Nueva Vida

4 - Shin - 2

El ascensor subía rápidamente por el edificio, a su lado estaba Tharan y uno de sus guardias. Más que guardia era su mayordomo, ya que el soldado no podía hacer nada en una batalla por ninguno de ellos. El ascensor se detuvo en un piso muy alto, ciento once. El guardia abrió la puerta para ellos. El suelo brillaba reluciente y las cerámicas parecían nuevas. Entraba muchísima luz por el ventanal. El guardia los despidió para quedarse en el pasillo. Tharan caminó dentro para acercarlo a la ventana, detrás había un estéril balcón con una hermosa vista a Kaas.
“Bienvenido a tu morada, aprendiz.” Dijo divertido Tharan. “Este piso es tuyo. Uno de los beneficios de ser mi aprendiz.” Agregó mientras se apoyaba en la balaustrada. “¿Qué te parece?”
“Demasiado.” Dijo con seriedad Ihsahan.
“Es lo que te mereces, pronto empezarás a pagarme estas atenciones…” Dijo al aire Tharan. “Lo primero es arreglar esa bonita cara tuya. Tu habilidad para infiltrarte en territorio enemigo se va a beneficiar de ello. Tienes una enfermería completamente funcional. El droide será tu doctor. Luego, una ducha, apestas. Ya no eres un aprendiz de la Academia.” Agregó mientras se giraba.
“Enseguida, maestro.” Dijo con prestancia el sith.
Ihsahan revisó las puertas para encontrar la enfermería. El droide era negro y alargado, tenía una media docena de brazos y no tardó mucho en desnudarlo. Su frío y estéril toque recorrió su cuerpo reparando todo el daño que había sufrido, al mismo tiempo estaba cortándole los cabellos. En menos de media hora estaba como nuevo, sus manos ya no dolían y tenía todos los dientes en su boca. Desnudo, buscó el baño para encontrarlo en una de las esquinas de su nuevo habitáculo. El agua estaba caliente y sentía que no se había bañado en años. Encontró ropa sobre la capa. Su negra túnica le quedaba al cuerpo y tenía una larga capa para protegerlo. Se miró en el espejo para notar su estilizado cabello y su desnuda cara. Sin detenerse demasiado, caminó para encontrar a su maestro en un estudio. Siempre estaba tomando algo.
“Ahora sí, sith…” Dijo sonriente mientras se ponía de pie.
Su sonrisa siempre lo hacía pensar que todo lo que hacía solo lo beneficiaba a él.
“Perfecto, eres todo un Imperial.” Agregó mientras lo tomaba del mentón para revisarlo. “Tengo otro regalo para ti.”
Ambos caminaron hacia el escritorio. Había una máscara y un casco. La máscara era peculiar, era mandaloriana. Su visor era oscuro, tenía un par de símbolos sobre este. Unas líneas concéntricas recorrían sus lados. Había visto esa máscara en un libro en los archivos de Karastros, aunque en su memoria era dorada, esta era roja.
“Una reliquia del pasado…” Dijo divertido Tharan. “La máscara de Mandalore… Los clanes que fueron derrotados por los Jedis de la República intentaron unirse hace unos años, justo después de la Guerra Civil. Tuvimos que ponerles un freno, unidos siempre han sido una molestia. Esta máscara marca el nacimiento de un nuevo sith, de la más poderosa arma del Imperio. Quiero que pongas el terror en las mentes de los mandalorianos que crucen tu camino. El dorado no va contigo, así que hice pintar de rojo.”
“No voy a defraudar la confianza que has puesto en mí, maestro.” Dijo con seriedad Ihsahan.
“Ah, no es que solo estoy confiando en ti, Ihsahan. Tienes un potencial dentro de ti que nadie puede ver y yo quiero ser su descubridor. Tus victorias serán mías, pero tuyo será mi poder.”
Ihsahan levantó la máscara para incrustarla en el casco. Este cubría su cabeza por completo y era mucho más cómodo de lo que esperaba.
“Majestuoso, Ihsahan. Todos recordaran esa máscara sin presencia cuando se enfrenten contigo.” Dijo con seriedad Tharan. “Esto no va a ser fácil, aprendiz. Tenemos tres misiones, la primera y que más tiempo te ocupará será trabajar para Inteligencia. Segundo, será expandir la influencia de las Sombras y, por último, venganza, probablemente tus misiones te acerquen a ese objetivo de todas maneras.”
“Entendido, maestro.” Respondió con seriedad Ihsahan.
