Estábamos caminando en dirección a la clase de español. No me encontraba muy tranquila, miraba hacia todos lados por si lograba ver a alguien mirar de manera extraña hacia mi, pero no, todos parecían estar en lo suyo.
También por que la mayoría de los estudiantes de acá son jóvenes, ellos no serían capaz de hacer algo así, supongo.
Estaba tan sumida en mis pensamientos que no me había percatado que Raquel me estaba hablando.
-Así que....¿qué dices? -. Preguntó mirándome, sacó una liga de su mano y empezó a atar su espeso cabello negro.
-¿De qué?-. La verdad es que hace rato me perdí de la conversación que estaba teniendo con ella.
-Mere! Ni siquiera me estabas escuchando, llevo como diez minutos hablándote de lo mismo. En fin, te decía que si querías salir esta noche, habrá una mega fiesta en Místico y como hace mucho no salimos a divertirnos -. Dijo mientras pasábamos a la par de unos chicos que estaban saltando en patineta por las escaleras del jardín interno.
No tenía muchas ganas de salir, pero también estaba dejando un poco de lado a Raquel y no quería que nuestra amistad se perdiera solo por mis recientes problemas. Por lo que terminé accediendo.
Cruzamos por la puerta del aula, la profesora Reyes estaba colocando unas hojas en las mesas de cada alumno. Fuimos hasta el fondo de la clase. Simon, Aldo y Nicolas estaban sentados en una esquina del salón, por lo que fuimos a sentarnos con ellos. Mi mirada cayó directamente en Aldo, traía un actuando un poco extraño.
-¿Que rayos es eso Aldo? -. Exclame al ver un gorro con un feo oso en imitación de piel. Este chico definitivamente no era normal.
-Oh sí, pues a mí me hace frío y me lo puse. ¡Puedes creer que esta reliquia estaba en el ático de mi casa y yo no lo había visto! -. Dijo presumiendo de su gorro.
Simón se acerco y olió el feo oso.-Pues tu reliquia huele a rata muerta -. Dijo haciendo una mueca.
-Venga chicos, Aldo siempre ha sido un asqueroso -. Dijo Raquel mientras se abría paso a una pequeña pelea con Aldo.
Estaba sentada a tres sillas más al ante de Nicolas, me giré para ver si podía hablar con él, pero lo vi muy enfrascado en una conversación con Isabel.
Digamos que Isabel no me agrada mucho. Siempre fue de esas chicas que están tratando de llamar la atención de las personas con puras tonterías.
Por otro lado ya me había hecho saber que yo no le agrado. Karen, una chica de la misma clase me había dicho hace unos años atrás que el odio de Isabel hacia mi era por que le habían dicho que yo le gustó a Nicolas y que por eso él solo habla con nosotros. Ella estaba equivocada, entre nosotros solo nos vemos como hermanos, más que todo por que cada uno ha pasado por sus peores momentos y entre todos nos hemos apoyado demasiado.
Salimos del colegio un poco más temprano, debido a lo sucedido con Katherine, las clases ya no iban a terminar tan tarde e hicieron un horario nuevo.
Nos fuimos con Nicolas para la casa. En todo el día no habíamos podido hablar ya que alguno de los chicos estaba cerca de nosotros.
Al llegar a casa Raquel se despidió de nosotros.
-Mere, pasaré por ti a las siete en punto. Nos vemos! -corrió en dirección a su casa.
-¿Saldrás con Raquel en la noche?
-Si, solo iremos a comer algo y pasar el rato en el centro, regresaremos temprano -. Dije tratando de convencerle, sé que él aún está al tanto de lo que sucedió anoche.
-Ten mucho cuidado, no sabemos que rostro tiene y puede dar con tu ubicación fácilmente-. Me miró serio, el se comportaba como mi hermano mayor. -Si ves algo raro me llamas y iré por ambas lo más rápido que pueda.
-Nicolas, gracias por todo-. Le sonreí. Y obtuve una sonrisa de vuelta.
Tenía que dejarlo fuera de todo esto, así tenga que investigar esto yo sola.
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Miré mi reflejo en el espejo, tenía unas manchas oscuras bajo mis ojos y quizá mi piel estaba más pálida de lo usual. Coloqué un poco de corrector en ciertas zonas de mi cara.
Mi atuendo consistía en un sencillo vestido gris de corte recto que llegaba sobre las rodillas, una bufanda color negro estaba enrollada al rededor de mi cuello y unas pequeñas botas color negro.
Casi nunca me arreglaba mucho, pero a veces hace falta dejar los jeans y tenis en el armario.
Mi cabello estaba suelto, rara vez lo recogía. Tomé una pequeña cartera con dinero y mi celular.
Mis padres ya se encontraban en casa, así que cuando escuché el sonido del carro de Raquel cerré bien mi habitación, tomé lo que necesitaba y salí.
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Editado: 29.06.2018