Palacio Topkapi (1545)
Narra Nurbanu
La señorita Fatma se había convertido en la favorita de las favoritas, del príncipe Bayezid. Ella y Nuria. Pero era Fatma quien pasaba más noches junto a él. Y mi alma dolía cada una de esas noches, en las cuales sabía que ella estaría a su lado. Pero debía ser fuerte, debía olvidarme del príncipe.
A veces me cruzaba con él, vivíamos en el mismo palacio, y era imposible no coincidir. Pero evitaba verlo. Nunca me quedaba mucho tiempo hablando con él, en realidad nunca había habido una conversación entre nosotros. Mejor, porque lo que quería en realidad era tenerlo lejos. Un día añoré su regreso, pues ahora lo maldecía. Desde que había llegado todo se había vuelto aún más difícil.
-Sultana-Melissa inclinó la cabeza en una reverencia.
-¿Dónde está Elif?-Pregunté colocándome unos hermosos pendientes en la orejas.
-No la he visto desde ayer sultana-Me dijo ella.
Hice una mueca.
-Qué extraño… Bueno, ya aparecerá-Me puse de pie y le sonreí a Melissa- ¿Qué necesitabas?
-Oh si-Exclamó- Ali Efendi la está esperando para comenzar con la clase de hoy.
-Está bien, dile que puede pasar-Dije yo-Y luego ve y busca a Elif, estoy preocupada.
-Sí, mi sultana-Dijo la joven inclinándose para hacer la reverencia antes de salir de los aposentos.
Luego de acabar con la clase y despedirme del profesor decidí salir a dar una vuelta al harem. Aún seguía sin saber nada de Elif, tal vez ella estuviera ahí.
Estaba caminando por los pasillos del palacio, iba sola, sin ninguna de mis criadas custodiando, me gustaba poder tener momentos en los cuales caminar sola, sin un sequito de mujeres detrás de mí. Pero eran pocas las veces que eso sucedía.
Generalmente las criadas debían acompañar a una sultana a todos lados y estar siempre al servicio.
Iba distraída cuando la señorita Fatma se cruzó en mi camino. También venía sola. Vestía un vestido de color rojo fuerte. Desde que era favorita usaba mejores ropas, aunque siempre había sido de usar hermosos vestidos y joyas.
Con una sonrisa desdeñosa se paró ante mí. Yo me detuve y alcé la barbilla.
-Sultana-Dijo-Que sorpresa verla por aquí.
-¿Por qué lo dices? Soy la esposa del sultán y vivo aquí. No debería sorprenderte verme paseándome por los pasillos.
Ella chasqueó la lengua.
-Porque generalmente se lo pasa encerrada en sus aposentos, escondida.
Yo reí.
-No me escondo ¿De qué habría de esconderme?
-No lo sé, dígamelo usted sultana.
Respiré hondo.
-No voy perder mi tiempo hablando contigo, eres un caso perdido Fatma.
-¿Yo soy un caso perdido? Por favor sultana, si hablaremos de casos perdidos deberíamos hablar de usted.
Entorné los ojos.
-¿¡Cómo es que me hablas así!? ¿¡Acaso te olvidas de quien soy!?-Dije apretando los dientes de la furia.
Ella se arrimó más a mí.
-Eres una esclava, y jamás te veré como una sultana, ni mucho menos como alguien superior a mí. Para mí eres y siempre serás esa niña andrajosa venida del mercado de esclavos: insulsa y débil.
Sentía que mi enojó crecía cada vez más.
-¿¡Cómo te atreves a hablarme así!? Podría hacer…
-¿¡Qué podrías hacer Nurbanu!? Estoy ansiosa por oírte. Eres una mujer débil, no tienes lo que se necesita para ser sultana-Dijo con desdén- Mírate Nurbanu, mujeres como tú sólo podrían servir para sirvientas.
-¡Basta! ¡Haré que te arrepientas!
Ella largó una carcajada.
-Yo haré que te arrepientas de haberte metido en mi camino. No creas que el sol brillará a tu favor por siempre. El sultán un día se cansará de ti y buscará a otra, porque es así como funciona el harem; conocerá a otra mujer, más joven y más bonita…-Sus ojos centellearon-Pero sobre todo, a una mujer que no esté seca como tú.
La furia me dominó y ni siquiera lo pensé. Mi manó fue impulsada por unas fuerzas superiores a mí. Golpeé a Fatma.
¡Plaz!
El fuerte cachetazo sonó al chocar la palma de mi mano contra su mejilla. Me sorprendí de mi misma por haber actuado de tal modo. Nunca antes había golpeado a alguien del palacio.
Fatma alzó la mirada desafiante. Tenía la mejilla roja a causa del golpe.
-¡He sido paciente contigo, pero mi paciencia tiene un límite y tú lo has cruzado!-Dije con voz firme- ¡Soy la sultana Nurbanu y no permitiré que tú, ni que nadie vuelva a faltarme el respeto así!-Me las pagaría, no se lo dejaría pasar-¡¡Guardias!! ¡¡Guardias!!
Vi la sorpresa de Fatma, no esperaba que me pusiera a gritar.
Los guardias acudieron de inmediato.
-¡Llévensela, no quiero ver su rostro! ¡Enciérrenla en el calabozo!
Los guardias tomaron a Fatma de los brazos, uno de cada lado.
-¡Suéltenme! ¡No me toquen! ¡¡Soy la favorita del príncipe, no me pueden encerrar!!
Me di la vuelta para marcharme mientras los guardias arrastraban a Fatma en la dirección contraria. Podía oír sus maldiciones y sus gritos. Pero no daría mi brazo a torcer, que la encerraran y que pagara por su osadía ¿Cómo podía haberme dicho tales cosas? Me había dolido que dijera que yo era una mujer que estaba seca. Era un gran peso sobre mí, hacía tiempo que todos esperaban que me embarazara. Yo era la esposa del sultán, y aún no le había dado un hijo, la Valide Sultán siempre me recordaba la importancia de engendrar pronto a un sucesor. Pero no podía hacer nada, no era mi culpa no quedar embarazada. Y Fatma se burlaba de ello. Era una serpiente venenosa ¿Cómo podía el príncipe pasar noches junto a ella? Era una mujer despreciable y perversa.
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Editado: 16.01.2024