Mis padres iniciaron todo el proceso de demanda contra Fernando y él no tuvo de otra más que conseguirse un abogado, no volvimos a dirigirnos la palabra en la universidad y disfruté de mucha paz y tranquilidad por las siguientes semanas ya que el hombre misterioso había desaparecido sin dejar rastro. Ya no recibía llamadas extrañas, ni notas, ni rosas y tampoco me seguían, las cámaras de seguridad trabajaban las veinticuatro horas del día y en todo ese tiempo no grabaron a ninguna persona sospechosa. No era una coincidencia, era obvio que Fernando estaba asustado por la demanda y por eso había dejado de molestarme, todo era bastante claro para mí. Me sentía muy ansiosa de ir al juzgado porque quería ver como caía poco a poco su castillo de mentiras. Todas las mañanas revisaba mi calendario para tachar los días, lo único que quería era acabar con todo.
Mientras esperaba el gran día Isaac llegó a mi casa para pedir mi mano, él estaba muy preocupado aunque sin razón porque las cosas no pudieron haber salido mejor, mis padres lo aceptaron con los brazos abiertos y nos dieron su aprobación. Fue muy fácil reírme de sus nervios, pero cuando me tocó a mí ir a su casa ya no era tan divertido.
La señora Iris era muy simpática y divertida, por el contrario el señor Raymundo era bastante callado y nunca se enojaba por nada. Los conocía desde hace mucho tiempo y ellos confiaban mucho en mí así que tenía que sacar provecho de eso. Traté de ser natural y me presenté lo mejor que pude, incluso pensé previamente las cosas que iba a decir. Obviamente no iba a pedir la mano de Isaac, sino que íbamos a oficializar nuestra relación y no quería que pensaran que iba a raptar a su único hijo. Ambos fueron muy amables conmigo y me hicieron sentir como en casa, así que pude perder los nervios y disfrutar de un almuerzo muy agradable.
Por otro lado Ezra y Margaret se convirtieron en mis verdaderos amigos, ambos me caían muy bien porque eran muy gentiles y divertidos, nuestro único obstáculo para tirar la casa por la ventana eran sus complicados horarios de trabajo y mis clases en la universidad. Ezra tenía turnos muy largos en el hospital mientras Margaret trabajaba hasta las cinco de la tarde. Cada vez que hacíamos planes para reunirnos yo trataba de adelantar mis pendientes y de esa forma podía estar libre para reunirme con ellos. Los tres nos hicimos demasiado unidos y empezamos a cenar juntos, ver series, ir a la cafetería e incluso nos organizamos para hacer las compras en el supermercado, ya que los Romero tenían algo en común conmigo y eso era la pereza a la hora de hacer los mandados, por eso acordamos que era mejor hacerlo juntos y fue una excelente idea.
Una de tantas noches estuve leyendo un libro totalmente despreocupada en la tranquilidad de mi sala, lo bueno de ser hija única era que nadie me molestaba cuando necesitaba silencio. Isaac insistía en estar conmigo todas las tardes porque no le parecía seguro dejarme sola, pero yo amaba mucho mi independencia y fui muy firme en decirle que necesitaba mi propio espacio, él no estaba de acuerdo aunque tuvo que acceder de todas formas. Mientras leía un capitulo muy interesante mis papas regresaron del trabajo con noticias importantes.
‒La abogada de Fernando llamó y sugirió una negociación para no tener que llegar al juzgado ‒explicó mi mamá con expresión de alegría mientras se quitaba su chaqueta.
Cerré el libro de golpe.
‒¿Y qué le respondieron?
‒Aceptamos sentarnos a negociar, pero solo firmaremos el acuerdo si las condiciones son favorables. Puedes estar presente en la negociación y si no estás acuerdo con el trato seguiremos con la demanda ‒explico mi papá.
‒¿Y que puede ofrecer que me interese? ‒indagué pensativa.
‒Fernando se puede comprometer a detener el acoso y mantenerse alejado de ti, después de todo eso es justo lo que queremos así que creo que sería muy beneficioso. Nos ahorraría mucho tiempo ‒explicó mi mamá. Ella siempre era muy positiva en todos los aspectos de la vida y mi papá era un poco más realista.
‒Suena bien, ¿Cuándo es la reunión? ‒La idea de sentarnos a negociar sin mayores rodeos comenzaba a emocionarme.
‒Este viernes por la mañana ‒anunció mi papá.
Perfecto. Fernando tenía que ofrecerme disculpas si no quería que continuara con la demanda.
* * * * *
Ezra se sentía muy aliviado al saber que había atrapado al responsable de todo y me pidió que lo mantuviera informado, mientras que Isaac no podía esperar para oír que Fernando se declaraba culpable. No sabía que esperar de aquella reunión, pero era preferible llegar a un acuerdo.
Cuando llegó el viernes me alisté desde temprano y me puse un vestido negro ceñido al cuerpo que me daba un aspecto formal. Iba a fallar a clases para evaluar el acuerdo así que esto tenía que valer la pena. Mis papás me llevaron a su oficina y me senté a esperar la reunión en el despacho de mamá, Fernando no tardaría en llegar con su abogada y no podía evitar sentirme nerviosa.
A las nueve en punto tocaron la puerta y supe que eran ellos, mi papá los dejo pasar y les dio la bienvenida. Fernando apenas miró en mi dirección y se sentó lejos de mí, su abogada era muy linda, tenía ojos verdes, su cabello era castaño y rizado y le llegaba hasta la espalda baja. Iba vestida con una falda negra, una chaqueta y tacones y se veía muy formal. No fue hasta ese momento que me di cuenta que mis padres ya la conocían.
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Editado: 19.07.2021