Sus respiraciones se mezclaban en la oscuridad. Margot no lo notaba en esa negrura, pero su cercanía la ponía nerviosa aunque al mismo tiempo le gustaba que él estuviera cerca de ella.
Cameron colocó una mano en su mejilla, la cual comenzó a acariciar con el pulgar; y la mano que tenía en la espalda de Margot comenzó a subir y bajar lentamente. Y, a pesar de no ver nada en la habitación, sintió como Cameron se acercaba, aún más, a ella despacio.
Margot se alejó de Cameron caminando a través de la habitación hacía la ventana. Corrió completamente la cortina dejando que la tenue luz de la luna inundara la mayoría de la habitación. Desde allí se veían las luces de la ciudad, los edificios más altos no lo parecían, las casas eran como pequeñas hormigas, y los autos que pasaban por las avenidas parecían solo luces. «Me gustaría pintar esto» pensó Margot.
Cameron se paró detrás de ella y le colocó una mano en el brazo insinuándole que se volteara, ella lo hizo y notó la poca distancia que había entre ellos, otra vez.
—No puedo Cameron —le dijo susurrando.
—¿No puedes qué? —le respondió él, manteniendo la misma distancia.
—No puedo... besarte —dijo mordiendo su labio inferior
—Pero yo sí puedo —le respondió.
No lo podía ver del todo —y se preguntaba porque no encendían la luz de la habitación—, pero apenas sintió el roce de los labios de Cameron sobre los suyos giró el rostro por lo cual Cameron terminó besando la mejilla de Margot. Ella comenzó a retroceder, cuando visualizó que Cameron había levantado la mano, pero chocó con el vidrio de la ventana, lo que significaba que no tenía mas espacio.
Sintió miedo, creyó que otra vez iba a ser golpeada —en su interior rogaba que solo fuera eso—y su miedo aumentó cuando vio que Cameron se acercó a ella e instintivamente colocó sus brazos sobre su cabeza. Esperaba una bofetada, un puñetazo, pero lo que recibió no fue ninguno de los dos si no un abrazo. Cameron tomó sus brazos apartándolos de su cabeza y los enredó alrededor de su espalda y luego con los suyos comenzó a acariciar el cabello de Margot.
Por un instante Margot se sintió indefensa, vulnerable y con miedo. Pero en ese momento, en los brazos de Cameron sentía seguridad, no tenía miedo y también un extraño sentimiento de remordimiento. ¿A que se debe? No lo sabía. ¿Por qué Margot sentía eso? No tenia ni idea.
—Te necesito mucho más de lo que crees, Margot —dijo susurrando.
—No, no puedes necesitarme, nadie me necesita —dijo alejándose de él.
—¿Por qué no me dejas besarte? —dijo Cameron.
Ella buscó a tientas el interruptor de la luz y cuando lo encontró encendió la luz, miró a Cameron, estaba sin camiseta —ella no lo había notado—. Antes de notarlo Margot tenía a Cameron de frente. Nuevamente se alejó de él, tomó la ropa sobre la cama, su ropa, y entró al cuarto de baño colocándole el pestillo.
Se vistió como estaba anteriormente y abrió la puerta del cuarto de baño, encontrando a Cameron sentado en la cama, salió de ahí y dejó la ropa que él le había dado sobre sus piernas. Margot tomó su bolso y dispuesta a salir de la habitación observó una vez más uno de los cuadros, él que más familiar le resultaba, y luego abrió la puerta saliendo de la habitación. Caminó unos cuantos pasos por el pasillo hasta que sintió una fuerte puntada en la cabeza. Pocas veces sucedía, pero en parte le provocaba felicidad y en parte no. Ese repentino dolor de cabeza se debía a que tenía un recuerdo. Y por eso mismo en parte no le causaba felicidad, en parte odiaba recordar porque literalmente era muy doloroso, y evidentemente no solo en sentido de un dolor emocional, si no de un dolor físico también.
Apoyó una de sus manos en la pared, intentando sujetarse para no caer. Cameron al verla así se colocó delante de ella, tomó el rostro de Margot entre sus manos intentando hacer que ella lo mirase, pero Margot estaba con los ojos cerrados, mientras una imagen fugaz pasaba por su mente, una imagen rápida pero nítida que la dejó sin aliento por lo que comenzó a sentirse peor. Sus piernas se debilitaron a tal punto que Cameron tuvo que cargarla y llevarla nuevamente a la habitación. La dejó sobre la cama rápidamente y en ese instante sintió como el aire comenzaba a faltarle, Margot no podía respirar bien y Cameron estaba completamente desesperado.
—¿Margot que te sucede? —preguntó desesperado—. ¿Tienes asma? —ella negó con la cabeza— ¿Sufres de ataques de pánico? ¿Quieres que te lleve al hospital? —Margot negó a las dos preguntas.
—Llama a John —dijo con voz apenas audible mientras se esforzaba para que el aire llegara a sus pulmones.
Cameron abrió el bolso de Margot que estaba sobre la mesita de noche, buscando su celular, lo tomó y marcó el número de John, él cual respondió al instante.