Obra del destino

Capítulo 2: DAMIAN

—Pido disculpas una vez más, joven maestro. —dice mi pobre y nervioso chofer.

Niego con la cabeza, aunque él no me pude ver.

—Descuida, ha sido culpa mía. —digo, y es verdad. Desde que recibí el llamado del médico de cabecera del abuelo no he podido estar tranquilo. —Te di la orden de acelerar, por lo que es normal que yo asumiera la responsabilidad. —miro mi iPhone y veo que aun no recibo mas llamadas.

Para ser un jueves, ha sido demasiado caótico. Trago saliva. Han pasado veinte minutos desde que salimos de la oficina. Hubiesen sido menos si no nos hubiésemos tomado con esa jovencita grosera.

Hago recuerdo, pero por mas que intento evocar su rostro, no veo nada más que algo borroso. Gracias al cielo Harry tiene buenas habilidades de conducción. Si hubiese sido yo conduciendo, de seguro la hubiese dejado como pure.

—Si me lo permite, tomaré un atajo hacia el hospital, el GPS me arroja un taco de más de treinta minutos si seguimos la ruta convencional—dice Harry.

—Haz lo que gustes, pero quiero llegar cuanto antes.

Harry no me responde, pero siento como vira el coche. Confío en sus habilidades. Desde que aplicó para ser mi chofer, nunca he llegado tarde a ningún sitio.

Segundo infarto en menos de seis meses.

Trato de no pensar negativo, pero las palabras del medico no me dejan en paz.

—No soportará otro infarto. —Es lo que nos dijo la última vez.

Tomo el iPad y envío algunos correos con el fin de despejar mi mente. No llamo a nadie de la familia porque lo más seguro es que me encuentre con ellos en el hospital.

—Llegaremos dentro de cinco minutos. —Dice Harry, sacándome de mis caóticos pensamientos. Y como lo promete, nos estacionamos fuera del hospital en menos de cinco minutos. Le digo unas palabras de agradecimiento antes de bajarme casi corriendo.

No saludo a nadie y me encamino hacia la conocida sala de emergencias en las que ha estado el abuelo en el último año.

—Ya estás aquí. —dice mi madre, acercándose a besar mi mejilla.

Veo a mi alrededor y ella es la única que ha llegado. También está mi hermano, sentado viendo su móvil.

—Vine a penas me llamó el Sr. Morrison.—explico.

—Susy dice que ocurrió a penas despertó. Lo extraño es que ni siquiera se ha saltado la medicación. —La voz de mamá está cargada de tristeza.

—El abuelo estará bien, ese viejo no va a morir tan fácil. —dice mi hermano sin apartar la vista de su celular.

—Cuida tu lenguaje, Alex. —dice la voz de papá. Lo miro y ambos nos saludamos con un asentimiento de cabeza.

—Albert y Lucy llegarán mas tarde. Ambos están en una reunión de negocios, pero están advertidos. Abba y Marcus no contestan sus teléfonos, por lo que le dejé un mensaje de voz. —me informa papá. —Esos niños nunca están cuando se les necesita.

Mamá se acerca a papá y este la abraza, dándole consuelo.

—Que no sea grave, papá no puede morir aún. —dice desconsolada.

—Shhh, ya verás que este es uno de esos tantos sustos. —la consuela papá.

Aparto la mirada y opto por sentarme al lado de Alex.

Ambos estamos en silencio y lo agradezco. Que seamos hermanos no quiere decir que debamos llevarnos bien. Solo nos sacamos cinco años, pero todo en nosotros es distinto. Intenté muchos años llevarme bien con él, pero simplemente no funcionó. Ambos sabemos de la existencia del otro, pero no nos preocupamos por el otro.

El silencio se interrumpe cuando vemos salir a la familiar figura del doctor Morrison. El camina hacia nosotros con una evidente expresión de alivio. Me relajo.

—El señor Lennox ha despertado. —nos informa.

Mis padres dejan salir el aire que estaban reteniendo mientras que siento que un peso se levanta de mis hombros.

—¿Entonces puedo verlo? —Pregunta mamá, esperanzada.

El doctor hace una ligera mueca, pero vuelve a adoptar su serena expresión.

—Podrá verlo, pero antes ha pedido hablar con el joven Damian.

Todos fruncimos el ceño.

—¿A mí? —Pregunto algo desconcertado y el doctor asiente.

—Su nombre es lo primero que ha pronunciado.

—Ve, Damian, no lo hagas esperar. —dice mamá. —Solo asegúrate de decirle que todos estamos aquí afuera esperando verlo.

Asiento y entro en la gran sala. El característico olor de hospital me llena las fosas nasales y lo veo. Tendido en la inmensa cama de hospital y con los ojos ligeramente cerrados está mi abuelo.

—Ven, muchacho. Acércate a ver a este anciano hombre.

Sonrío ligeramente.

—Con tantos sustos logrará que me salgan canas. —trato de bromear. —Puede que consiga que mi pelo se torne blanco antes de que cumpla treinta.

El abuelo ríe, pero rápidamente eso lo hace toser. Me acerco rápidamente y le ofrezco algo de agua que hay en su mesita de noche.



#15569 en Novela romántica

En el texto hay: mentiras, romance, amor

Editado: 28.11.2022

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