" Esta guerra pide paz, tú me dejaste ir y yo te perdone y ahora parece que fue en vano "
Septiembre 28, lunes
9:40 pm
Escupió la sangre fuera de su boca antes de que se ahogara con ella. Pero otro golpe colisiono con su rostro a desquebrajado de tanto dolor y rabia acumulada, de algo si estaba seguro...
Dolía como el maldito infierno.
Otro golpe más recibió, que hizo que se mordiera el interior de la mejilla, soltando más sangre. Un gemido de dolor dejo su boca para hacerse presente en la habitación totalmente aislada, donde las paredes hicieron eso su rogar.
—La sangre es exquisita... ¿No es así? —sonrió satisfecho, mientras se daba un minuto para respirar y pensar su siguiente movimiento que talvez no sería diferente al pasado.
Acercó su mano bañada de sangre fresca a su nariz, inhalando profundo el olor tan profundo y fuerte que emanaba de ese líquido denso rojizo. Apretó en un puño su mano y gotas consecutivas de sangre escurrieron de su puño directo al suelo de madera pulida. Quedando como oscuros charcos de ¿agua? La oscuridad de la sangre solo se comparaba con la de su alma podrida de tanta injusticia.
—Pero nada comparado con la sangre de mi precioso ángel. Esa es única.
Una sonora carcajada dejo en silencio ese sótano, donde antes solo se escuchaban golpes y gemidos de dolor. Rogando detenerse pero que fueron cesados uno a uno con golpes.
Se pasó las manos por la cara, como le encantaba sentir su piel mojada. Se sentía muy placentero estar manchado de sangre. Sentirse poderoso e inmortal. Ser fuerte y casi un arma letal, tanto como el ángel de la muerte.
Su cuerpo se torció hacia atrás, su mirada quedó perdida en el techo, donde colgaba una lámpara que era suficiente iluminación para toda la habitación, aunque los rincones eran consumidos por la oscuridad y los demonios en ella.
"No es suficiente"
—Basta.
"Sigue, él fue codicioso de ella"
—Se lo prometí.
"No tiene porqué enterarse, sigue..."
—Becca.
"Eres todo lo que ella necesita"
Parpadeo varias veces hasta volver a centrarse y suspirar, luego de susurrar algo entre labios. Se escucho como un breve suspiro, aunque seguramente fue una oración, dejo su boca. Se enderezó adoptando una buena posición.
Se acercó a paso firme al chico ya todo magullado ya por los golpes. Y volvió a golpearlo como si fuera un saco de boxeo. Descargando todo su estrés en él.
Era una buena terapia después de todo.
RAN
Pase el dorso de mi brazo por mí frente, limpiando el sudor que ya caía a mares por mí piel. Sentía que acababa de terminar un arduo entrenamiento de boxeo. Estaba cansado, pero esto me seguía pareciendo divertido. El chico prácticamente era un pedazo de carne colgando, estilando de sangre y todo golpeado y cortado.
Un asco.
Ya me había cansado, como siempre cuando ya he terminado con mi víctima de la semana. Aunque debía de admitir que "Dai".
Dios. Hasta decir su nombre me daba hastío.
Aguanto mucho más que los otros imbéciles, que en una hora ya estaban muertos solo por el miedo. Vaya, vaya este estúpido no era tan débil como lo pensaba, había dado un buen espectáculo. Pero a decir verdad... yo no era fan del drama sino del cine mudo, donde todo lo que importa es la actuación y no lo que se dice.
Ya me estaba empezando a fastidiar que este imbécil no dejaba de quejarse. Dios, me pone de los nervios tanto ruidito de la mierda. Los únicos ruidos, quejas, gruñidos, gemidos que ansío y clamó por escucharlos, son los de mi ángel. No de un imbécil niñato.
—Por... por favor, déjame ir. No le diré a nadie esto, no me acercaré más a ella, a nadie. No le diré a la policía sobre esto, será un secreto, pero por favor déjame ir.
—Si te dejará ir, probablemente te cortaría la lengua, pero no me apetece seguir viéndote con vida.
—¡Por favor! ¡Te lo ruego! —empezó a moverse con desesperación, pero las cadenas en sus manos no cedían y no lo harían así tirará con todo lo que le quedaba de vida.
Le doy una patada en el estómago y lo hago toser más sangre, pero sus súplicas no se detienen y tiene la suficiente fuerza como para verme de frente gesticulando maldiciones.
Escuché el arma cargarse, y la sangre me salpicó de lleno el cuerpo y la cara, cuando la bala le estalló la frente y termino también clavándose contra la pared de detrás dejando un hoyo salpicado.
—Una mierda tanto ruidito asqueroso, ¿cómo no lo callaste tu? —Le escucho decir.
Me volteo para ver a Ross, uno de los amigos más fieles que Reimon y yo tenemos. Con el ceño fruncido, molesto y asqueado apuntando firmemente desde la puerta del ático en dirección al chico.
Ya muerto ahora.
Este chico era una maravilla, un desquiciado en potencia. Es preferible tenerlo de amigo que, de enemigo, pero para que no se convirtiera en una amenaza en un futuro, prefería tenerlo cerca. Así podía guiarlo en sus pasos y saber quitarlo de mi camino si se me llegaba a salir de control.
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Editado: 23.11.2024