Nuestro Último Beso

Capítulo 7

Cuando Arek detuvo el coche frente a la residencia solté el cinturón y abrí la puerta del coche. Sin embargo, antes de que pudiera irme, una mano me detuvo.

—Espera —dijo Arek, reafirmando su agarre en mi muñeca. — ¿Vas a ir a la conmemoración de Heather Collins? —preguntó, clavando sus ojos en los míos, con una intensidad abrumadora. Asentí con la cabeza; había escuchado demasiadas veces ese nombre en los últimos días como para no ir. —Vale.

Finalmente, soltó mi muñeca, dejándome marchar. Una vez que estuve fuera, cerró él mismo la puerta y aceleró sin despedirse. ¿Qué mosca le había picado ahora? Caminé hasta mi habitación, al abrir la encontré totalmente vacía, Lizz no estaba en ningún lado, todas las cosas estaban tiradas por el suelo, los cajones abiertos completamente vacíos y las camas deshechas, hasta las almohadas estaban rotas.

Retrocedí hacia atrás, asustada, alguien había entrado en la habitación. Habían entrado y destrozado todo.

—¿Estás bien? —dijo una voz que me hizo gritar del susto. Me giré a mirarle, alejándome: era el acosador del pasillo. — ¿Qué clase de fiesta extraña habéis hecho en esa habitación? —preguntó, asomando la cabeza por la puerta y viendo el desastre.

Cuando conseguí controlar mi respiración hablé.

—Han entrado a... robar. Supongo—respondí, llevándome una mano a la cabeza y echando mi pelo hacia atrás. —Dios, tengo que llamar a Lizz, le va a dar algo.

—¿Quieres que yo vaya llamando a la policía mientras tú llamas a tu amiga? —se ofreció. Asentí, marcando el número de Lizz, que cogió apenas al segundo pitido.

—¡Hola, Anne! —dijo.

—Hola, Lizz, ¿podrías venir a la residencia? Acabo de llegar, está todo hecho un desastre, creo que han entrado a robar. Estoy con un chico que va a llamar a la policía.

El silencio hizo presencia en la llamada. Lizz debía de estar en shock. Poco tiempo después, Lizz volvió a hablar.

—Estoy allí en cinco minutos, voy con Arek y Adrian. ¿Con quién me has dicho que estás?

—Con un chico, solo hemos hablado una vez, me devolvió mi móvil después de que lo perdiera.

—Vale... ¡Arek! ¡No! ¡Dame mi...! —Lizz se vio interrumpida por otra voz.

—¿Anne? —preguntó Arek— ¿Estás con el imbécil de la otra noche? —preguntó, enfadado.

—¿En serio esa es tu única preocupación? ¿Ni un "¿Estás bien, Anne?"? —refuté.

—¿Estás insinuando que no me preocupo por ti?

—No, estoy insinuando que eres un descerebrado

Colgué la llamada; estaba demasiado estresada como para sumar a Arek a la lista de problemas. Tal y como Lizz había insinuado unos minutos después aparecieron caminando a todo prisa por el pasillo, encabezando Arek la marcha. Caminaba dando largas zancadas directo hacia mí.

Cuando lo tuve enfrente, colocó sus dos manos en mis mejillas y comenzó a mover mi cabeza de un lado a otro, inspeccionándome.

—¿Estás bien? —preguntó, sin apartarse de mí a pesar de mis quejas.

—Estoy perfectamente.

Una vez que me escuchó afirmando lo que quería oír, centró la atención en el acosador del pasillo y se acercó a él con el ceño fruncido.

—Ya puedes irte, nosotros nos encargamos —dijo, con una clara nota de advertencia. Para suerte de ambos, el chico no dijo nada más, se despidió y se marchó. Entonces Arek volvió a poner su atención en mí; aunque Lizz le impidió hablar.

—¿Has visto si se han llevado algo? —dijo, asomando la cabeza por encima de mi hombro, viendo el desastre que había detrás de mí. Negué con la cabeza, apenas había tenido tiempo para nada. —Voy a ver qué se puede hacer, Arek, quédate con Anne, la policía debe estar al caer.

Y sin esperar a que respondiera, pasó entre nosotros dos y entró en la habitación, siendo seguida por Adrian, que caminaba en silencio pegado a Lizz.

—¿Qué vamos a hacer ahora? Todas mis cosas están... destrozadas. ¡Ni siquiera tengo un techo sobre el que dormir! ¡Lo han destrozado todo! —hablé, alejándome de Arek, y comenzando a caminar por el pasillo. Arek me siguió, sin alejarse más de un metro de mí. Los ojos se me cristalizaron sin que pudiera evitarlo; se suponía que la universidad iba a ser algo divertido y tranquilo.

—Tranquilízate, Anne, no te has quedado sin techo, es obvio que os quedaréis con Adrian y conmigo en la fraternidad. Para el resto ya encontraremos una solución.

Me giré de golpe, haciendo que chocara conmigo, colocó sus manos en mis hombros, recuperando el equilibrio.

—Se suponía que iba a ir bien, ¿sabes? ¡Llevo toda mi vida soñando con venir aquí! Ahora pasa esto... ¿Qué clase de comienzo es este? —pregunté, sin molestarme en secar las lágrimas que rodaban por mis mejillas.

—Uno genial, Anne, piensa en lo divertido que será, dentro de unos años, cuando empecéis a contar anécdotas en navidad y tú puedas decir cómo fue tu comienzo en la universidad, la gente se reirá a carcajadas cuando expliques por qué sé que tienes bragas de girasoles, como te perdiste con Lizz por el campus o por qué tuve que prestarte mis zapatos, y después contarás como después de comer conmigo encontraste tu habitación destrozada y tuviste que venirte a vivir durante unos días con el chico al que llamas elefante, tu amiga la despistada y su novio el meloso. En serio, si crees que vas a sufrir teniendo que vivir conmigo, espera a ver a esos dos en plan empalagoso, dan diabetes.

Sonreí ligeramente, mirando fijamente a Arek, que me observaba con fijeza, casi parecía que él también estaba triste. Deslizó sus pulgares con delicadeza por mi piel, llevándose todas mis lágrimas, y después me soltó. Sentí el frío recorrer mi piel cuando las cálidas palmas de sus manos abandonaron mis mejillas, y, por un instante, deseé que volviera a colocarlas en el mismo lugar en el que estaban.

—Supongo que tienes razón.

—Cariño, pronto acabarás dándote cuenta de que siempre tengo la razón —respondió, guiñandome un ojo y llevándome junto con él hacia la policía, que había llegado sin que me diera cuenta.



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En el texto hay: misterio, romance, badboy

Editado: 08.06.2022

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