“Tú último obsequio debe estar por llegar, yo sé que no necesitas protección, pero quiero que empieces a armar tu propio juego de herramientas.” Dijo pensante Tharan. “Uno de nuestros objetivos es acabar con esa idea de que solo nosotros tenemos el poder. Hemos aprendido de nuestras derrotas previas que todos deben tener un lugar en el Imperio.”
Una mujer rubia apareció por la entrada para acercarse a ellos, hizo una rápida reverencia para luego pararse frente a él. Su postura era militar y recordaba haber peleado con ella frente a la Montaña Blanca. Ahora sus cabellos estaban cortos y tenía el mismo peinado que él. Su uniforme era negro y parecía respetar en demasía a su maestro.
“Mirana solía ser una de las Guardias Imperiales de nuestra amada Emperatriz.” Dijo divertido Tharan. “Como falló en la misión que le encomendó Tudra, terminó haciendo lo que mejor sabe hacer, custodiar puertas. Esto es lo que hacemos, sith. Las Sombras no somos como el resto de nuestros hermanos.” Agregó mirando de cerca a Mirana. “Ella va a ser tu chofer y todo lo demás que quieras que sea… Es una gran guerrera para ser que no puede usar la Fuerza.”
“Encantado de conocerlo, sith.” Dijo con firmeza la guardia.
“Este es mi aprendiz, Ihsahan.” Dijo sonriente Tharan. “Vas a respetarlo rápidamente, Mirana. Su talento es inconmensurable. Aprendiz, tómate unas horas para amigarte con tu nuevo hogar. Te mandaré a llamar pronto, ya es hora de presentarte en sociedad.” Terminó para marcharse.
Mirana lo miraba fijamente. Sus afilados ojos azules estaban posados en su máscara y lo recorrió con la mirada por un segundo. Seguido, enderezó su postura para poner las manos detrás de la cintura. Ihsahan se quitó el casco para recorrer su departamento. Encontró la habitación, donde parecía tener más ropa y terminó mirando su cocina con detenimiento. Ihsahan sabía que todo lo que su maestro le había dado tenía condiciones, que lo estaba espiando a cada segundo y que no podía confiar en la comida de su heladera. Dio medio paso al costado para que la daga de Mirana pasara a su lado. Apretó el cuello de la guardia para levantarla en el aire con facilidad. La arrojó por el pasillo para que termine frente a un sofá.
“¡Jedi!” Gritó enojada para volver a lanzarse al ataque.
Ihsahan no tuvo que hacer nada para ahorcarla en donde estaba. Sus afilados ojos azules estaban posados en él mientras pataleaba en el aire. La arrojó hacia la entrada, donde su maestro volvía a entrar.
“Ah, olvidé le pequeño detalle de que tú eres el culpable de su caída, Ihsahan.” Dijo jocoso mientras la mujer se ponía de pie. “Siempre ha tenido mucho orgullo, por eso quería que fuera tu primera herramienta.”
“La próxima vez que me ataques te recomiendo que me mates, Mirana.” Dijo con suma seriedad Ihsahan para luego perderse en su casa.
Su maestro se fue aplaudiendo por la puerta. Ihsahan terminó mirando la hermosa vista que tenía su ventanal. Kaas era una ciudad metálica y extensa. Los vehículos viajaban en la distancia y parecía que podía ver la Ciudadela Imperial desde su balcón. La mañana parecía tranquila y parecía que incluso había algo parecido a un parque frente a su edificio. No sabía nada sobre la ciudad, solo que su crecimiento había sido explosivo y que ahora el centro del Imperio. Mirana se detuvo detrás de él a mirarlo fijamente.
“¿Qué rayos haces aquí, jedi?” Preguntó con firmeza la mujer.
Ihsahan se volteó solo para mirarla, pudo notar el miedo en sus ojos.
“Mierda…” Agregó ofuscada. “Nunca pensé que un niño bonito de la República pudiera tener esa clase de mirada…”
“¿Qué quieres, Mirana?” Preguntó con seriedad el sith.
“Me disculpo por haberte atacado, sith.” Dijo con algunas dudas la mujer. “No he tenido…”
“No quiero escuchar tus disculpas.” Dijo con seriedad Ihsahan para luego voltearse y seguir mirando por el balcón.
Mirana conocía cada detalle de la ciudad.



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Editado: 21.03.2023

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