Edificaciones cosmopolitas siguen los patrones espirales de la malla vial de Ya-Lakstá, cuyo eje central es el complejo arquitectónico del Zigurat, y del cual parten las principales autopistas del planeta que van hacia todas las direcciones; incluso hacia el espacio, gracias al elevador espacial con anclaje en el interior de la cónica megaestructura.
Son pocos los lugares del Zimi en los que no se necesita de una cúpula atmosférica para que seres orgánicos puedan estar a la intemperie sin trajes especiales. Debido al frenético avance de la Arquitectura Biogenética, ha sido posible crear jardines en las terrazas, balcones y espacios aprovechables en los rascacielos para que, además de adornar la ciudad, absorban el dióxido de carbono de la atmósfera y lo transformen en oxígeno.
Entre los sofisticados rascacielos hay uno que resalta por emular el diseño de las cadenas del ADN memge. El flotante edificio, a quinientos metros de altura, gira lentamente con elegancia, y agrega espectacularidad al urbano paisaje nocturno. Con su forma de doble hélice flota sobre un lago que se alimenta del río principal, y de esta estructura se descuelgan cientos de gruesos cables blancos que imitan raíces artificiales y sirven para transportar el agua hasta el edificio de apartamentos. En el piso cincuenta se encuentra un elegante y sencillo penthouse cubierto de cristales polarizados que permiten ver nítidamente hacia el exterior.
El amanecer llega junto con la pereza de enfrentar un nuevo día. Las ventanas inteligentes dejan filtrar suavemente una luz que despierta a la huésped quien, somnolienta, observa las construcciones flotantes vecinas y el parque que rodea el lago donde los memges realizan sus actividades lúdicas. En un traslúcido balcón sobresaliente descansa Segma, quien exprime cada segundo de comodidad que puede después del intenso itinerario de nueve días de trabajo sin dormir. Los pensamientos vuelven nuevamente a su cerebro activo, un soliloquio mañanero encuentra su lugar:
«El tan anhelado día de descanso para la mayoría de los memges… ¡Yo lo detesto! Un nuevo insípido día sin labores pendientes, la agonía de un presente sin propósitos. ¿Qué razón puedo encontrar para liberarme de esta poderosa fuerza que me atrae hacia la cama? No. No es la fuerza de la gravedad, esta es tan fuerte que hasta me impide ir al baño. Necesito orinar. Necesito defecar. Definitivamente invertiré algunos puntos de modificación genética en un sistema digestivo más eficiente, porque desperdicio mucho tiempo de mi vida en el inodoro. Tengo hambre. ¡Amo comer! Sería suficiente hacerlo una vez cada nueve o diez días, y de esta manera podría disfrutarlo más. Solamente así alimentarme sería tan memorable como un buen orgasmo. Cuando las actividades placenteras se tornan rutinarias, la insatisfacción se apodera de mi ser. Ya no sé cuántas veces he despertado. Mis parpadeos se tornan lentos y pesados y se convierten en oscuridad absoluta, en ausencia de consciencia por prolongados intervalos. Para nosotrus, los memges, el límite entre la realidad y los sueños está claramente definido. Inmediatamente pasamos de la oscuridad y la abstracción a la luz y lo concreto. Me intriga pensar cómo sería una mañana para aquellos seres del Universo que Yehero relata en sus recuerdos. Seguramente ellus se aferrarían con más fuerza a sus sueños de saber nuestras circunstancias. Mundos ideales, terroríficos, abstractos; infinitas opciones que pueden ser más interesantes que sus realidades. El esfuerzo para levantarse y vivir su cotidianidad debe de requerir mucha más energía que para nosotrus».
«Permaneceré acá, saboreando mi depresión, pues me conformo con observar el mundo externo a través de mi ventana y desde la comodidad de mis cobijas. Mis necesidades fisiológicas desaparecerán ocasionalmente, hasta que mi cuerpo me exija actividad. Quisiera poder disfrutar de mi soledad, pero la verdad es que mis propios pensamientos me aburren. Son recurrentes y fácilmente me hacen parecer una víctima; me siento como una adolescente deprimida. Únicamente sé recibir instrucciones. Soy buena desarrollando los proyectos de otros, ya lo he aceptado: soy una herramienta, un arma. ¡Quizás la más poderosa de las armas! Pero yo no decidí que las cosas fuesen así, las condiciones de mi entorno me determinaron. Mis amigus siempre tenían planes interesantes en los que me incluían, mis padres en Lu-Um me obligaban a cumplir su voluntad con su sofisticada manera y sus sutiles métodos. Crecí de acuerdo a sus planes, fui bien entrenada y obediente hasta cierto punto. Ellus no podrían haber predicho la existencia de Yehero ni tampoco que un nuevo planeta en este Sistema Solar sería habitable tan pronto. Nunca he tenido tiempo en mi vida para preocuparme por el futuro ni por lo que hubiese querido hacer ni por mis propios intereses. A pesar de eso, sé que he sido afortunada. El Universo se ha anticipado a mis necesidades y no he conocido el sufrimiento, si bien he sido su espectadora. ¡Siempre he estado conforme! Sin embargo, en mi historia han sucedido eventos más interesantes que cualquiera de las posibles proyecciones que yo podría haber tenido sobre mí misma. Realmente, si el futuro hubiera estado en mis manos, ahora tendría una vida bastante ordinaria. Si hubiera dependido de mis capacidades de juventud o de mis propias ideas, seguiría siendo una Dal mediocre del planeta Lu-Um. Algunas veces he estado a punto de odiar al destino, porque este no me daba la oportunidad de escoger, pero siempre terminaba derrotándome, ocupando mi mente, atrapándome en su ilusión, ¡engañándome con sus infinitos trucos de magia! Ahora ya lo acepto, me he rendido ante su poder. Disfruto de la vertiginosa aventura que se antepone a mi discernimiento, acepto sus regalos y me entrego a su total voluntad. ¡Qué divertido es observar sin ser vista! Es preferible ver a los memges disfrutar de sus vidas desde el confort de mi hogar, que hacer algo por la mía propia».
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Editado: 26.09.2019