5 de julio 1898
Querido Abraham:
Cuando desperté, avisté la montaña ostentosa frente al panel, con su estado pedregoso refulgir ante los rayos clamados del sol.
Frente a la puerta de mi habitación encontré un lazo de cuero colgando alrededor del picaporte, sosteniendo en la punta del metal una bolsa renovada por tejidos de terciopelo. Rebusqué en ella y encontré algunos frutos, frescos y jugosos al mordisco: manzanas específicamente.
También dejaron mi equipo en el escritorio, depositaron junto a la tinta una carpeta llena de hojas con bordes amarillentos y centros rayados. Abrieron intencionalmente mi armario para resaltar que ahora estaba rellenado por prendas parecidas a la indumentaria de la península ibérica. Tuve que utilizar el ropaje por respeto hacia El Señor. Se me veía ridícula, pero me hacía ver de una descendencia enriquecida.
Salí del cuarto y Doris me esperaba al final de las escaleras, en el inicio al pasillo, cargando monedas de oro ahuecando sus manos. Me acerqué a ella e instantáneamente me dio una tarea. — Vas a marchar hacia el Ponte Scrutator Hiberi Beetle. Al rebasar el vado divisarás un descampado rodeado por un pueblo cabañil, consigue un trato con los leñadores para que nos envíen madera en el transcurso del invierno, mandaré a hombres luego a dejarles un carruaje para que también puedan transportarse hasta aquí con mayor facilidad. La paga, procura guardar algunas monedas, el Señor cree en las sociedades tributarias. Tomé el montón de monedas, algunas reemplazadas por anillos de plata, y las oculté en la abertura del traje, por donde la tela se separaba para formar una grieta.
Regresé del viaje.
Fue una sensación gustosa regresar a las puertas del Titán Amurallado, cerré un trato con Rarúm, se limitó a decirme sólo su nombre, realmente no tomé relevancia. Accedió a hacer entregas de pilas de madera a cambio de dos monedas por semana, su hermano haría los envíos en el carruaje prometido, según mis cálculos, serán más que suficientes para mantener el golpeteo caluroso en el hogar, aunque veo y la helada avanza casi desvaneciendo el sol en una brisa glaciar que, creo podría representar problemas. Mas El Señor sabrá cómo luchar contra la apoteosis del acto final. Subí a mi habitación para escribirte, también indagar un poco, hay algunos libros en fila en una estantería. Algo me sorprendió, un agudo soplido que llegó hasta mi oído, creí haber escuchado un bufido, sin ser desprovisto de un sonido escalofriante. La situación se tiñó lóbrega cuando el aroma a vejez de la madera se perdió en un hedor desagradable, en la fetidez de una carne podrida, me sentí intimidado y pronto pensé en las ratas, bolas peludas caminantes por las paredes, seguro adentrándose por un hueco demolido por la humedad.
Voy a viajar a Crapula Sobrii. Te escribiré en cuanto pueda. Sigue resaltando tu excepcional brillantez artesanal.
Con amor, Lucian.
Editado: 09.10.2018