La guié hasta la puerta, cruzamos la habitación de estar y caminamos por el pasillo de vuelta hacia la salida. Estábamos a punto de caminar hacia la sala cuando la puerta principal se abrió de golpe. Ambas retrocedimos por inercia y nos agachamos junto a la pared, ya se estaba haciendo de noche y la poca luz que se filtraba nos dificultaba la vista.
Un hombre entró al lugar, arrastraba a una chica de los pies hacia dentro de la casa, ésta tenía el rostro golpeado, junto con sus piernas y brazos arañados, llevaba un vestido un poco corto con varias manchas de sangre seca.
La dejó ahí y caminó hasta encender una lámpara de carbón que iluminó gran parte del lugar, tomó unas tijeras, una bolsa y la puso sobre una mesa en el centro del lugar.
Caminó de vuelta hacia la chica, la levantó del suelo y la colocó sobre una mesa.
Su cuerpo se movió tan fácilmente que se podía comparar con una marioneta.
Era imposible que estuviera viva, su cuerpo estaba muy pálido.
Cuando se apartó del cuerpo para tomar las tijeras pudimos ver el rostro de la chica, era Beatriz.
Raquel me clavó las uñas en los brazos, ella también la había reconocido
-Está muerta, Meredith -. Un sollozo salió de los labios de Raquel.
No sabía que hacer, si salíamos podía poner en riesgo la vida de mi amiga, pero el quedarnos aquí suponía lo mismos para ambas.
Raquel aún no había visto el rostro del hombre, yo ya conocía su contextura corporal así que sabía muy bien de quién se trataba.
-Silencio Raquel, ¡nos va a oír!
El hombre se acercó de nuevo al cuerpo de Beatriz, levantó su cabeza y apartó su cabello hacia un lado, tomó las tijeras y empezó a cortarlo de forma dispareja. Los mechones los iba colocando en una bolsa transparente.
Tomó una daga pequeña que estaba sobre la mesa, le dio vuelta al cuerpo y guió la daga hacia su espalda, empezó a trazar líneas.
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Editado: 29.06.2018