El intento de persuadir a Alan para que me contara algunas verdades y dudas que tenía, no salió bien, pero no puedo negar que no todo esto fue una perdida.
Estaba mal lo que había hecho y lo sabía. O en parte.
La única razón que tenía era que si no accionaba en el momento indicado no iba a lograr nada. Nunca había caído tan bajo, pero necesitaba respuestas. La cuestión era que en la visita de Alan—la cual me sorprendió—, había tomado una decisión que se basaba en hacerme la desentendida y dejar a la vista la nota anónima que había recibido mientras iba al baño, donde esperé a que mordiera el anzuelo. Esto con el fin de averiguar si eran ciertas algunas de mis sospechas.
No estuve segura de que Alan fuese el responsable de tal situación, pero no lo pude descartar, ya que, había caído en cuenta de que desde que Alan había ingresado a mi vida tiempo después comenzaron a llegar estos mensajes y la nota ahora en última instancia, lo que me hacía dudar de él.
Algo me decía que estaba equivocada, pero solo tenía que esperar. En cuanto a lo otro que sucedió antes de esto. Fue extraño, él y yo casi nos besábamos y no solo eso, sino que parecía que me hubiese arrojado encima de él, lo cual tenía poca importancia, sin embargo, me había hecho sentir muchas cosas en ese momento estuvimos juntos. Tuve que aceptar que sentía un deseo feroz hacia él, pero este era sobrepasado por la inquietud de saber más de él y de por qué se me hacía muy familiar a veces.
Caminaba en los pasillos de la universidad que estaban prácticamente vacíos. La mayoría de personas estaban en la cafetería o en cualquier otra parte. Hoy por fin había entregado ese trabajo por el que había conocido a Alan, el profesor quedó satisfecho por ende yo también. Por esa razón cuando estuve andando me acordé de él.
Mis pensamientos estaban perdidos en todos los problemas que abarcaban mi vida y no sabía cómo controlarlos.
Mis clases se habían acabo por el día de hoy y eso me tranquilizaba, era una cosa menos que hacer y es que sentía el peso en mis hombros no solo por lo que había pasado sino porque mañana era él día. No quise recordar que estaba cerca de serlo.
Cuando llegué a la salida de la universidad me llevé una sorpresa de quién estaba en el parqueadero.
Me paralice por un momento, pero trate de recomponerme rápidamente.
Fui hacia él.
— ¿Qué haces aquí?—le pregunté a Waden.
Él sonrió. Ahí se encontraba frente a mí llevando una camisa blanca de mangas cortas que dejaban al descubierto sus múltiples tatuajes que cubrían su piel morena y su cuello en donde descansaba su larga cicatriz.
—Cariño, he venido a recogerte. —me dijo burlonamente.
Solté un resoplido.
—Te lo repetiré una vez más. —Hablé mordazmente—, ¿Qué haces aquí?
Me miró con fingida ofensa en su cara.
—Pero que maleducada eres Sky—expresó él.
Me acerqué y quedé frente suyo. Se encogió de hombros.
—Bueno, si insistes, te lo diré—su rostro estuvo cerca del mío, sin importar que estuviéramos en un lugar público—. Necesito que me devuelvas lo que me robaste. Ahora.
—Pues que mal, porque no sé dónde está o más bien desapareció—expliqué mientras me mira con desinterés mis uñas.
De un momento a otro cogió mi muñeca de una manera que me lastimaba. Hice una mueca de dolor. Sentí la ira corroerme.
Me zafé de su agarre inmediatamente.
—No. Vuelvas. A. tocarme. —espeté furiosa.
Él se rio. Eso incremento mi cólera.
—No decías eso cuando antes lo hacía. —dijo petulantemente.
Quería ahorcarlo con mis propias manos en estos momentos. Me contuve y suspiré aproximándome a él.
Sonreí.
—Parece que alguien todavía no me supera—solté aire de manera dramática—. Eso no es bueno, Waden. Aunque enaltece mi ego, el que sigas pensando en mí.
Su sonrisa se desvaneció y la ira surcó su rostro.
—O me devuelves lo que te robaste, o te irá muy mal. —discutió.
De mi salió una carcajada. Sabía a lo que se refería, pero ese dinero ya se había perdido con destino a España. Para sascha.
—Me estas amenazando. —afirmé—. Cuidado con eso.
—No me importa, solo quiero lo mío de vuelta. —habló—. O esto terminara fatal para quienes quieres.
Alagué mi mano hacia su rostro. Su cuerpo se tensó.
—No serias capaz de hacer nada en contra mía—acaricié si cicatriz que empezaba por su mandíbula y terminaba en su cuello—. Llegas a hacerme daño a mí o quien quiera y esto acabara mal para ti.
Mi advertencia fue clara y concisa. Como no dijo nada, seguí.
—No te conviene que diga algo, ni tampoco a mí, así que déjalo pasar por esta vez. —fue lo único que dije antes de separarme de él y apartar la mano de su cara.
Él seguía igual de impasible, pero lo había entendido. Me di la vuelta y dirigí mis pasos hacia mi moto estacionada.