Nunca me ames

Capítulo 15

Era hoy y ahí me encontraba.

Hoy, 15 de septiembre.

Estaba en el frio y sombrío cementerio de Oakwood Memorial Park. Todo estaba levemente oscuro, se veía algo tenebroso, pero eso era lo de menos. El silencio inundaba el vacío lugar lleno de los espíritus de aquellas almas que alguna vez lo perdieron, aquellas que solo sus cuerpos descompuestos descansaban bajo varios metros de tierra de donde me encontraba.

Los cementerios siempre eran ese lugar donde albergaba la tristeza y el dolor de mucha gente, y que a la vez estaba lleno de soledad. Sin embargo, yo no me sentía así porque el problema es que no podía sentir nada. Estaba ahí en medio de miles de tumbas de personas desconocidas en busca de la que yo tanto conocía.

El pasto estaba húmedo por el rocío caído de la lluvia que hubo hace unas horas. Mis pisadas se adentraban cada vez más en el camposanto, las sombras de los arboles reposaban en el suelo y cielo nocturno mostraba que pronto amanecería. Me detuve recordando las coordenadas de lugar. Por un momento me quedé estática en donde estaba, sabía muy a donde dirigirme, la cuestión era que no quería, simplemente no podía.

Mis pies parecieron tomar vida propia y quedarse pegados donde me encontraba. No podía seguir. El ramo de flores de lotos blancas estaba entre mis manos sucias, porque en verdad era así. Respiré hondo, instándome a continuar, aunque el vacío en mí se hacía cada segundo más grande cuando avanzaba a mi destino, el aire se volvía más denso que se me convertía difícil llegar a respirar bien. Todo era más pesado para mí, las carga en mis hombros eran más grandes de las que podía llevar. Incluso sin saber cómo mi cuerpo se podía siquiera mover por sí solo. Todo daba vueltas, una y otra, y otra vez, como un espiral de emociones, el punto era que tampoco sabía si sentía alguna emoción en ese momento, era extraña, muy extraña.

Me pregunto muchas veces, si en algún instante de su vida alguien no se ha sentido tan cargado y cansado, como si no pudieras hacer nada más que estar ahí de brazos cruzados sin ningún poder de detener el caos que es tu vida, ya que, muchas veces nunca se llega a tener el control absoluto de esta por la razón de que todo se te sale de las manos y no hay manera de manejarlo. Que se sienta como si lo demás fuera demasiado para ti. Bueno, así me sentía yo. Tal vez, peor.

Los recuerdos cada vez se hacían confusos, uno detrás de otros y eso solo me asfixiaba. Me quedó mirando la flor hermosamente pulcras. Tan llenas de vida en medio de la interminable noche, trasmitían esa aura de pureza e inocencia. Me traían tantas memorias del pasado.

Flashback A:

Un día antes de la presentación.

14 de septiembre.

Era de noche y hacía mucho frío ese día. El reloj que colgaba en la pared marcaba las once y media. Mis delgadas y pálidas piernas descansaban pendidas al costado de la cama mientras estaba sentada esperando a que llegara como siempre lo hacía antes de ir a dormir.

Miré impaciente la ventana donde se reflejaba la oscuridad nocturna y las bellas estrellas alumbraban alrededor de la luna. Una imagen digna de ver. Volví mi mirada hacia la puerta esperando a que en algún momento se abriera y terminará con tanta agonía en mí. Después de unos minutos esta se abrió.

Y ahí se encontraba su imponente silueta en el umbral de la puerta. Sonrió, se fue acercando hasta estar al centro de la habitación. Le devolví la sonrisa y me di cuenta algo tenia escondidos en sus que estaban detrás de su espalda. Se acercó a donde terminaba la cama, sacó lo que escondía y lo extendió hacia mí. Observé sorprendida a la gran caja de manera que tenía, se mi hizo raro, mas no dije nada y la cogí. Vi que tenía en la otra mano un ramo de flores blancas. Las cuales también me dio.

Pasé los dedos por la caja que está cubierta por un terciopelo azul que recubre la madera. Me incliné para observar mejor lo que hay dentro de la caja, lo que hace que mi pelo cubra el rostro como una cortina. Mis ojos se abrieron al ver lo que había adentro. Había una violín reluciente en el interior con un arco a su lado, todo olía a nuevo y era maravillo, toqué la áspera madera del instrumento con devoción, sus cuerdas tensa y rígidas sin haber sido tocadas antes. Subí la vista hacia donde se hallaba. Se había sentado en la cama, hizo una seña a las flores. Las cogí y palpé con delicadeza sus pétalos.

—Son flores de loto—dijo—. Representan la paz y la pureza, como tú lo eres para mí. Eres luz en mi vida.

Quedó frente a mí, muy cerca. Miré hacia la puerta, vi que la había cerrado con seguro. Estiró su mano para acariciar mi cabello y luego mi hombro donde descansaba el tirante de mi blusa de la pijama. Tragué fuerte.

— ¿Lo soy?—pregunté en susurró.

Ahuecó mis mejillas. Mirándome fijamente.

—Lo eres, mi flor.

Un escalofrío calo en mis huesos.

—Esto...nosotros...

Negué con la cabeza ante el pensamiento. Me sujetó con delicadeza mi cara para que lo mirara.

—No hay nada de malo en esto, pequeña. —me reiteró—. No hay nada que temer conmigo, ni con nadie.

Asentí, siendo tan frágil como una muñeca de porcelana. Me atrajo a su cuerpo para abrazarme luego me alejo mientras seguía mirándome, yo solo lo veía con ese anhelo que siempre tenía cuando aparecía.

—Gracias—dije haciendo referencia al violín.

Sonrió y su cara se iluminó hasta sus bellos ojos tan expresivos al mirar. Acarició mi mejilla con el pulgar. Cerré los ojos ante el tacto, sentí su acercamiento y luego un beso en mi pómulo y luego en mi frente. Se quedó observándome hasta que su mirada cayó en mis labios. Me estremecí, él solo se alejó un poco negando con su cabeza.



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En el texto hay: humor, novela romántica, secretos

Editado: 21.07.2021

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