Capítulo 2
–Scarlett–
Abrí los ojos lentamente notando que ya no me encontraba en una silla amarrada, sino que acostada en una cómoda cama.
Me removí incomoda intentando pararme de la cama, pero me era imposible, ya que estaba amarrada en ella.
Me seguí moviendo intentando soltarme de las cuerdas, lo que sólo provocó que me lastimara nuevamente. No sabía en donde estaba y eso me hacía temer demasiado.
––¿Intentando huir?–– habló un chico riendo, entrando a la habitación. No dije nada, sólo lo observe con los ojos llorosos. No era el mismo de antes, era un poco más bajo que él; sus ojos eran azul cielo, su piel era demasiado pálida, el cabello lo tenía pintado de las puntas del mismo color que sus ojos, sólo que de un tono más fuerte, y en un labio se podía apreciar un piercing. Él aparentaba unos veinticinco años, a lo mucho. No era feo, pero su apariencia era del típico chico malo. Y me asustaba.
El tipo se acercó a pasos lentos a la cama, y al llegar a esta se sentó en ella. Empezó a acariciar una de mis piernas haciendo que yo soltará las lágrimas que estaba conteniendo. ¿Iba a violarme?
––N-no me hagas daño, po-por favor–– suplique asustada.
Él me ignoro y siguió con lo suyo. Fue subiendo su mano hasta casi llegar a mi feminidad. Llore aún más fuerte. No podía permitir esto, no podía permitir que me violara.
––¡Sueltame, maldito!–– chille repleta de rabia.
Él me miro con los dientes apretados y quitó su mano de donde se encontraba. Por un momento pensé que se iría y me dejaría tranquila, pero ese pensamiento se esfumó al sentir su mano impactar con mi mejilla. El verdadero miedo me invadió cuando subió encima de mí y empezó a besar mi cuello bruscamente. No pude hacer nada, no podía moverme, él me tenía ante sus manos.
––Suéltala–– dijo alguien a la espalda del chico de ojos azules. Él no se movió ––. ¡Qué la sueltes! ¿No escuchaste?
El tipo bajó a regañadientes de mí, y miró al que se encontraba en la puerta, el mismo de la otra vez. Se susurraron unas palabras que yo no pude entender, a excepción de algo: “Ella es mía, estúpido, MÍA, así que no la toques ni le hables. ¿Entendiste?”. Eso lo dijo el chico de ojos cafés, del cual desconocía su nombre. Vaya. Pensé irritada. ¿Ahora soy de él? ¡lo que faltaba! Primero me secuestra y luego dice que soy suya. Maldito maniático.
––¿Soy tuya?–– pronuncie sarcástica después de que el otro chico se fuera. En mi voz se podía oír a simple vista que aún me encontraba temerosa, sin embargo, tenía que aparentar que no estaba asustada.
––Lo eres cariño. Siempre lo has sido–– sonrió con orgullo y yo sólo me reí de él, lo que hizo que borrara su sonrisa de loco y optara por una cara seria ––. ¿Qué da tanta gracia?
––No soy tuya y jamás lo he sido, maldito maniático–– escupí, ganandome otra resplandeciente sonrisa del castaño. Parece que ama sonreír.
––Siempre lo has sido, el hecho de que no me recuerdes no quiere decir lo contrario–– mencionó con determinado placer y terminó diciendo aquella palabra que creí que no volvería a escuchar en mi vida ––: Sky.
Editado: 13.12.2019