La casa lucía tan elegante como siempre, sólo que ahora en vez de tener las paredes de afuera grises, las tenía en un tono blanco. En la puerta de la cochera estaban el auto de Maia, y el de Luke, el esposo de su hermana. Margot aparcó su auto detrás del de su hermana y al instante tanto ella como John bajaron del carro. Margot abrió la puerta en la parte trasera del auto y John sacó del asiento ambos bolsos.
Se dirigieron a la puerta principal de la casa y ella dio tres golpes en el metal caliente, por el sol. A los pocos minutos Sarah, la niñera de Dylan el sobrino de Margot, abrió la puerta con una sonrisa en su rostro. Los hizo entrar y en menos de dos segundos una de las empleadas que trabajaba allí le quitó los bolsos de las manos a John, y desapareció por la escalera. Sarah los condujo a través de la reorganizada cocina, hasta el patio trasero, donde se encuentran los padres de Margot hablando con Luke y Maia junto Dylan en la piscina. Ninguno se había percatado de la llegada de Margot al lugar, y mucho menos de la presencia de John.
—Hola familia —dijo en voz alta Margot.
Todos los presentes en el patio dirigieron su atención hacía Margot y al instante todos se acercaron a ella para saludarla.
Margot sintió repulsión al ver a Luke de cerca, y que le diera un beso en la mejilla. En realidad, el simple hecho de tener a Luke cerca causaba nauseas en ella. De un segundo para el otro se había convertido en la persona que más odiaba en el mundo, y tenía una sola razón para odiarlo, pero equivalía como a cientos.
El día pasó demasiado rápido para Margot: luego de que llegó a la casa, comenzaron a platicar sobre la universidad, y como siempre, la pregunta fuera de lugar de su hermana, sobre si John y ella eran algo; almorzaron una deliciosa pasta, hecha por su madre; después de almorzar, Margot, John y Dylan fueron a la playa y estuvieron toda la tarde allí: nadaron en el mar, jugaron al vóleibol con el balón que tenían, tomaron helado y luego siguieron nadando; al anochecer, como a las nueve, volvieron a la casa de su hermana, cenaron y después todos se fueron a dormir. A excepción de ella y John, estaban en su habitación y dormían los dos juntos, por supuesto Margot dormía en la cama y John en un sillón que se hace cama.
—Siento que mi hermana sea una completa idiota —dijo refiriéndose a lo sucedido en la cena.
—No sucede nada. Ella no entiende que si existe la amistad entre un hombre y una mujer, sin otras intenciones —dijo sin dar mucha importancia al tema—. Hasta mañana, Margot.
John se dio media en el sillón, mientras Margot lo observa.
«Él tiene razón» pensó ella. Sentía vergüenza en vano, su hermana no entendía la amistad entre ellos, eran amigos desde hace, aproximadamente, diecisiete años, se conocieron en la escuela primaria y desde entonces no se separaron. Y si bien, hubo un corto tiempo en el que a ella le atraía John, y a él le atraía Margot, pero no sucedió nada porque ellos lo quisieron. Para Margot, John es como un hermano, más que su propia hermana.
Se levantó de la cama, aún lleva el vestido blanco que tenía puesto desde que se fueron a la playa por la tarde, se colocó unos zapatos bajos, también blancos y tomó su celular. Salió de la habitación intentando no despertar a John; en la sala todo está apagado, al igual que en el resto de la casa, tomó las llaves de su hermana y abrió la puerta principal, no sin antes desactivar la alarma, y salió fuera. A pesar de estar en pleno Junio, durante la noche hacía algo de frío debido a la cercanía del mar.
Comenzó a caminar dirigiéndose a la playa, por suerte ésta estaba ubicada a, exactamente, una manzana desde la casa de su hermana. Una vez que llegó se sentó en la arena, cerca de un lugar de comida rápida, abierto las veinticuatro horas por los camioneros y viajeros que pasaban por allí, pero no demasiado. Le gustaba estar sin luz artificial cerca, para poder observar las estrellas; también, le gustaba sentarse cerca del agua para que le moje los pies y poder escuchar mejor el sonido de las olas, deshaciéndose en la orilla y golpeando suavemente sus pies. Para ella, ese era un pequeño placer gratis, que otorgaba la vida.
Como era casi la una de la madrugada, no había mucho ruido en el lugar, más que unos cuantos autos y camiones que pasaban por la autopista, por lo que el sonido de su celular la espantó. Lo tomó de la arena y vio la pantalla. Esperaba que fuese una llamada de John, de alguno de sus padres o de su hermana, pero no era ninguno de ellos, la pantalla decía Desconocido.
—Pequeña mentirosa, ¿dudabas de que pudiera contactarme contigo?
— ¿Quién eres? ¿Por qué me llamas mentirosa?
—Además de engañarme, no me recuerdas. Anoche en el club, tuviste la oportunidad de acostarte conmigo y la rechazaste, Margot.
Ella se quedó boquiabierta, ¿cómo había conseguido su número, y como había descubierto su nombre? Se preguntaba. Quizás había subestimado a Cameron.
— ¿Por qué estás a estas horas sola en la playa?