"Oh, I hope some day I'll make it out of here
Even if it takes all night or a hundred years
Need a place to hide, but I can't find one near
Wanna feel alive, outside I can fight my fear"
Lovely; Billie Eilish.
Nueva mañana.
Otro vaso roto.
Más maullidos traicioneros.
El bonito hombre trotando con su fiel amigo por todo el parque.
Su libro sin leer.
Ejercicios de estiramiento.
Fin.
Suspiró por enésima vez, frotando las pequeñas ojeras bajo sus ojos con cansancio y pena.
Demonios, si tan solo se dedicara a dormir las horas que debía, no se vería como un maldito zombie.
Teniendo en cuenta que su vida social era un desastre, Loki se pasaba las noches mirando series poco populares en Netflix hasta pasadas las dos de la madrugada.
A veces se conformaba con puros documentales de historia o de animales, puesto a que eran informativos y esa era la única forma en que él pensaba utilizar internet.
Eso sin contar que despertaba dos horas antes de lo que debía, solo por mirar al desconocido chorreando sensualidad frente a su edificio.
Esa rutina iba a terminar matándolo.
—Ya me voy. No toques mis plantas, no muerdas mis zapatos y no arañes el sofá. ¿He sido claro?. —La gata solo le miró con los ojos achinados, muy cómoda recostada entre los almohadones de su sofá—. Lo tomaré como un sí.
No era como si le fuese a responder o algo así, la verdad. Pero como había dicho antes; su vida social era una ruina total.
No tenía con quien hablar y eso hacía que olvidara como sonaba su propia voz a veces.
No lo consideraba algo triste, después de todo, ese era el estilo de vida que siempre había deseado llevar.
El de un viejo huraño y cascarrabias.
Solo que no era viejo y aún no llegaba a huraño y cascarrabias del todo. Pero ánimo, ya lo lograría.
Se inundó de lleno a las calles calurosas de Queens e hizo su camino diario al trabajo, pasando por el metro y tomando el bus de siempre.
Al llegar al lugar, se encontró con que su ayudante de turno había llegado antes y le esperaba en la puerta mirando el teléfono desinteresado, esperándole para poder entrar.
El muchacho, al verle, dio un respingo y una sonrisa automática surco por sus labios al verle llegar con su eterno rostro de martirizado.
—¡Señor Loki! ¡Buenos días!
Suspirando por dentro, no dejó que su buen humor y brillante sonrisa le hicieran responder. Dio un seco asentimiento hacia él y buscó las llaves del local, dedicándose exclusivamente a destrabar las puertas.
El muchacho insistía en llamarle "señor" todo el jodido rato. Y aunque al principio le había llamado "señor Laufeyson" en repetidas ocasiones, dejó de hacerlo cuando le pidió encarecidamente, que no le llamase por su apellido, porque lo odiaba con pesar.
Así fue como la palabra "señor" fue seguida de la palabra "Loki" más veces de las que le hubiese gustado.
—Que calor hace, ¿cierto?— No entendiendo que no era demasiado hablador, el muchacho continuó —. ¿No tiene calor con esa chaqueta puesta? ¡Yo puedo colgarla por usted! Verá, tía May dice que...
Oh, demonios. Cuando le contrató hace una semana, pensó que su excesiva verborrea sería buena para la interacción con los clientes. Tener a un muchacho así en el local de libros podía ser una buena idea, porque siempre iban dos tipos de personas por allí.
Las que querían comprar y mirar en silencio y los que querían debatir sobre libros, criticas y categorías.
Loki apreciaba a los primeros clientes y para los segundos, contrató a Peter.
Porque en serio, ese niño jamás se callaba.
—Parker —le interrumpió, antes de sentir que era demasiado para él. Y pudo ser grosero, pero su rostro brillante y lleno de ilusiones le hizo replantearse las palabras una vez más—. Solo ayúdame a abrir. Despeja las vitrinas que debo arreglar algunas cosas aquí.
—¡Claro, señor Loki!
El chico era todo entusiasmo y ganas de aprender. Eso le agradaba, porque sabía que tomaba su responsabilidad en serio.
Peter era algo torpe y tímido, pero muy, muy, inteligente. Lo intuyó al entrevistarlo y lo confirmo al verle ojear un libro de física cuántica mientras ordenaba la vitrina.
Resolvía los ejercicios detrás de los diarios con extrema rapidez y conocía muchas palabras que la gente común no comprendía.
Era como un diccionario humano.
—Ya terminé, señor.
Nada asombrado por su rapidez puesto que solo tenían dos vitrinas bastante pequeñas, asintió complacido al verlas como quería.
—Ahora ve por la escalera —le pidió. El chico iba a decir algo cuando él le interrumpió —. Luego de eso quiero que quites las mantas, que barras y asegúrate de que los libros estén ordenados en la sección correcta.
El chico asintió contento y fue a hacer lo que le dijo en el orden que se lo pidió.
Y sí, Loki amaba su librería. Suya y solo suya. De nadie más.
Ponía mantas sobre los libros que no se exhibían en estanterías, para protegerlos del polvillo.
Barría todos los días antes de irse y al abrir también.
Mantenía todo ordenado y limpio, cuidando más de ese lugar que a su propia casa.
Parecía un loco del control, pero tal vez, es porque lo era. Eso era lo que llevaba a que todo funcionara como debía, así que mantenía el ritmo.