Nunca te olvidaré

Capítulo 15 - Buscando a Sam

 

<<- En serio, lo del otro día era sólo una idea que se me ocurrió en el instante. Nunca pensé que te lo tomarías tan enserio - decía Rose.
 

Andaba a mi lado por el pasillo de camino a la biblioteca escolar. La muchacha de pronto se había sobrecogido al saber que yo seguía en pie con la idea que ella misma me había dado sobre buscar a Samantha Northon. Había andado por el corredor dando traspiés interrogándome si estaba segura de lo que hacía, advirtiéndome que podía ser cualquier cosa en lugar de un diario… un cuento, un ensayo o quizá una chica con demasiada imaginación que había decidido escribir una historia en aquel cuaderno viejo.

- Pues ya lo ves que sí. Y estoy casi segura de que hoy es mi día de suerte, ya verás que la encontraremos.

- ¿Qué? ¿piensas que yo también entre ahí y me enfrasque en todos esos anuarios polvorientos en busca de alguien que no sabemos siquiera si existe? - preguntó ella echando un vistazo a la entrada del lugar.

Una puerta lisa de madera oscura se alzaba ya frente a nosotros, y justo encima de esta colgaba un pequeño letrero que rezaba: Biblioteca escolar.

Rose veía aquel lugar como el mismísimo infierno, un lugar que de poder evitarlo, nunca visitaba. Leer para ella era como un castigo de lo más cruel, y siempre que nos dejaban alguna tarea en la que se debía leer un libro para poder realizarla, siempre era yo quien terminaba por prestarle mis apuntes para que los copiara, o bien, le platicaba la historia de dicho libro, algo así como lo que estaba haciendo con la historia de Sam.

-Sí, la verdad sí - repuse yo asintiendo mientras la mirada fijamente con una sonrisa en los labios.

-Pero sabes perfectamente lo que odio entrar en ese lugar - empezó ella sin poder evitar el seguirme -. ¿Dejarás que entre…?. Sí, ya lo creo que sí…


Ambas ya nos encontrábamos andando hacia la mesa en dónde impecable y en silencio se encontraba la señora Zheng, la bibliotecaria. Una mujer de rasgos asiáticos y mirada severa.   


- Hola - saludé al llegar hasta la mesa.


La mujer me miró desde su asiento con la mirada fija e intimidante, movió los labios devolviendo el saludo, pero sin proferir sonido alguno y volvió a bajar la mirada hacia un enorme libro encuadernado en piel que descansaba sobre el fino escritorio de madera de roble.


- Quisiera… - la mujer levantó la vista con un gesto de fastidio y me miró con las dejas arqueadas -. Quisiera ver algunos anuarios de años pasados.

- ¿Qué año exactamente?

- Bueno… es que no lo sé con exactitud. ¿Podría prestarme de unos diez años atrás? - pregunté calculando más o menos los años que debía de tener aquel diario.

- No puedes llevarte tantos libros a casa. Las reglas son claras: No más de tres libros por alumno - dijo la mujer en tono autoritario.

- ¡Oh, no! no pensaba llevármelos a casa - exclamé enseguida -. Quiero verlos aquí.


La señora Zheng no dijo nada al respecto, ni una señal aprobatoria o algo que nos dijera que no estaba de acuerdo con aquello, simplemente nos miró a ambas de arriba a bajo abriendo los ojos lo más que pudo. Se puso en pie con la mayor calma que le fue posible, haciendo rechinar un poco la silla en la que había estado sentada, para después pasar por nuestro lado tras rodear el escritorio y luego dirigirse hasta uno de los tantos pasillos de la biblioteca.

Rose y yo nos miramos en silencio con un gesto de asombro y nerviosismo, sin saber en un principio qué hacer o qué decir, pero después de un par de segundos, cuando la bibliotecaria empezó a alejarse, la seguimos en silencio.


- Ten mucho cuidado con los anuarios, Rose. Si llegamos a estropear alguno esta mujer es capaz de matarnos a ambas- empecé a decirle a mi amiga con la voz más baja que me fue posible.

- No pienso arriesgarme a morir en este lugar. No tocaré ninguno… - dijo ella a su vez con horror en cada una de las facciones de su rostro.

Por alguna extraña razón, ahora la biblioteca me parecía más grande que de costumbre. Con todos aquellos altos estantes que recubrían cada una de las paredes y hacia pasillos y más pasillos que más bien parecían formar un laberinto en el que era fácil perderse. Estantes llenos de pesados libros de diversos colores y grosores, estantes de madera que se alzaban frente a nosotros como los mismos edificios que se veían más a lo lejos en el centro de la ciudad de Nueva York. Aquella ciudad de la que Samantha Northon se sentía excluida, indiferente y ajena viviendo en aquella parte del barrio tan tranquila.


-Estos- dijo de pronto la señora Zheng.


Se había parado de pronto junto a una mesa y colocó sobre ella con un ruido sordo más de diez anuarios. Aquel golpe me hizo saltar al sorprenderme en un sueño, un sueño del que yo no era partícipe, una historia que revivía cuando yo abría aquel diario. Diario que ahora descansaba sano y salvo dentro de la mochila que llevaba colgada sobre el hombro.


-Estos son los anuarios que por el momento les puedo prestar. Son los que están en mejores condiciones y que espero sigan así cuando hayan terminado de usarlos - comentó ella con una fina ceja alzada, enmarcando una mirada especialmente severa.

- Claro, así será - dijimos Rose y yo a la par.


Tras asentir con la cabeza y echarnos una última mirada a mi amiga y a mí, la mujer se dio vuelta sobre los talones y emprendió camino seguramente a su escritorio, a retomar la lectora de aquel libro que estaba sobre él. Fuese cual fuese este.

En silencio y un tanto tensas por la presencia de la mujer en el mismo sitio que nosotras, Rose y yo tomamos asiento en dos de las cuatro sillas que se hallaban a los lados de la mesa en dónde la señora Zheng había dejado los anuarios, y sin más, nos dedicamos a buscar a Samantha Northon.


- Aquí no está - anunció la chica cerrando de golpe en tercer anuario que hojeaba en aquel rato.




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