Dentro del Sistema Estelar de los memges, el Zimi es el mayor de los astros rocosos y el segundo más denso. Comparte la quinta órbita con el gigante gaseoso Ailoch Nalem, en un sistema binario cuya danza tarda 29 años Lu-Umianos en dar la vuelta a Magna, una estrella gigante roja.
El inhóspito territorio del cuerpo sideral, al que los Lu-Umianos llamaron Zimi, el enlazador de mundos, fue colonizado poco después de acabarse la Segunda Edad Oscura, ya que era el candidato predilecto para expandir la especie de los memges. Los estados más poderosos del planeta Lu-Um se vanagloriaban al poner símbolos y banderas en el agreste nuevo mundo, a través de una guerra fría en la que demostraban a las demás naciones el dominio de las superpotencias. Sin embargo, su objetivo era únicamente presumir los alcances tecnológicos, y pocos años después de cumplida la meta el interés se esfumó, dado que en realidad no había nada que les atrajera de aquel lejano lugar.
Así, después de lograda la conquista, se redujo significativamente el presupuesto en la exploración cósmica y se decidió invertirlo en el desarrollo de tecnologías más funcionales, en objetivos concretos, realistas y pragmáticos de su planeta natal; y no en fantasías fundadas en ambiguas ilusiones, como habilitar un sitio definitivamente inhospitalario, del cual no se podrían extraer ni siquiera recursos naturales, pues el costo era mucho mayor al beneficio. Los proyectos de desarrollo espacial fueron olvidados por largos periodos, hasta que en un reducido porcentaje de la población inversionista despertó mágicamente un impulso explorador. Así fue como, en el último centenario, diez poderosas corporaciones del planeta Lu-Um se unieron con el ambicioso propósito de generar condiciones aptas para el desarrollo de vida orgánica en el Zimi, creando la corporación interplanetaria: Zigurat. Para lograr su objetivo se construyeron cilindros de O’neil, gigantescas naves que rotan con el fin de emular la gravedad en sus superficies interiores, por efecto de la fuerza centrífuga generada. En estas arcas espaciales viajaron miles de Lu-Umianos junto con máquinas replicadoras, robots autómatas, embriones, semillas, microorganismos y todas las tecnologías disponibles para establecer una civilización.
Los exploradores sufrieron las inclemencias de lo desconocido y muchos de ellos perecieron, pero fueron más los que resistieron a la adversa situación natural y poblaron la primera ciudad del planeta: Ya-Lakstá. Los inaugurales Zimiuns nacieron bajo el resguardo de las cúpulas protectoras, y en menos de cien años, una población de un millón de memges ya soportaba las hostiles condiciones que eran impuestas por su nuevo hogar.
Durante las épocas posteriores a la colonización, Lu-Um destinaba cada vez menos recursos al Zimi, pues las guerras, competencias económicas y prioridades locales debían ser solucionadas. Por lo tanto, los dirigentes Lu-Umianos consideraron que desgastarse en un lugar distante, que no poseía las condiciones necesarias para albergar la vida y que poseía un mínimo nivel de bienestar, era una pérdida de tiempo, dinero y energía.
La emergente comunidad de Zimiuns de aquel entonces, ya sin el respaldo de su planeta de origen, se vio forzada a tomar medidas extremas para asegurar su supervivencia: Los memges renunciaron a los principios éticos en la investigación científica para poder alterar libremente sus cuerpos, añadieron partes mecánicas, biológicas, dispositivos electrónicos y los combinaron con otros organismos, como plantas y quimeras, en relaciones simbióticas que generaron asociaciones íntimas entre diferentes entidades, llegando a causar incluso drásticas modificaciones en el ADN, que dieron como resultado tremendas mutaciones a las que llamaron Mórfosis. Muchos experimentos fracasaron, pero tantos sacrificios lograron que se forjasen como civilización.
Pronto, enormes brechas de desigualdad aparecieron entre los Zimiuns, pues los pocos que habían sobrevivido a las mutaciones tenían cuerpos con habilidades únicas que les daban claras preeminencias: algunos tenían fuerza y velocidad superior, otros la capacidad de respirar en la tóxica atmósfera del Zimi, otros alimentarse de minerales del suelo. El instinto de supervivencia los llevó a alcanzar límites inimaginables para sus cuerpos. Quienes lograron el objetivo, obtuvieron su recompensa, alcanzando los más altos niveles en la jerarquía social y el reconocimiento de los demás por sus aportes, ya que podían cumplir tareas más complejas para su sociedad, mientras que la mayoría de la población, frágiles Memges-Dal, únicamente podían intentar sobrevivir en la seguridad de sus hogares, reproduciéndose como ratones que el nuevo sistema utilizaba en sus laboratorios.
Una nueva raza de memges había sido perfeccionada en el planeta Zimi, con características evolutivas y mejoras de diseño permanentes que no habían sido heredadas de los Lu-Umianos. ¡Los memges-Taa-lu fueron el resultado de la idealización de la vida y la creación! Memges que se rehusaron a definir sus cuerpos por el aparente caos de la evolución. Lo anterior había significado una ventaja en la supervivencia, hasta el punto en que la búsqueda de seres cada vez más saludables y eficientes se distorsionó. La civilización había alcanzado un punto de equilibrio en el cual sobrevivir ya no era una prioridad, y daba lugar a nuevas Mórfosis cuyos principales intereses eran la exploración de ideales estéticos o artísticos, que trajeron como resultado grandes masas de Taa-lus, destacados por la belleza y exaltación de los sentidos.
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Editado: 26.09.2019