┏━━━━━• Axel’s post •━━━━━┓
¿A dónde se ha marchado? He recorrido este salón de un lado a otro sin cesar en busca de esta chica. Ni siquiera sé su nombre. Suspiré frustrado, una sonrisa se manifestó en mis labios cuando me di cuenta de que era YO quien estaba en busca de una chica.
Yo, Axel Sheperd.
¿Tan desesperado me encuentro? Por lo general era de los que recibe atención sin demandarla o siquiera buscarla. Esto del bullying empieza a sentarme muy mal. La única chica que se la pasa a mi lado últimamente es Elle.
Que lamentable, solo pasar tu último año de la secundaria con tu hermana.
Me sacudí ante semejante idea tan deprimente.
Deformé una mueca al imaginarme solo conviviendo a diario con el monstruo. Sacudí de mi cabeza esos pensamientos y me bebí de una todo el contenido de la copa que sostenía en mi mano.
El burbujeante alcohol se deslizó por mi garganta con un delicioso ardor al que ya estoy acostumbrado, había echado de menos lo dulce y tóxico que solo una bebida era capaz de causar en mi sistema. Dejé la copa sobre una de las mesas del gran salón que junto a mí se encontraba, un mesero de inmediato se acercó y la colocó en su charola de plata, uniéndola con otro grupo de copas vacías. Me miró e hizo una reverencia casual antes de retirarse, esquivando con maestría los cuerpos de los danzarines estudiantes.
Vaya destreza, recuerdo haber servido una vez como mesero, fui literalmente un adefesio caminante.
Hey, pero los coqueteos con mis clientas no faltaron.
Continué escaneando a cada muchacha que se paseaba a mí alrededor, ninguna de ellas era la que buscaba. Era gracioso como antes Ellery se quejaba diciendo que soñaba con el día en el que las chicas se dieran cuenta de lo horrible e idiota que soy a nivel personal, que llegarían a ignorarme por completo. Quien diría que ese momento llegaría y ella no estaba aquí para disfrutarlo.
A todo esto, ¿a dónde habrá ido el monstruo? No la he visto desde hace un buen rato. Me sentí inexplicablemente preocupado.
– Axel.
Volteé en cuanto escuché mi nombre. El semblante impasible en mi rostro era imposible de cambiar, más aún al ver al dueño de esa voz. Aunque casi cedo a la satisfacción de sonreír cuando avisté la marca violácea que adornaba el contorno del ojo de mi compañero de habitación; Ian.
La solicitud de cambio de habitación había sido rechazada por completo, Lou me dijo que no contaban con más habitaciones disponibles en solitario, y que ningún otro muchacho estaba solo como para que hicieran un cambio. Además de que ninguno de los nuevos asignados tenía ninguna queja al respecto, ellos no podían delegar un cambio tan arbitrario sin consentimiento de ellos. Peor aun, cuando solo un lobo solitario como yo lo demandaba.
¿Cuál fue mi solución? Pues en cuanto Ian abrió la boca para fastidiar –una vez más– le advertí que no era tan dócil como la primera vez y que sencillamente me ignorara como lo hacen todos. Cuando abrió la boca una vez más le dije que no mediría mi fuerza solo porque él se creyera superior y no tenga la capacidad para mantener el pico cerrado.
Y como guerra avisada no mata gente, en la tercera ocasión solo permití que fuera mi puño el que decorara su ojo y marcara el morado como mi primera firma en este condenado campus.
Por supuesto que yo no salí ileso ante mi arrebato de estupidez. Tengo una marca violeta también, solo que la mía está perfectamente resguardada y cubierta en el torso, detrás de muchas capas de tela.
– ¿Qué quieres ahora?
–Mira hombre, lo siento. ¿De acuerdo?
Fruncí el ceño. ¿Estaba jugando? De forma discreta miré alrededor, buscando alguna cámara oculta o algún grupo de amigos suyos que estuvieran al asecho cual tiburones, esperando el momento exacto en el que yo cayera en su trampa para que todos juntos se burlaran de mí.
–Sé que no estuvo bien, ¿de acuerdo? Te juzgué, pero es que no lo entiendo. ¿Cómo puedes estar aquí? ¿Al menos sabes de qué va este lugar?
–¿Un centro educativo que capacita imbéciles?
Él rio, al menos la ironía era algo en común.
–Ya lo ves. Pero no es eso a lo que me refiero. Es algo que no puedo decirte en concreto, ¿vale? Pero no quiero malos inicios contigo. Compartimos habitad después de todo.
–Habitad. Suenas como un animal, hombre.
–¿Todo en orden? – Y extendió la mano de forma cordial. Me quedé un lapso de tiempo mirando ese gesto.
¿Sería acaso mi oportunidad de comenzar esta vez, desde el inicio? La tomaré, claro que la tomaré.
–Todo en orden – Choqué su mano de forma amistosa y él formó una sonrisa.
–A todo esto, ¿puedo invitar a bailar a tu hermana?
–¿Quieres que te iguale el otro ojo?
Él liberó una carcajada y solo elevó ambas manos en señal de rendición. – No, no. Descuida. No pareces ser de esos que sean hermanos celosos.
–En realidad no lo soy. Pero aquí todos son extraños. No quiero que nadie la dañe. El único con poder de hacerla sentir incómoda soy yo. ¿Comprendes?
–Amelie ha estado sobre ella estos últimos días.
–¿Amelie? ¿La chica esa francesita?
–Ella misma. Tiene una especie de reinado aquí en el campus. Pero ¡hey! Tu hermana la ha destronado y por eso se siente con la obligación de hacerla sentir incómoda.
–¿Por qué el trato de ustedes hacia nosotros es arisco?
–Eh… No lo sé. Eso es… Confidencial.
–A la mierda lo confidencial. ¿Qué tienen en contra? ¿Es el dinero?
–No hombre, eso es lo de menos. El detalle es que...- –
–¡Ian! Te busca Lou – El otro tipo ni siquiera me vio. Pasó de mí y lo agradecí. Este solo se acercó a Ian y le dijo discretamente algo al oído que no logré escuchar.
–Está bien, iré en un minuto. – Despidió al otro tipo que de inmediato se retiró. – Te veo al rato, Axel. – Palmeó mi hombro y luego se perdió entre el gentío.
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Editado: 14.05.2020