Un pitido. Dos pitidos. Tres piti...
Sabes que, ya me cansé. Alargué mí brazo para agarrar ese bendito aparato fastidioso, cuando lo localicé. Lo cogí y lo tiré lejos. Si, lo sé, soy muy agresiva. Se escuchó la caída sobre lámpara. R.I.P para mí despertador.
Me removí en la cama, con mi cara en la almohada. Gruñendo. No me quiero levantar. Este es uno de los peores castigos de la vida levantarse después de un cómodo y hermoso sueño. La vida es cruel.
Ah, mí almohada, mi único amigo fiel. Que dramática soy.
Otro día.
El sol calentaba mi rostro a través de la ventana y me mostraba un hermoso día, nótese el sarcasmo
¿A quién quiero engañar?, odio los lunes, mejor dicho ¿quién no?, tener que levantarte a ir a estudiar o a trabajar para volver a tú casa del mismo humor o peor.
A regañadientes me levanto y me fijo en la hora a través de mi celular. 7:45 am. Rayos voy tarde como siempre, pero siendo sincera no quiero ir, tengo tanto estrés encima con la universidad, ya se acaba el semestre y tengo que entregar trabajos más largos que un pergamino sin fin y las desveladas. En fin un martirio, eso es explotación estudiantil.
Ok, estoy loca.
Me dirijo al baño, mientras me miro al espejo. Verdaderamente parezco un zombie. El cabello revuelto y las ojeras más profundas que un poso. Soy la definición de un muerto viviente. Eso me pasa por quedarme hasta tarde viendo series hasta tarde, necesitaba un descanso. Si, esos son mis descansos, pero que valen la pena cuando llegas al final de una serie, a menos que sea un final inesperado.
Me baño dejándome llevar por la tranquilidad del agua, no voy a mentir está más fría que mi alma. Pensar en todo lo que tengo que hacer hoy ya me cansa y eso que no he empezado. Soy muy floja hay que admitirlo.
Cuando salgo me voy al armario a buscar mi ropa, en el camino me encuentro la lámpara rota con el despertador. Bueno, no fue mi culpa nadie interrumpe mi sueño.
Me pongo mis jeans negros clásicos, mi camiseta blanca y uno chaqueta negra de cuero. Vaya luzco como una chica mala, pues bueno no es para menos porque lo soy. Cuando voy a buscar mis tenis...
Vaya mier...
Dios mío, este día no puede empezar peor.
Pero que le pasa a ese bendito gato maligno. Mis zapatos preferidos están hechos un asco. Todo por culpa de la mierda de ese gato. Huele horrible, pero que le dan de comer, come más que el propio Garfield.
Esto no se quedara así, señor Clash, digo mirando. Clash es el gato de mi amiga y compañera de piso Blake. Amo a los animales, pero esto es el colmo, no puede ir por la casa defecando como si fuera cualquier cosa.
Me cambio de zapatos, tomo mi mochila con mi celular y las llaves. Salgo de la habitación lo más rápido que puedo, porque sé que voy tarde, como siempre. Es que no te puedes levantar temprano por una vez Sky, me recrimino. Pues no.
Cuando llego a la sala, que está conectada a la cocina, me encuentro a Blake buscando en la nevera para ver que desayunar. El departamento es espacioso con una vista decente a la ciudad, me mudé con Blake desde que entramos a la universidad y desde ahí compartimos gastos. Me quise independizar de mis padres, fue todo un caso y más después de lo que pasó. Siento una punzada al recordarlo, pero me obligo a olvidar.
Desde ese entonces Blake y yo somos como mejores amigas, muy diferentes y un poco locas, solo un poco. En fin, vivimos en el centro de Los Ángeles. Pagamos lo que podemos y nos divertimos de vez en cuando, sí que vida más aburrida.
Me dirijo a la isleta que hay en la cocina y me siento en una de las sillas mientras Blake sigue sacando cosas para poder comer algo antes de irnos a la universidad. Se da la vuelta para quedar frente a mí.
-¿Qué quieres de comer?- me pregunta mirándome – Hay huevos, tocinos, jugo de naranja – se detiene buscando algo entre las estanterías – Y cereales.
-¿Sabes que quiero? – le pregunto entrecerrando los ojos.
-No, ¿qué?- me pregunta con intriga.
- A tu gato a la milanesa – digo en modo medio broma y en serio. Bueno, no es que lo que haría, pero parece que el gato me odiara.
- Ay no!, qué te ha hecho el pobre señor Clash para que lo trates así – me dice en modo de reproche. Sabe muy bien lo que hace su gato y en mí cuarto – Es un angelito.
- Mejor dicho ¿Qué no hace?, esta haciendo mierda la casa – digo – Literalmente.
- Bueno, dejemos eso para después, me voy a ir a cambiar – dice yéndose de la cocina hacia su cuarto - ¡vas tarde! ¡Otra vez! – me dice cuando ya va por el pasillo mientras yo ruedo los ojos.
Ella entra una hora más tarde hoy. Que suerte, en cambio yo voy tarde como siempre. Me levanto del asiento para buscar una tasa y servirme el cereal con la leche. Es lo más rápido que hay y sin comida no funciono.
Trato de recoger mis cosas junto con mi mochila lo más rápido posible, guardo todo lo que necesito y me encamino a la puerta, en una de esa me encuentro con algo que me obstruye el camino. Y sí es ese gato, lo quiero mucho pero a veces es insoportable, pero no puedo negar que es tierno con sus ojos de diferentes colores y pelaje blanco.
-Tú y yo tenemos un problema, lo arreglaremos después – le digo mientras me mira a los ojos con cara del gato con botas – Ah no, conmigo eso pucheros no sirven o bueno lo que sea que haces - Sí, definitivamente estoy loca, solo falta que piense que me habla.
Abro la puerta y camino hacia el ascensor. Ahí me encuentro con la señora Smith la vecina de al lado, es un poco amargada. Miro el reloj y son las 8:10 Am. Rayos, es tarde teniendo en cuenta el trayecto de aquí a la universidad, aunque en mi moto será mucho más rápido. Salgo del ascensor y me despido de la señora. Me dirijo al parqueadero, donde encuentro mi moto.
Me subo y arranco a toda prisa. Siempre me ha gustado esta sensación de sentir la adrenalina del momento, por eso me gusta ir en mi moto, se siente bien. Además de que siempre me recuerda a mí...