brillantes, lo deslicé asombrada entre mis dedos, lucía clásico, casi sagrado, una preciosa joya digna de la realeza, podían colocarse una o dos fotografías dentro